D.A.-BARCELONA
El excesivo respeto que se mostraron Barcelona y Real Madrid, uno por saber que todo el mundo considera superior a su rival y otro por la presión de una historia que no refleja una victoria en el Camp Nou desde hace veinte años, cedió todo el protagonismo en el clásico español al odio de la grada hacia el portugués Luis Figo, que obligó incluso a que el partido se detuviese durante un cuarto de hora. El miedo a perder, la lluvia y las ausencias de Ronaldo Luiz Nazario a última hora y de Zinedine Zidane acabaron con el duelo centrado entre Figo y el que fue su público hasta que, hace dos temporadas, se puso la camiseta blanca.
El punto culminante llegó en la segunda mitad, en la que el lanzamiento de objetos contra el portugués cuando intentaba sacar un córner obligó al colegiado a detener el partido para que se calmasen los ánimos y dormir así el clásico de forma definitiva. El resto, desde el inicio, fue poco más que un pacto de no agresión entre unos y otros, por el que el Barcelona se postraba ante el temor a ser arrogante ante el campeón de Europa y éste se relajaba en los últimos metros para cumplir el acuerdo.
El Real Madrid, de todos modos, intentó apretar en los primeros metros cuando el partido acababa de comenzar, pero en ningún momento demostró esa misma agresividad en la punta de ataque, con lo que el Barcelona tenía serios problemas para hilvanar sus jugadas, pero apenas pasaba apuros en defensa. Los azulgrana más adelantados, Juan Román Riquelme y Patrick Kluivet, aparecieron en contadas ocasiones en la primera mitad, aunque una combinación entre ambos a los once minutos, con ejecución de falta del primero y remate de cabeza del segundo, obligó a Iker Casilla a sacar el balón de la cruceta.
La ocasión de gol dio paso a una mínima fase, elevada finalmente a la categoría de espejismo, en la que se sucedieron oportunidades, aunque no claras, de Gaizka Mendieta y Luis Figo. Figo tuvo la fortuna de que, pese al marcaje individual de Phillip Cocu, tenía mayores problemas con los silbidos de la grada que con el holandés. Tras este paréntesis, el Barcelona se sometió al mejor toque madridista y el equipo de Vicente del Bosque correspondía al favor aplicándose con candidez en ataque.
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