Ferrero se impuso a Costa por 6-3, 7-6 (5) y 6-4 en dos horas y
44 minutos, liquidando al campeón del año anterior, algo que
parecía imposible después de la tenacidad que el ilerdense había
logrado durante las dos semanas.
El rival del valenciano en la final del domingo será Martin
Verkerk, el «Tulipán de Leiderdorp», el primer holandés que llega a
la final de París, tras derrotar al argentino Guillermo Coria por
7-6 (4), 6-4 y 7-6 (0) en dos horas y 40 minutos.
Ferrero y Verkerk se han enfrentado en una ocasión, con victoria
del español, el año pasado durante el torneo de Kitzbuhel
(Austria), también sobre tierra batida, por 7-5 y 6-2.
Juan Carlos lo tenía claro. Para vencer a Costa había que
hacerlo en tres sets, sin dar tiempo a que el ilerdense calentase
motores y se metiese en el partido como había hecho en los cinco
anteriores, y para eso debía acelerar al máximo sus golpes, atinar
con el servicio y sobre todo no perder la esperanza.
Y lo hizo todo bien, porque el valenciano estuvo genial en el
primer set en el que dominó por 5-2 y sentenció a su favor en 49
minutos, e incluso se sobrepuso a una ventaja de Costa en el
segundo (2-0) gracias a que sus piernas llegaban a todos los envíos
del hasta hoy campeón. No obstante, Costa tuvo su ocasión durante
el encuentro. Llegó a mandar en ese parcial por 5-3 y sacar para
ganarlo pero cometió dos dobles faltas y cedió su servicio en
blanco. Este regalo permitió a Ferrero acceder al desempate en el
que incluso estuvo abajo 3-5 pero el valenciano ganó los siguientes
cinco puntos para dominar más aún.
La cuestión era saber si el partido se encaminaba hacia su
término, o como en los anteriores todo empezaría de nuevo para
Costa. La solución estuvo en el séptimo juego cuando Costa resbaló
en el tercer punto de ruptura que dispuso Juan Carlos, cayó rodando
por el suelo y «Juanqui» logró la ventaja que sería suficiente para
confirmar su victoria. Antes, Guillermo Coria había acabado el
partido con su tercera doble falta. Era el signo más evidente de la
impotencia que vivió contra Martin Verkerk, un gigante de 1,98
metros que se ha convertido en el primer holandés en clasificarse
para la final de París.
Aunque nunca antes había jugado en Roland Garros, Verkerk ha
sido capaz de alcanzar la final. Iguala así con los suecos Mats
Wilander (1982) y Mikael Pernfors (1986), novatos que también
lograron la última ronda, aunque por el momento sólo Wilander
obtuvo el título.
Apoyado en un fenomenal servicio, con el que hoy consiguió 19
saques directos (112 en seis encuentros) y 73 puntos, Verkerk fue
infinitamente superior a Coria. Más rápido que el de Santa Fe, con
más autoridad en el partido, e incluso con más decisión en los
momentos claves, el «Tulipán de Leiderdorp», ganó con justicia su
plaza para la final. Coria, no obstante, acabó el partido por
misericordia de los jueces de Roland Garros, pues en el último
punto del primer set, desesperado porque no había ganado ni uno
solo en el desempate, lanzó su raqueta sin querer como si fuera un
«boomerang» y golpeó a un recogepelotas.
Coria debería haber sido descalificado según la regla, como le
sucedió a su compatriota Mariano Zabaleta en un encuentro de dobles
en Cayo Vizcaíno en 1997 o al británico Tim Henman en Wimbledon en
1997, pero su estampa, con los brazos en alto pidiendo clemencia al
público y con las manos juntas suplicando perdón a los jueces, le
valieron ser únicamente advertido. Para congraciarse con el
público, Coria se quitó la camiseta y se la regaló al muchacho.
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