JOSÉ ANTONIO DIEGO
El marroquí Hicham El Guerruj ejerció hasta ayer un dominio tan aplastante en la distancia de 1.500 metros que sólo admite derrotas cada cuatro años, pero en ocasiones bien significadas: coincidiendo con las finales olímpicas.

En el historial de este ferviente musulmán empieza a dibujarse la sombra de la maldición olímpica. En Atlanta tropezó con el argelino Nurredin Morceli "a la postre campeón" cuando se disponía a entrar en la brega por las medallas y terminó duodécimo. Cuatro años después ha sido derrotado por el keniano Noah Ngeny. La ayuda del marroquí Yusef Baba, que tiró cuanto pudo en los primeros 800 metros, no fue esta vez suficiente. El Guerruj planteó la carrera con «liebre», pero las piernas de sus adversarios no recibieron esta vez suficiente castigo, como el año pasado en los Mundiales de Sevilla a cargo de Adil Kauch.

Los espectadores protestaron con silbidos el anunciado sacrificio de Baba y aplaudieron la victoria de Ngeny (3:32.07), que pone de manifiesto las debilidades de un atleta que parecía imbatible, y sobre todo su mediocre sprint. El reino de El Guerruj puede estar amenazado por este joven keniano que ya el año pasado llegó con el marroquí hasta los últimos metros de la final mundialista de Sevilla.

La final de los 1.500 metros masculinos de los Juegos de Sydney no contaba hoy con españoles que optaran al podio y así quedó patente tras la disputa de la prueba en el Estadio Olímpico: finalmente, el gallego Andrés Díaz y el burgalés Juan Carlos Higuero tuvieron que conformarse con la séptima y octava posiciones, respectivamente, es decir, diploma olímpico. Las condiciones de carrera eran muy propicias para Díaz: una prueba muy rápida que incluso terminó en nueva plusmarca olímpica (3:32.07) y con sorpresa incluida en lo más alto del podio, al que no se subió el gran favorito, Hicham El Guerruj, finalmente plata.