Pese a que el Barcelona acabó ganando aquel partido contra el
Betis por 2-1, después de que Ronaldinho se retirase en la primera
mitad cuando el marcador reflejaba un empate a cero, desde entonces
el equipo azulgrana no ha conocido la victoria.
Una derrota en campo del Villarreal (2-1), un empate en casa
contra el Valladolid (0-0), apabullante goleada encajada en Málaga
(5-1) y un nuevo tropiezo ante el Real Madrid en el Camp Nou (1-2)
ha sido el balance del Barça sin su estrella brasileña.
Si con Ronaldinho el Barcelona había conseguido encadenar una
serie de resultados positivos que le habían llevado a situarse
cuarto y a acercarse incluso al liderato, sin el brasileño todo se
ha venido abajo estrepitosamente y se ha caído de nuevo a la zona
media-baja de la tabla (el equipo es provisionalmente octavo en la
tabla, pero puede ser superado en la jornada de hoy por varios
rivales).
El liderato, en posesión del Real Madrid, está ahora a trece
puntos de distancia, y el objetivo mínimo de clasificación para la
Liga de Campeones se ha alejado a seis, ya que el cuarto
clasificado (el Osasuna) suma 26 puntos, frente a 20 de los
azulgrana.
Un equipo bajo de moral, sin un esquema claro de juego, con
constantes cambios en la alineación y que ayer planteó muy temeroso
en la primera mitad el partido contra el Real Madrid, ha demostrado
tener una 'Ronaldinhodependencia', por más que el técnico Frank
Rijkaard haya intentado negar en los últimos días esa
evidencia.
Ronaldinho aseguró el domingo que podrá reaparecer de nuevo la
próxima semana en campo del Espanyol, siempre que reciba la
autorización de los médicos, y su regreso será recibido como agua
de mayo por un equipo que no sabe cómo superar el frío invierno en
que se encuentra para llegar a la cálida primavera.
Lo malo es que ante el Espanyol estará ausente el otro pilar
sobre el que se sustenta el Barcelona de Rijkaard, el defensa
Carles Puyol, sancionado por acumulación de tarjetas.
Y si con Ronaldinho el Barcelona no ha dado una a derechas, sin
Puyol en la defensa hizo el más espantoso de los ridículos al caer
derrotado el pasado miércoles en Málaga por 5-1.
Pasado este mes negro y el mal trago de rendirse a la
superioridad ayer del Real Madrid en el Camp Nou, donde el equipo
blanco ganó por fin un partido de Liga veinte años después de
haberlo hecho por última vez, es hora de curar las heridas.
El técnico Rijkaard, cuyo cargo empieza a cuestionarse en la
Ciudad Condal al no llegar los resultados, debe plantearse si
prefiere seguir haciendo cambios en busca de un resultadismo que no
acaba de encontrar, o jugársela a una carta: sobrevivir o morir con
las botas puestas.
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