Xisco Cruz
El Mallorca se ha acostumbrado a actuar como bálsamo del Barça. Convertido en el mejor medicamento que tuvo Van Gaal en su segundo ciclo en el banquillo azulgrana, ayer también fue el analgésico que necesitaba Rijkaard, que empezaba a apilar demasiadas derrotas. El grupo de Aragonés entregó el partido a las primeras de cambio, y luego fue incapaz de reamarse, porque su zona de creación estaba cortocircuitada y sus bandas selladas. Con poco, muy poco, el Barça se dio un festín (1-3).
Y eso que los catalanes estaban con el barro hasta las rodillas. Fracturados por el debate sobre el futuro de Kluivert, y con la sensación de haberse convertido en un equipo de perfil bajo -Aragonés dijo que el Barcelona había dejado de ser un grande-, el conjunto blaugrana andaba buscando soluciones a su crisis. Y claro, las encontró en Palma, otra vez. En parte, porque enfrente tenía a un equipo que definitivamente ha entrado en la UVI, que vive enganchado al suero, a la respiración asistida. A la mínima que algo no va bien, enferma. Por eso ya no logró levantarse tras el error de Leo Franco, y por eso acabó cediendo una derrota dolorosa. Después de que las manoplas del portero argentino no lograran retener el cuero tras un servicio de Gabri desde la derecha, todo fue distinto. El gol de Saviola se clavó como un cuchillo en el espíritu isleño, que no anda para muchas fiestas. A partir de ahí, todo pareció débil, enclenque, confuso. Colsa y Marcos no eran capaces de darle vida al balón, Cortés y Olaizola sufrían por los flancos, y apenas había noticias de Bruggink. Sólo las arrancadas de Campano y la movilidad de Etoo acicalaban el aspecto del Mallorca. Rijkaard había poblado el círculo central y situado a Luis García y Quaresma por las orillas, y con el encuentro cuesta abajo ese dibujo resultó perfecto. El Barça tenía el gobierno de la cita, porque Gerard y Motta siempre estaban en contacto con la pelota y actuaban como lanzadores de los volantes, que se forraron en el primer tiempo. Saviola se asociaba bien con Ronaldinho, y en esa ecuación los azulgrana encontraron petróleo.
Además, el talento individual del brasileño apareció justo a tiempo para dar carpetazo al encuentro, cuando se cuadró tras una falta sobre Gerard y clavó el cuero en la red en un golpe franco de resumen televisivo (minuto 22). Luego, la hinchada se irritó con Colsa y dos tiros de Campano anunciaron que el Mallorca estaba todavía en el partido, aunque algo tocado.
El segundo acto sólo hizo que acentuar las virtudes del Barça, que volvió a encontrarse con un gol rápido en un escorzo de Cocu tras una entrega de Motta, y evidenciar las carencias en el juego de ataque del Mallorca, siempre desconectado. Hasta que irrumpió Stankovic, que acabó desquiciando a Gabri y acelerando a un equipo que, sin embargo, ya había acumulado demasiado déficit. Sus carreras fueron lo único que tuvo la grada para echarse a la boca; eso y el esfuerzo de Etoo, que buscó el gol hasta la extenuación. Un disparo suyo que dobló las manos de Víctor Valdés ayudó a maquillar el resultado, escaso botín cuando uno se encuentra en los sótanos de la clasificación. La diana de Correa sirvió para endulzar la despedida, pero no la tarde.
El Mallorca se había acostumbrado a perder cada vez que cogía el avión, pero hasta ahora había mostrado una versión aceptable en Son Moix. Ayer, ante el Barça, el conjunto mallorquinista sufrió la primera derrota en su feudo, ya que desde que arrancó el torneo siempre había sumado en Palma en todos los encuentros. Curiosamente, sobre el césped se encontraba un equipo que no había perdido en su estadio y otro que no lo había hecho como visitante, y fue el conjunto de Rijkaard el que logró mantener su inmaculada estadística tras su triunfo en Mallorca.
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