El Ejército libanés dijo que el avión se destrozó en el aire antes de sumergirse en el mar. Las esperanzas de encontrar sobrevivientes desaparecieron apenas 12 horas después del accidente. Varios testigos describieron el impacto como un «relámpago que iluminó todo el mar» y una «bola de fuego».
El presidente libanés, Michel Suleiman, descartó que el avión hubiera sido derribado deliberadamente, enfatizando que «es improbable un acto de sabotaje».
Unos 83 pasajeros y siete tripulantes viajaban a bordo, de acuerdo con el ministro de Transporte libanés, Ghazi al-Aridi, en el aeropuerto. Veinticuatro cuerpos han sido recuperados hasta ahora, y al menos seis son de origen etíope. Algunos cadáveres estaban tan irreconocibles debido al impacto del accidente que se necesitarán pruebas de ADN para identificarlos.
Los restos de destrozados asientos de avión y equipaje fueron arrastrados a la costa sur de Beirut, donde se ubica la pista principal del aeropuerto. Botes de patrulla, helicópteros y buzos del Ejército libanés registraban un área frente a Na'ameh, 10 kilómetros al sur de la capital.
Unos 54 pasajeros eran ciudadanos libaneses, 22 eran etíopes, dos eran británicos y también había un canadiense, un ruso, un francés, un iraquí y un sirio.
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