Pese a los esfuerzos policiales, sigue entrando demasiada droga en la isla. En eso parece estar de acuerdo todo el mundo. La paquetería es un sistema que va ganando adeptos. Así se desprende de las palabras de una funcionaria del Cuerpo Nacional de Policía que ante la Audiencia Provincial declaró esta semana no acordarse bien de los pormenores de su actuación en la intervención de un paquete con droga. La agente explicó que el servicio ocurrió en las dependencias de una agencia de transportes donde la presencia de fuerzas policiales suele ser habitual y donde, según se colige, no se da, en ocasiones, abasto. Parece ser que el problema se agrava cuando hay que cubrir a la vez varias oficinas y claro, faltan agentes, que no paquetes.

Con tres gramos al volante. Por cierto, el caso en cuestión se refería al de dos habituales de la noche ibicenca. Uno fue sorprendido en un bosque de Cala Llonga desenterrando un paquete con 800 gramos de 'coca'. El otro recibió luego un envío con 'sustancia para el corte'. Éste último dijo que «desgraciadamente» gastaba en droga todo el dinero que ganaba en un negocio de compraventa de vehículos de alta gama en Madrid, hasta tres gramos diarios. Para reafirmar su adicción salió un compañero-encargado del negocio, ubicado en Las Rozas, que se declaró también consumidor. Lo mejor fue cuando ambos dijeron ocuparse del traslado de los vehículos hasta las ciudades donde estaba el cliente. O sea al volante en Audi, BMW o Porsche con tres gramos de cocaína en el cuerpo (y se supone que también a gran velocidad) por las carreteras peninsulares. Ejemplar.

Mal aparcado. Al que le cayó el paquete fue a un ingenuo conductor que hace dos semanas «picó» en Sant Antoni. El afectado estaba en un bar cercano a la rotonda de Cala Gració y, según fuentes judiciales, salió con celeridad a la calle cuando un agente local preguntó a voz en grito que quién había dejado «mal estacionado» su vehículo. Tras ello, (se dice que el policía le dijo que lo quitara), el cliente del bar subió a su coche y lo estacionó correctamente. «Ahora, te vienes conmigo a soplar en el etilómetro», se cuenta que terminó ordenando el policía.