El equipo español confía en Juan Carlos Ferrero y Carlos Moyá, los
dos participantes en la última Copa Masters disputada en Houston,
para cercenar las aspiraciones de revancha de Australia en la final
de la Copa Davis que se disputa a partir del viernes en
Melburne.
Finalmente no ha habido cambios ni riesgos en el G-3 que ha
confiado en la categoría del valenciano y el mallorquín para abrir
los partidos individuales, sabiendo que Ferrero se medirá contra
Lleyton Hewitt, con quien tiene un balance de 3-3, y Moyá contra
Phillippoussis, con un desfavorable 2-4. Feliciano queda para el
doble con Corretja, y en la recámara por si hay lesiones o
incidencias de última hora.
El toledano ha sido dos veces octavo finalista de Wimbledon en
los últimos años pero su juventud y el peso de la final en su debut
es posiblemente un factor de riesgo que ha pesado en la decisión y
que ha obrado a favor de sus compañeros.
La peor semana
Todo esto a pesar de que el propio Ferrero haya asegurado que ha
atravesado su «peor semana de la temporada» en Houston donde no
ganó un solo partido, de haber llegado el último de todos (sábado)
a Melburne con una sinusitis de la que ya está recuperado, y de que
Moyá no juega un partido sobre hierba desde hace más de dos años
(no ha participado en Wimbledon ni en el 2002 ni el 2003).
Pero el G-3 ha depositado su confianza en el tres y el siete del
mundo, y respecto a Ferrero, Jordi Arrese ha alabado su gran
adaptación a las pistas de hierba durante la semana, y su favorable
evolución durante los entrenamientos.
Los dos equipos han contrastado sus armas en la pista de hierba
instalada en el Rod Laver Arena, cuyo césped finalmente medirá
cinco milímetros y medio, uno y medio más de lo que inicialmente
deseaban fervorosamente los australianos, en previsión de que con
el calor se impida cualquier tipo de rozamiento abrasivo con la
piel en caso de caída.
Esta es prácticamente la única concesión que se le ha hecho al
conjunto español, que ya de por sí encontrará frente a los
«aussies» una velocidad de bola similar a un relámpago para poder
controlarla. La venganza de Australia comienza después de una
semana de polémica con las reiteradas acusaciones de Lleyton Hewitt
calentando el ambiente al recordar su versión de lo ocurrido en la
final de Barcelona en el 2000.
Controversia aparte son los favoritos, al jugar en casa, y en su
elemento natural, donde han forjado una leyenda de éxitos, pero
también tienen sus pesadillas al volver la vista atrás al
enfrentamiento contra Francia hace dos años.
Eso es precisamente lo que quieren cortar de inmediato, su
desafortunado papel en cuatro de las último cinco finales en las
que han disputado, con derrotas en la de 1990 contra Estados
Unidos, en St Petersburgo, la de 1993 contra Alemania en
Dussedorlf, y la de España en el 2000 en Barcelona.
Sólo ganaron, y a domicilio, a Francia en Niza en 1999 cuando
Mark Philipposis y los «woodies» se encargaron de batirles (el
debutante Hewitt perdió sus dos partidos individuales) por 3-2 en
tierra batida. Ahora, España es el pastel final para engordar su
palmarés con la victoria número 28.
En el conjunto australiano la palabra leyenda es su estandarte,
al convertirse en el que más veces ha alzado la Ensaladera, con un
total de 27 de las 46 que han disputado, pero no gana en su
territorio desde 1986 en Kooyong cuando superó a Suecia por
3-2.
Para una nación con este potencial una nueva derrota sería
frustrante, demoledora, por mucho que Fitzgerald califique al
conjunto español de maravilloso, de gran clase y con dos jugadores
que han participado en la última Copa Masters de Houston.
Australia posee en su formación a un campeón de Wimbledon,
Hewitt (2002), al reciente finalista Phillippoussis, a una de las
parejas más temibles en hierba, Todd Woodbridge-Wayne Arthurs, con
el primero ganador de 78 títulos de parejas y ocho victorias en el
All England Tennis Club, con diferentes compañeros, y el segundo
alcanzando los octavos en el año 1999, cuando consiguió entrar en
el cuadro desde la fase previa.
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