Jorge Muñoa - INDIANÀPOLIS
España despachó el temido estreno del Mundial frente a Canadá con la solvencia propia de las grandes selecciones y, salvo unos momentos de zozobra al principio del choque, volvió a ser el equipo que hace un año salió de Estambul con el bronce europeo colgado del cuello. Los primeros minutos de la puesta de largo española rezumaron nerviosismo. El horario del encuentro y la tensión que conlleva el debut en toda competición, pesaron en el ánimo del primer quinteto mundialista de la selección: Nacho Rodríguez, Juan Carlos Navarro, Carlos Jiménez, Alfonso Reyes y Jorge Garbajosa.
A los tres minutos Canadá ganaba por seis puntos (8-2) y España daba sensación de inseguridad. Los tiros del ataque español partían de situaciones forzadas carecían de seguridad. La estadística reflejaba un elocuente cero de cinco en triples. Sin embargo, las cosas tampoco estaban nada claras para los canadienses. Los mejores artilleros del equipo dirigido por Jay Triano, Rowan Barrett y Michael Meeks, bien vigilados por la defensa hispana, apenas habían dado señales de vida. De hecho, ni siquiera Triano parecía confiar en su equipo. El técnico norteamericano, a pesar de ir en ventaja, empezó a rotar el banquillo en busca de equilibrio.
Pero no le dio tiempo. La aparición de Carles Marco, primero, y la entrada del esperado Pau Gasol, poco después, imprimieron otro aire a la selección, que dio el salto definitivo en el luminoso. El base del Joventut acertó con los dos primeros triples de la tarde y el alero de los Grizzlies, con su poderosa presencia, terminó de serenar a un equipo que al término del primer cuarto ya empezaba a sentirse cómodo (15-17). Mientras tanto, Canadá sufría en silencio. Barrett andaba desaparecido en combate. Meeks tampoco funcionaba y, salvo Kevin Jobity, nadie encontraba su sitio en el campo.
La labor defensiva de España tenía gran parte de culpa. La selección, que aprovechó los seis segundos previos al descanso para cerrar la primera parte con once puntos de ventaja (29-40) tras una jugada de pizarra para Navarro, sólo necesitaba mejorar sus porcentajes para dar carpetazo al espinoso asunto canadiense. Y eso fue lo que sucedió en la continuación. Gasol abrió el hueco donde más daño hace bajo el aro y la diferencia española se disparó hasta los veinte puntos (33-53).
Lo más difícil ya estaba hecho y Javier Imbroda, el técnico nacional, tranquilo ante la solidez defensiva que aportaba Lucio Angulo y la frescura de Marco sobre el aro rival, decidió sentar a Gasol, al que luego volvió a dar algunos minutos. El debutante del año en la NBA aún necesita coger fondo físico, pero España podía dosificarle. Marco, excelente a lo largo de todo el encuentro, clavó un nuevo triple (33-56 m.29) y Meeks, en una reacción mezcla de coraje e impotencia, soltó un codazo sobre la cara de Jiménez que, sin quererlo, despertó el único instinto dormido de España: la rabia.
El pívot canadiense hizo un gran favor a la selección de Imbroda, que cuajó un sensacional tercer cuarto. El parcial de ese periodo fue de 6-21 (35-61). No había más que decir. El gran reto de la primera fase, derrotar a Canadá, en ocasiones superada por más treinta tantos (45-79 minuto 37), estaba asegurado. La incógnita del campeonato despejada: España cuenta para todo en Indianápolis.
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