Luis Villarrejo
El Real Madrid aterrizó pasadas las tres de la madrugada en el aeropuerto de Barajas tras perder la final de Copa, con semblantes serios, sin ganas de comentar la debacle de Montjuïc ante el Real Zaragoza y en medio de un ambiente mustio, que según los más veteranos deben olvidar cuanto antes para no perder fuelle en la Liga este fin de semana ante el Athletic de Bilbao.

No hubo bromas en el chárter de regreso. Tampoco palabras. En el aeropuerto de Madrid, un par de hinchas solitarios trasnocharon para animar a sus ídolos. Los jugadores, en el avión, sólo tuvieron el consuelo de sus familias, de las mujeres y novias que acompañaron a unos futbolistas que ya saben que no son invencibles. Carlos Queiroz, al llegar a Barcelona, mandó un mensaje de aviso, que ahora, visto lo visto, se convirtió en premonitorio. «Las finales no se ganan ni con la imagen, ni con la historia». Por lo que se exhibió en Montjuïc, Queiroz tenía razón, pues el equipo que no partía como favorito fue el que se llevó el título con total justicia.

El Zaragoza ayer estaba de fiesta. Varios millares de aficionados recibieron por la tarde, al grito de «¡Campeones! ¡Campeones!», a los componentes del Real Zaragoza que conquistaron en el estadio Olímpico Lluis Companys de Barcelona el sexto título de Copa de la escuadra maña. El equipo, que realizó el desplazamiento desde Barcelona a Zaragoza en autobús, recorrió las principales calles zaragozanas con el capitán Luis Carlos Cuartero mostrando el trofeo a través del parabrisas, vestido con una bufanda del equipo y con una bandera aragonesa en su interior, para finalizar su recorrido junto a La Romareda. El club ya había anunciado antes del partido que no habría festejos con motivo de los atentados del pasado 11 de marzo en madrid.