Efe|LISBOA
El magnate ruso Roman Abramovich, propietario del club inglés Chelsea, vino a Portugal como un hincha para presenciar partidos de la Eurocopa, pero se ha convertido en centro de atracción por algunas de sus excentricidades. La revista portuguesa «Visao» dedica esta semana un reportaje a las andanzas de Abramovich y su esposa, Irina, que hace unos días alquilaron el último piso de una de las discotecas más famosas de Lisboa, para una fiesta con un pequeño grupo de amigos.

Abramovich seleccionó la música y el pinchadiscos se limitó a poner lo que el magnate le pedía, desde rock alternativo al pop más comercial. Las botellas de champaña sólo eran abiertas para tomar un sorbo, porque los amigos del ruso consideraron que después de algún tiempo perdían el néctar. El propietario del Chelsea sufre de cierta paranoia con su seguridad personal, dice la publicación, y por eso reserva cada día para almorzar o cenar en tres o cuatro restaurantes en Lisboa y, a veces, no aparece en ninguno.

Su yate «Pelorus», anclado cerca del centro de la capital lusa, se ha convertido en lugar de peregrinación para tomar fotos de hinchas de fútbol de todos los países, aunque pocos sepan que el navío cuenta con un sistema de detección de misiles, como el avión del presidente de Estados Unidos. Abramovich vino acompañado por una decena de amigos y también ha dedicado parte de su tiempo a nuevos fichajes para el Chelsea, como el defensa derecho del Oporto, Paulo Ferreira.