Los internacionales españoles no tuvieron más remedio que tragar
saliva, administrar los sentimientos de decepción y de tristeza, de
arroparse en los familiares, para comenzar a digerir el batacazo de
la temprana eliminación en la Eurocopa 2004, uno de los palos más
fuertes que el fútbol de nuestro país ha recibido en los últimos
años, y que marca un punto de inflexión en el futuro de la
selección, de Iñaki Sáez y del deporte rey.
Fue, como no podía ser de otra manera, una noche y una mañana
triste, muy triste en el entorno de la expedición española. Los
jugadores de esta joven plantilla habían depositado muchas
ilusiones en el torneo continental, para muchos el primero de su
carrera profesional, que se fueron al traste después de un mal
partido que sentenció el benfiquista Nuno Gomes con un disparo al
que ni la defensa española ni Iker Casillas pudieron responder con
eficacia. Así, el gol más decisivo caía del lado de los anfitriones
en el momento más adecuado y a la vez el más inoportuno para
España.
Rusia alimentó ilusiones durante algunos minutos con sus dos
goles pero Grecia, otra vez Grecia, el equipo que abocó al conjunto
de Iñaki Sáez a la dramática repesca frente a Noruega, se volvió a
cruzar en el camino y al final fue la que acompañó a Portugal en
los cuartos de final.
Los internacionales no pusieron paños a su derrota en el José
Alvalade. Habían sido inferiores y habían pagado un mal endémico en
este torneo. La falta de gol que les ha dejado fuera de combate
antes de lo previsto y ofreciendo una imagen lejana de lo que se
espera de uno de los combinados en teoría más potentes de la
competición.
En defensa, España había funcionado más o menos bien, con cierta
eficacia, pero el ataque fue el lastre que provocó la eliminación.
Sólo dos goles en tres partidos, uno de los peores bagajes de la
historia.
La selección vivió la habitual diáspora de un triste final de la
competición. Raúl González, el capitán, se quedó en la capital
lisboeta, mientras que sus padres y otros familiares regresaron
directamente a Madrid por la mañana junto a futbolistas como
Fernando Morientes, Iván Helguera, Vicente Rodríguez, David
Albelda, Iker Casillas y Raúl Bravo, e incluso Iñaki Sáez, junto a
miembros de la directiva de la RFEF y otras personas como el ex
seleccionador Javier Clemente.
El 'grueso' de la expedición se trasladó desde el aeropuerto
lisboeta al Francisco Sa Carneiro de Oporto para, desde ahí,
trasladarse en autobús hasta Falperra, al hotel de concentración
entre Guimaraes y Braga, para recoger las pertenencias.
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