El «Thopaga», un velero de época con sede en Eivissa, se hundió la madrugada de ayer frente a la costa francesa, a la altura del Finisterre bretón. Sus nueve tripulantes se encuentran sanos y salvos tras ser rescatados por un helicóptero y acudir a su auxilio otro barco que se encontraba en las proximidades.
El suceso ocurrió a las tres de la madrugada, el tiempo era normal y las causas del siniestro están siendo investigadas. El lugar del accidente se sitúa a 40 millas del puerto francés de Brest, adonde acudía la embarcación con el fin de participar en un encuentro marítimo con otras naves históricas. Este barco había viajado hasta los 43 grados de latitud con vientos de hasta 60 nudos cuando se produjo el incidente que no pudo ser controlado por la tripulación, que tuvo que echarse al mar en una de las lanchas de salvamento, de donde fueron rescatados por vías aérea y marítima, un suceso del que se dio cuenta también a Salvamento Marítimo en Balears, donde explicaron que todos habían salido ilesos.
Precisamente, su robustez y excelente conservación eran algunos de los argumentos esgrimidos desde el Ayuntamiento de Eivissa para impulsar su consideración como Bien Catalogado.
El velero trabajaba habitualmente como barco escuela y estaba previsto que regresase a Eivissa el próximo mes de agosto. Por su cubierta han pasado miles de estudiantes, que así han podido iniciarse en el mundo de la mar.
La pérdida
La pérdida de la goleta pailebot «Thopaga» supone la peor catástrofe para el patrimonio histórico marítimo de Balears. Su presencia ha sido habitual en aguas del puerto de Eivissa durante años, desde que culminó un cuidadoso proceso de restauración a cargo de Gerald Delgado. Un armador que junto a su mujer Nicole Legler, además ha afrontado el reto de recuperar otro barco velero similar, el Cala Millor, construido en Palma en 1946 para la Naviera Mallorquina.
El «Thopaga», antiguo «Cala Tuent», era uno de los escasos veleros ligados a Balears supervivientes de un imparable proceso de desaparición iniciado en los años 60. Incendiados en Cala Penyes Rotges, desguazados o hundidos, antiguos pailebots como el «Cala Gat» o el «Ciudad de Inca», entre muchos otros, pasaron en pocos años de constituir la columna vertebral de la flota mercante balear a un mero recuerdo.
Los que lograron salvarse acabaron en remotos países para no regresar jamás a nuestras aguas. Otros, los más afortunados, regresaron en un momento en que la sensibilidad a la hora de asegurar su preservación era un objetivo asumido por particulares e instituciones.
La presencia de uno de estos barcos hoy día en cualquier puerto constituye motivo de especial interés para la población local. Construidos por carpinteros de ribera con ancestrales técnicas artesanales heredadas de generación en generación, estan considerados como elementos irrepetibles de la historia marítima de la humanidad.
El «Thopaga» realizaba en la actualidad diversas excursiones por las Pitiüses y navegaciones de más larga duración desde su base en Eivissa para participar en distintos eventos náuticos. Construida por Astilleros Navarro en Aguilas (Murcia) en 1924 era uno de los mayores veleros de este tipo en activo.
En 1930, al ser adquirido por la Naviera Mallorquina, (1930-1960) fue instalado el motor auxiliar. Durante aquella época su actividad consistía en el transporte de cítricos desde Sóller , Palma y Valencia al Sur de Francia.
A partir de los años 60 con la Naviera Matutes fue destinado a transportar material de construcción para el desarrollo turístico de Eivissa. La entrada en servicio de buques más modernos determinó después una nueva faceta operando en las Antillas para Circum Navegaciones desde 1978. Hasta que restaurado en Paraguay y el Levante español en sucesivas operaciones representaba hoy una pieza de museo viviente y un monumento a la historia de los navegantes de antaño.
Su eslora total de 42 metros con 33 en cubierta, 7'20 de manga y 3'60 de calado le aportaban un registro bruto de 133 toneladas.
Su presencia en algunas ediciones del Trofeo Almirante Conde de Barcelona, suscitó en Palma la admiración y la nostalgia al izar su velámen de cangrejas y escandalosas hasta totalizar 850 metros cuadrados de trapo. Un recuerdo inolvidable que permanecerá para siempre entre los amantes de la mar y los barcos.
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