«Era mi vida o la suya». Con estas palabras, José Ribas Riera, alegó ayer ante el Tribunal del Jurado que el 26 de mayo de 2014 actuó en defensa propia. El acusado por el asesinato de su sobrino político aseguró que le disparó tres tiros con una escopeta porque pensaba que Gerardus iba a agredirle y, «aunque no iba armado, podía matarme», señaló.
Con un día de retraso por la disconformidad del acusado con su abogado, ayer empezó en la Audiencia de Palma el juicio contra José Ribas, acusado de la muerte de Gerardus Johannes Buijs, en Sant Josep de Sa Talaia. «Si me llega a coger, es que me mata. Estoy aquí pero podría estar en el cementerio», manifestó ante el Tribunal del Jurado Ribas, de 65 años, tío político de la víctima, un joven holandés de 34 años.
La Fiscalía solicita 18 años de prisión por asesinato y la acusación particular, que representa a la viuda y los dos hijos del fallecido, reclama 25 años al considerar que hubo ensañamiento. Además, se solicita una indemnización cercana a los 300.000 euros.
El juicio se abrió ayer con la declaración del acusado. Ribas explicó que el día de los hechos, el marido de su sobrina, Gerardus, lo esperó en el camino cuando él acudía a su finca de ses Eres, en es Rafal Trobat, para exigirle, «bajo amenaza de muerte», que renunciara a una herencia por la que mantenía una disputa con su sobrina, ante lo que huyó hacia la vivienda, y, al verse perseguido, trató sin éxito de llamar a la Guardia Civil y cogió una escopeta, la cargó y le exigió que se marchase.
Ribas contó a la sala que su sobrino político, un hombre «de casi dos metros» que se encontraba «muy alterado», le exigía hablar y él entendió que se le acercaba para pegarle, ante lo que le disparó tres veces, sin tener conciencia de los detalles a partir el primer disparo, relató. «Se enturbia la mente», aseguró el acusado, quien admitió, no obstante, que si hubiera tenido más cartuchos cargados, los hubiera disparado.
El guardia civil que hizo la inspección ocular y dirigió la investigación apuntó que el primer disparo, que le impactó en el abdomen, se efectuó a unos cinco metros, con el arma a la altura de la cadera y con la víctima parada; el segundo lo hizo cuando Buijs huía y le impactó en la espalda desde una distancia de unos 8 metros, y el último se realizó «a bocajarro», a un máximo de 5 centímetros de la sien, cuando el tiroteado había caído al suelo. Otro agente agregó que cuando el acusado fue a entregarse al cuartel de la Guardia Civil acompañado de un vecino explicó que había matado a su sobrino político y que estaba seguro de su muerte porque «lo había rematado».
Hoy está previsto la finalización del jucio a la espera de que el jurado emita su veredicto.
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