Esta semana me gustaría hablar de un tema que seguro que nos resulta conocido, aunque, su nombre, tal vez, no nos suene de nada. Me refiero a la resiliencia.
Esta palabra tan complicada de pronunciar y, para muchos desconocida, toma su nombre de la física.
En física, la resiliencia es la capacidad que tiene un material de volver a su estado original después de haber estado expuesto a alguna fuerza externa o presión que lo ha deformado. Es decir que tiene que ver con la flexibilidad y la adaptación de ese material y con su resistencia a la rotura al sufrir algún golpe.
En psicología positiva, cuando hablamos de resiliencia nos referimos a la capacidad que tenemos los seres humanos, no solo de volver a nuestro estado original después de haber sufrido algún trance o circunstancia que nos ha afectado profundamente, sino, además, de crecer y mejorar después de haber conseguido superar ese duro golpe.
Es decir, que es la capacidad que tenemos de superar los trances dolorosos y traumáticos de nuestra vida que, como seres humanos, todos, en algún momento u otro, sufrimos, y de poder adaptarnos positivamente para seguir adelante, a pesar de ellos.
En ocasiones, las circunstancias difíciles nos permiten desarrollar recursos que se encontraban latentes en nosotros y que desconocíamos que teníamos hasta ese momento, lo que demuestra la enorme capacidad que tenemos de resistir y de rehacernos ante las adversidades de la vida.
Este tema se lleva estudiando desde hace mucho tiempo, pero, fue en las décadas de los 40 y los 50 cuando llamó más poderosamente la atención de los investigadores, al descubrir que muchas personas, a pesar de haber sufrido hechos muy traumáticos y dolorosos (guerras, hambrunas, torturas, pérdidas traumáticas de seres queridos, etc.), no solo conseguían seguir adelante con sus vidas de una manera adaptativa y equilibrada, sin secuelas psicológicas importantes, sino que, además, después se convertían en personas altamente positivas y capaces de ver el futuro con esperanza e ilusión, y desarrollaban recursos y fortalezas que no tenían previamente y que les permitían ser más felices.
Ante estas situaciones traumáticas, podemos, o bien quedarnos estancados y retroceder, o bien, introducir cambios en nuestra vida que nos permitan seguir creciendo y madurando. Esto último es lo que hacen las personas con una buena resiliencia, y es algo que se puede desarrollar.
Podemos aprender la habilidad de gestionar las adversidades y potenciar nuestro nivel de resiliencia personal. Cada vez que nos levantamos tras una caída estamos mejorando nuestra capacidad de resiliencia.
Se ha visto que las personas con una alta resiliencia poseen cuatro habilidades básicas:
1. Están conectadas con sus emociones: Son personas con una alta inteligencia emocional y saben cómo gestionar y manejar sus emociones. En lugar de suprimir los sentimientos que genera una situación de crisis, son conscientes de lo que les está ocurriendo y aprenden a manejar la ansiedad que les podría generar esa situación
2. No escuchan voces negativas: Las personas resilientes son capaces de superar la negatividad y descubrir lo que está provocando esa situación adversa. Son capaces de transformar sus ideas negativas en intenciones positivas de cambio. Son positivas y creen en su propia fuerza y habilidades para superar los problemas, buscando las posibles soluciones a su alcance.
3. Saben cómo recuperarse: La palabra resiliencia tiene su origen en la palabra latina resilire, que significa saltar de nuevo. Por tanto, resiliencia significa saber recuperarse de las adversidades de la vida y saltar a nuevas oportunidades que la vida puede aportarnos, con la experiencia de los problemas anteriores, que nos ayudarán a saltar mejor la próxima vez.
4. No necesitan controlar todo: Las personas con resiliencia alta no necesitan tener todo bajo su control. Se adaptan a las circunstancias externas y saben que solo pueden manejar aquello que está dentro de su propia zona de control (sus actitudes, sus emociones y sus propias conductas). A menudo, no podemos hacer nada para remediar una situación, pero, sí podemos aprender a gestionar mejor nuestra forma de actuar frente a ella.
La resiliencia se puede educar. Podemos prepararnos para aprender a superar los obstáculos que encontremos a lo largo de la vida y desarrollar una forma más constructiva de enfrentarnos a los problemas.
Disponer de herramientas positivas como la comprensión, el optimismo, el buen humor, el afecto y saber aceptarnos y confiar en nosotros mismos, nos ayuda a desarrollar un nivel alto de resiliencia frente a las adversidades.
Algunos consejos para potenciar la resiliencia podrían ser:
Realizar actividades que nos resulten placenteras.
Mejorar nuestras relaciones familiares y de amistad.
Estar más en contacto con la naturaleza.
Practicar algún deporte o actividad física.
Expresar nuestros sentimientos forma adecuada.
Relacionarnos con los demás, el sentido del humor, la creatividad, etc. también nos ayuda a ser más resilientes.
Y tú, ¿eres una persona resiliente?
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