Beryl y Derek Hodgoson, ayer en Cala Llonga.

Derek y Beryl, los padres de Jeffrey Hodgson, regresaron ayer por la mañana a Cala Llonga, el lugar donde, hace más de un año, desapareció su hijo, un hombre de mediana edad aunque con las facultades mentales disminuidas. El matrimonio, residente en la localidad británica de Stockport, se desplazó a Eivissa para hacerse cargo de los restos mortales de Jeffrey, cuyo cadáver fue encontrado por unos excursionistas en un torrente de difícil acceso situado a pocos kilómetros del hotel donde la familia tenía previsto pasar sus vacaciones.

Tras quince meses de búsqueda infatigable, finalmente el resultado fue fatídico para la familia. Nada más llegar ayer ante la puerta del hotel, la madre de Jeffrey se fundió en un emotivo abrazo con el director del hotel Playa Imperial de Cala Llonga. Poco después aseguraba no creer la versión ofrecida por los cuerpos de seguridad al respecto de la muerte de Jeffrey que es considerada un accidente. Beryl afirmó, poco antes de dirigirse hacia el lugar en el que apareció el cadáver, que no podía creer que la víctima llegara por sus propios medios hasta allí. «No se corresponde con la actitud de Jeffrey -explicó-. Alguien tuvo que llevarle hasta allí, él sólo no habría llegado». La madre afirmó a continuación que la familia no da por cerrado el caso, anunciando que proseguirán la investigación en Inglaterra.