Efe - ULSAN
«Extrema vulnerabilidad» es el argumento más citado en las discusiones tácticas en bares y salones de lujo desde que el asunto comenzó a ser ventilado en junio pasado, cuando el entrenador Luiz Felipe Scolari tomó las riendas del equipo «canarinho». En sus primeras horas como seleccionador, Scolari decretó el fin del esquema 4-4-2, que los equipos nacionales practicaban desde 1982, y proclamó la vigencia del 3-5-2, una propuesta que en el Mundial de Italia'90 llevó a Brasil y al técnico Sebastiao Lazaroni a uno de sus más rotundos fracasos.

En palabras sencillas, Scolari vetó la práctica del sistema con una línea de cuatro jugadores en el fondo y un cuadrado en la mitad de la cancha con dos hombres de marca y dos generadores de jugadas para la pareja goleadora emplazada en el frente. La «versión Scolari» del 3-5-2, lanzado como una invención revolucionaria por Dinamarca en 1984, avanzó hasta la mitad de la cancha a los laterales, que denominó alas y los puso en línea con los dos medios de marca. En la retaguardia estableció una resistencia contando con tres zagueros y dio al central la función de líbero para actuar como sombra de sus compañeros y salir con sorpresa al ataque.

Así las cosas, Cafú y Roberto Carlos hicieron línea con el capitán brasileño Emerson y el novato Gilberto Silva, en tanto que Edmilson pasó a la función de líbero para jugar al lado del diestro Lúcio y del zurdo Roque Júnior. El 4-4-2 propuesto por Telé Santana, que muchos hinchas y periodistas brasileños recuerdan con «saudade» (mucha nostalgia) fue lanzado por el inglés Alf Ramsey con la selección victoriosa del mundial de 1966. Con Santana, el dibujo táctico derrochó arte y magia, gracias a la versatilidad e ingenio en el medio de Toninho Cerezo, Sócrates, Falcao y Zico, como se vio en el Mundial de España'82 y con algunos chispazos en el de México'86.

Tras el eclipse táctico de Brasil en Italia'90, el 4-4-2 fue retomado por Carlos Alberto Parreira, aunque con ciertas variaciones, para la campaña que terminó con el título del Mundial de Estados Unidos'94. Parreira varió la composición de la mitad con dos auténticos hombres de presa (Dunga y Mauro Silva) y dos motores creativos (Zinho y Mazinho) instruidos para hacer sombra. Ahora, con Scolari, la preocupación sigue existiendo.