En palabras sencillas, Scolari vetó la práctica del sistema con
una línea de cuatro jugadores en el fondo y un cuadrado en la mitad
de la cancha con dos hombres de marca y dos generadores de jugadas
para la pareja goleadora emplazada en el frente. La «versión
Scolari» del 3-5-2, lanzado como una invención revolucionaria por
Dinamarca en 1984, avanzó hasta la mitad de la cancha a los
laterales, que denominó alas y los puso en línea con los dos medios
de marca. En la retaguardia estableció una resistencia contando con
tres zagueros y dio al central la función de líbero para actuar
como sombra de sus compañeros y salir con sorpresa al ataque.
Así las cosas, Cafú y Roberto Carlos hicieron línea con el
capitán brasileño Emerson y el novato Gilberto Silva, en tanto que
Edmilson pasó a la función de líbero para jugar al lado del diestro
Lúcio y del zurdo Roque Júnior. El 4-4-2 propuesto por Telé
Santana, que muchos hinchas y periodistas brasileños recuerdan con
«saudade» (mucha nostalgia) fue lanzado por el inglés Alf Ramsey
con la selección victoriosa del mundial de 1966. Con Santana, el
dibujo táctico derrochó arte y magia, gracias a la versatilidad e
ingenio en el medio de Toninho Cerezo, Sócrates, Falcao y Zico,
como se vio en el Mundial de España'82 y con algunos chispazos en
el de México'86.
Tras el eclipse táctico de Brasil en Italia'90, el 4-4-2 fue
retomado por Carlos Alberto Parreira, aunque con ciertas
variaciones, para la campaña que terminó con el título del Mundial
de Estados Unidos'94. Parreira varió la composición de la mitad con
dos auténticos hombres de presa (Dunga y Mauro Silva) y dos motores
creativos (Zinho y Mazinho) instruidos para hacer sombra. Ahora,
con Scolari, la preocupación sigue existiendo.
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