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JOSÉ ANTONIO GARRIDO
Las expectativas de cerrar el ejercicio olímpico con alguna medalla
se desvanecieron muy pronto. Primero en el partido por el tercer y
cuarto puesto del torneo de waterpolo, y después en la carrera más
larga del programa atlético. Abel Antón perdió entre las calles de
Sydney el último tren olímpico de su vida. El soriano, infiltrado
en la rodilla que le ha dado todos los problemas posibles en los
últimos meses, pronto comprobó que poco había que hacer salvo poner
a buen recaudo el honor del doble campeón del mundo, aunque fuese
alcanzando la meta en una posición irrelevante.
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