El parqué del Raimundo Saporta recibió a dos equipos absortos en
una dinámica muy parecida. Las series por el título marcan la pauta
en el Joventut, en línea ascendente desde hace semanas, pero
también en el Madrid, que ha decidido convertir la recta final de
esta fase en una especie de laboratorio de pruebas para el asalto
al campeonato. Esa confluencia de intereses agrandó un partido que
nacía amenazado por ausencias de gran peso a ambos lados de la
cancha y terminó adornado por la ambiciosa apuesta de los
protagonistas. En primer lugar, porque el Real Madrid recuperó a
Struelens para reforzar el juego interior y pudo atenuar la falta
de Iturbe y Tarlac. En segundo término, porque el Joventut supo
paliar el hueco dejado por Tanoka Beard a base de pizarra y
esfuerzo colectivo hasta que las fuerzas le abandonaron por
completo. El estratosférico Maceo Baston, uno de esos
estadounidenses fibrosos que desafían las leyes de la gravedad cada
vez que el balón llega a sus manos, permitió que el cuadro
badalonés soportase la avalancha interior blanca hasta el
descanso.
El ala pívot norteamericano firmó dieciocho puntos con un cien
por cien de acierto en tiros de campo durante los dos primeros
cuartos. El Joventut neutralizó muchas de sus dificultades gracias
a la excelente tarjeta firmada por Baston. Sin embargo, había un
par de cuestiones que los verdinegros iban a tener que afrontar
antes o después: el desgaste físico provocado por el recorte de sus
rotaciones y la sorprendente eficacia del juego interior local.
Hacía tiempo que no sucedía, pero el Madrid volvió a mostrarse como
un equipo altamente poderoso dentro de la zona.
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