Once años, poco más de una década, donde el fútbol español ha
puesto su techo en los cuartos de final de cada torneo de enjundia.
Hoy, después de pasearse muchos años en las fases previas, se
encuentra con un partido atípico, extraño, incómodo y un rival
-Noruega-, que no apuesta por la estética de este deporte. Con
mucho frío, bajo cero en las últimas horas y un campo que esta
mañana amanecía cubierto de nieve, aunque con la promesa de ver la
calefacción del césped enchufada según los empleados del funcional
Ullevaal Stadium, España quiere demostrar, cuentan sus futbolistas
en privado, que Noruega no puede tener tanta suerte en su vida. Una
vez vale, dos también, pero tres veces con la fortuna de aliado es
un argumento que no puede sostenerse en el mundo real.
Iñaki Sáez está obligado a cambiar por la baja de Marchena. Con
tanto jugador apercibido, sabía que alguno se iba a caer del
cartel. Y siendo defensa central, con más opciones aún de salir del
grupo. El más cerebral el sábado en Mestalla fue Iván Helguera.
Agarrado por detrás en el gol de Iversen, el cuerpo le pedía guerra
para poner a caldo al árbitro, el inglés Graham Poll, pero
enseguida pensó que tenía una amarilla, contó hasta tres en alto y
se ahorró una amonestación que sí podría haber inquietado un poco
más si cabe al seleccionador.
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