Rafel, «de ocho casi nueve» años, ‘oficializó su noviazgo' con Sofía, de nueve años, delante de casi todo el colegio, con la carpa del pueblo y el Mago Albert como testigos del acontecimiento, cosa que seguramente ninguno de los dos niños olviden nunca. Semejante exclusiva tuvo lugar durante la xocolatada que los más de 200 alumnos del CEIP Sant Rafel celebraron ayer por la mañana para celebrar por todo lo alto el día grande de la localidad ya que hoy es festivo en el colegio.
Unos minutos pasadas las 11.00 horas de ayer, y tras una mañana de juegos tradicionales, los más pequeños partieron del cole acompañados por sus ‘padrinos' en dirección a la carpa que la Asociación de Vecinos montó en el corazón de Sant Rafel con motivo de las fiestas. Allí los esperaba el Mago Albert, padres, madres y unos cuantos miembros de la asociación de vecinos de la localidad que tradicionalmente les preparan desde hace más de 10 años con amor y trucos secretos los bunyols con los que acompañaron el riquísimo chocolate caliente que los más pequeños y los no tanto esperaban ansiosos.
Elena Cardona, directora del CEIP Sant Rafel, comentó a PERIÓDICO de IBIZA Y FORMENTERA que es tradicional celebrar la xocolatada por Sant Rafael, ahora organizada por la Apima y que se celebra en la carpa porque «a los niños les gusta mucho pasear hasta allí; también reconocen que es allí donde se celebran las demás actividades del programa de fiestas y la infraestructura es más apropiada para la actuación del mago Albert». Y recordó que al ir con los ‘padrinos', «los más pequeños se sienten más protegidos y los mayores están más tranquilos porque saben que tienen la responsabilidad de cuidar de los pequeños».
Por otra parte, desde la Asociación de Vecinos, María Planells reconoció que «intentamos colaborar con todo lo que se hace en las fiestas y más con los niños», para los que han elaborado más de 500 bunyols para que «pueda comer cada niño más de uno» con un arduo trabajo de cinco mujeres que ven su recompensa en que «los pequeños nunca se olvidarán de esto». Hace unos diez años María y Teresa, «el alma de los bunyols», coincidieron en un taller en el cole para enseñar a prepararlos y, desde ese momento, decidieron hacerlos para los niños durante las fiestas guardando el secreto de un «buen bunyol» sólo para ellas.
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