Una gran sonrisa se dibuja, casi de manera permanente, en el rostro del recién jubilado, Joan Mayans. Quedamos con él en el que ha sido su lugar de trabajo durante los últimos 22 años, el Instituto de Enseñanza Secundaria Xarc, de Santa Eulària, donde le conoce todo el mundo. A sus 60 años, el ex profesor de Historia deja a un lado las aulas para dedicar el tiempo libre a su familia numerosa y a sus aficiones, entre las que destaca la pintura. Pese a todo, a pocos días de haber dejado su puesto de trabajo reconoce que «echará de menos dar clase y, no tanto, corregir los sábados y los domingos», bromeó gracioso Mayans.
En este ambiente «familiar» para el exprofesor, nuestra entrevista se complica cuando llega la hora del patio. La conversación queda interrumpida constantemente por alaridos de alumnos, que, al verlo por los pasillos, se acercan a él, gritando «Mayans te queremos», y otros vítores, como «es el mejor profesor que hemos tenido nunca».
Secreto del éxito
A la vista está que le echarán de menos y que le tienen estima. Y es que Mayans es un profesor divertido y cercano. Su secreto, para convertirse en el profesor más querido del Instituto Xarc se basa en la relación que establece con los alumnos. «Primero es la persona, los sentimientos, y después ya vendrá la lista de los reyes de la Casa de Austria y los Borbones. Me he convertido en una persona de confianza para muchos alumnos y para eso hay que tener mucha sensibilidad para entrar en cada persona según sus problemas. No sólo quiero ser alguien que firma actas y hace la media aritmética», aseguró.
Esta relación de confianza le ha permitido «muchas más cosas, también académicas». Siguiendo su filosofía de «tratar de entender los códigos de los alumnos», el profesor explicó como, en algunos casos, poniéndose en la piel del youtuber AuronPlay, conocido entre los jóvenes, cambia el «buenos días» por un «todo bien, todo correcto», a la espera de la respuesta «y yo que me alegro», por parte de los alumnos.
A esa cercanía en el trato se le suma su pasión por la docencia y su carácter abierto y divertido, que le ayuda a conectar y a atrapar desde el primer momento la atención de los jóvenes.
Pasión por la docencia
Mayans puede estar satisfecho de haber hecho de su pasión, su profesión. Ya de pequeño le gustaba la historia y «quería ser profesor». Asegura que, durante estos años «me lo he pasado muy bien y me he divertido mucho, la verdad», y reconoce que «nunca me he visto haciendo otra cosa».
Para este exprofesor es importante «estudiar y trabajar en lo que a uno le gusta», y ese es uno de los muchos consejos que da a sus alumnos. «Es muy importante ir al trabajo y no estar mirando el reloj. Yo nunca lo he mirado y de hecho, (se mira la muñeca), no tengo. Estoy acostumbrado a funcionar con el timbre. Lo echaré de menos», confiesa con una gran sonrisa.
Una vida en las aulas
Con estas ganas de ser profesor de Historia, Mayans se fue a Barcelona a estudiar la carrera. Al terminar los estudios, con 22 años, se sacó las oposiciones y empezó su carrera laboral en un instituto de la Ciudad Condal, donde trabajó durante seis años. Otros seis años más ejerció en Cuenca hasta que en 1994 regresó a la isla y, desde entonces, su puesto de trabajo ha estado en el Instituto Xarc de Santa Eulària, donde se siente «como en casa».
El profesor recuerda nostálgico sus inicios. «Cuando empezamos en los alrededores sólo había descampado». En ese momento, el equipo educativo, explicó, estaba muy «cohesionado» y eran pocos alumnos. «Nos conocíamos todos, los tuvieses en clase o no». Pero aquella situación cambió y se pasó de 400 a 1.000 alumnos en poco tiempo. «En ese momento trabajábamos todo el día. Por la mañana estudiaban los de ESO y los de Bachillerato por la tarde». La situación mejoró con la construcción del Instituto de Sant Llorenç y del Instituto Quartó del Rei, con lo que el alumnado del Xarc está ahora «por debajo de los 600 alumnos».
Mayans se despide ahora de sus 22 años de docencia en el Xarc, donde ha dado clase a centenares de alumnos y algunos, incluso, con el paso de los años, se han convertido en compañeros. Eso sí, sus visitas semanales al instituto continuarán aunque sólo sea «para tomar café o para hacer la típica comida de los viernes».
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