España confirmó que las malas noticias que había remitido durante
los últimos días no eran únicamente atribuibles a un factor
azaroso. Fiel a una tradición forjada en casi todos los bautizos
con empaque, la selección nacional se casó con la decepción y paseó
una vez más su estigma perdedor. Noruega, una escuadra de segundo
orden y que maneja un manual prehistórico, evidenció que el grupo
de Camacho anda metido en problemas.
Un error de Molina en una salida ante Iversen, propició y acuñó
el desastre, aunque personalizar el fracaso en el guardameta del
descendido Atlético Madrid sólo sirve para camuflar defectos
impropios de un equipo que aspira a cosas importantes. De hecho, a
España le faltó un poco de todo: velocidad, movilidad y referencias
en el centro del campo. Despojado de todo ello, ofreció un rostro
vulgar a más no poder y dejó que la previsible Noruega manejara el
partido.
Pep Guardiola estuvo horroroso; Fran no tiró un solo centro;
Aranzabal ralentizó algo más el juego por el carril izquierdo y la
frialdad de Valerón, perdido durante todos los minutos que jugó,
llegó a irritar. Al final, la España que irrumpió en la última
entrega de la Eurocopa fue la que se ve siempre en las citas
importantes. Incluso peor. A la conclusión del partido, José
Antonio Camacho sirvió una lectura tan particular como surrealista.
Cargó contra el árbitro "«no está capacitado para pitar el torneo»"
y se olvidó de que los partidos suelen ganarse jugando bien al
fútbol. Casi todo fueron lamentos en la comparecencia del
seleccionador: «Ha sido un partido que lo hemos podido ganar. Pero
la mala fortuna nos ha alejado de la victoria. Nos faltó suerte.
Nada más», subrayó el técnico.
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