Agnolutto luchó como un jabato para hacerse con un triunfo que
mereció y que permitió el pelotón, que desistió definitivamente del
intento de absorber al escapado a unos 25 kilómetros de Limoges,
cuando la lluvia, que apareció durante la etapa de forma
intermitente, lo hizo de nuevo y provocó que los equipos no
arriesgasen para evitar posibles caídas. La etapa no tuvo más
historia que la victoria heroica del francés Agnolutto. El viento,
que pegó de costado a los corredores, y la lluvia influyeron de
forma decisiva en el hecho de que el pelotón y los equipos con
velocistas en sus filas no luchasen por conseguir la victoria
parcial y optasen por rodar de forma tranquila y sin arriesgar en
exceso.
Si los conjuntos con especialistas en llegadas masivas se
inclinaron por esa opción, con mayor motivo lo hicieron los que
tienen en sus filas a los grandes aspirantes a los puestos de podio
en París. La misión era dejar transcurrir la jornada sin
sobresaltos y lo consiguieron. La circunstancia no resta, no
obstante, méritos a Agnolutto. El francés se sacrificó e insistió
con constancia en concluir con éxito su aventura. Superó momentos
graves de crisis y supo sobreponerse al desgaste físico y
psicológico que provoca una fuga en solitario, sin nadie que te de
relevos. Solo ante el peligro, se empeñó en llegar a Limoges en
triunfador y levantó los brazos al cielo de la ciudad de la
porcelana en primera posición con toda justicia. En total, pedaleó
en solitario 129 kilómetros y se llevo un triunfo a la antigua
usanza, de los que mitifican el deporte del ciclismo.
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