Los dueños del hotel se frotan las manos porque adivinan que de
las 28 habitaciones del décimo piso van a sacar un dinero extra,
sobre todo en la de Beckham, un jugador que parece más un divo de
Hollywood que alguien que sale a un campo embarrado a mancharse las
medias.
Beckham pasa por oler muy bien -lo dijo Ronaldo de su camiseta-,
pero se supone que en los hoteles mudan la ropa de cama cada vez
que accede un nuevo cliente a la habitación.
A uno le engatusan diciendo que tendrá el privilegio de dormir
en la cama donde acostó su millonario cuerpo la estrella de
Inglaterra. Uno va, se mete entre las sábanas y qué siente. Nada.
El roce de una sábana. Tomas aire con fuerza y nada. Como todos los
aires de las habitaciones de hoteles, acondicionado. ¿Y si no la
han mudado? Eso es otro cantar. Uno va, se mete entre las sábanas y
percibe aquel olor. A perfume, muy intenso. Ya puedes contar que te
has acostado en la misma cama del futbolista inglés David Beckham y
que olía a perfume.
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