El Museu Etnogràfic d’Eivissa, situado a los pies de Es Puig de Missa de Santa Eulària, en la casa payesa de Can Ros con más de 300 años de historia, acoge una interesante y completa exposición sobre la construcción naval en Ibiza, y los oficios de maestro de ribera y calafate.

A través de utensilios y herramientas que se usaban en la construcción de barcos, fotografías antiguas en las que se ven trabajando a algunos de los maestros más importantes que vivieron en Ibiza como Toniet d’en Toni, Pepe Vadell, Nito Misses o Joan Tur, Juanito Guardiola, localizaciones exactas de algunas de las atarazanas más destacadas que hubo en la isla, o dibujos de las embarcaciones tradicionales ibicencas realizadas por Toni Tur, Sendic, el visitante tiene una amplia visión de estos oficios que resultaron fundamentales durante siglos en la mayor de las Pitiusas.

No en vano, y según el folleto informativo de la exposición «desde tiempos inmemoriales Ibiza ha guardado una intensa y permanente relación con el mar, ya que éste era su única vía de conexión con el resto del mundo y entre diferentes puntos del territorio insular». Y es que aunque parezca dificil de entender viendo la isla actualmente, «hasta los siglos XIX y XX no se consolidó una red de caminos y carreteras que conectaban los pueblos con Vila».

Tal vez por ello, Ibiza siempre ha podido presumir de tener grandes maestros de oficios que tenían que ver con las actividades del mar, como pescadores, marineros, armadores de redes, teñidores, fabricantes de nansas, carpinteros de ribera o calafates. Precisamente, según la exposición, muchos de ellos se fueron estableciendo en torno a lo que ahora se conoce como el barrio de la Marina. En este sentido, ya en un plano del siglo XVI realizado por Giovanni Battista Calvi, antes de las construcción de las murallas, se puede ver un barrio con una calle sin salida, delante de la actual plaza Antoni Riquer y que actualmente conserva el nombre de calle de sa Drassana (atarazana), y un conjunto de edificios orientados hacia el mar con una zona rectangular, probablemente descubierta y con un gran arco de entrada. Incluso, y aunque faltan muchos datos sobre las actividades que se llevaron a cabo, en la muestra se explica «que la importancia de estos trabajos se manifiesta con la creación de un cargo oficial, el drassaner, encargado de las gestiones económicas y la vigilancia de la atarazana y la zona de la riba».

El carpintero de ribera

Junto a este cargo, también se desarrolló el oficio de carpintero de ribera, considerado como uno de los más antiguos que se conocen. Según se explica en el folleto «era el encargado de planificar, construir y reparar una embarcación», estaba muy vinculado a la madera y en zonas catalano parlantes se le conocía como mestre d’aixa, «por una de sus herramientas, formada por una hoja de hierro con un mango que servía para cortar y vaciar la madera».

En nuestra isla se desconoce su origen aunque se tienen referencias a su existencia en el siglo XVI, XVII y XVIII donde incluso hay contratos entre carpinteros de ribera y clientes donde se recogen las principales características de las construcciones pactadas. Según publicó en distintos estudios Antoni Costa Ramón el período más importante para la construcción naval en Ibiza fue la primera mitad del siglo XVIII ya que en torno a 1860 comenzó a entrar en crisis. De hecho, en 1867, cuando el archiduque Lluis Salvador visitó nuestra isla, ya no se construían prácticamente grandes embarcaciones y las atarazanas se dedicaban principalmente a trabajos menores y reparaciones. Por tanto, se puede decir que el período de mayor esplendor para el oficio de carpintero de ribera coincidió con las necesidades de construir embarcaciones para las actividades corsarias, la pesca y la navegación de cabotaje, impulsada principalmente por la apertura de las líneas comerciales con América y por los intercambios de productos generados por la ilustración.

A lo largo de los siglos hay bastantes referencias de grandes maestros. A partir del XIX ya hay documentados algunos carpinteros de ribera, recogidos por Pere Vilàs, como Joan Torres Manyà, Salvador Vicaria, Pere Escanellas, Joan Pujol, Josep Verdera, Miquel Juan, Joan Suñer, Toni Ferrer, Jordi Suñer, Josep Mayans o Josep Joan. Y en el siglo XX destacan Josep Torres Serra Pep Raspalls, Joan Tur Guardiola, Pere Torres Manyà, su hijo Pere Torres, Josep Cardona Pepe de Costura, Joan Cardona Joan de Costura, Joan Marí de can Rota es Calero, los hermanos Lluc, Nito Misses, Toni Torres de Can Toniet d’en Toni, Toni Costa Micolau, la familia de los Cadirers, los Rieretes o Can Cosmi.

Era un oficio que requería de mucha experiencia y una serie de habilidades y conocimientos que se transmitían de generación en generación. Según la exposición se empezaba como aprendiz «y si se tenía la habilidad suficiente se heredaban los conocimientos del padre, abuelo u otro familiar». Primero se hacían trabajos menores, como manejar las herramientas de la madera, sujetar plantillas o poner tablones, y no se llegaba a ser maestro de ribera hasta que no se aprendía a dibujar planos y a hacer plantillas. Algo que era fácil ya que, según Joan Torres Nito Misses, maestro ya jubilado, «costaba muchísimo que los viejos maestros transmitieran los conocimientos a los jóvenes porque preferían reservar lo que sabían hasta el final de sus días».

Mientras, de forma íntimamente relacionado con el carpintero de ribera se generó otro oficio, el calafate. Según se explica en el folleto «eran los encargados de la última fase de la construcción de una embarcación, garantizando que quedase bien impermeabilizada y no se filtrase el agua en el interior del casco».

Tradicionalmente era un oficio diferente al de maestro de ribera «pero con la crisis de la construcción naval de la segunda mitad del siglo XX desapareció y eran los mismos maestros los que se encargaban de calafatear».

Sin embargo, la crisis comenzó antes. A partir de 1917, después de la primera Guerra Mundial, «los trabajos se limitaron a realizar embarcaciones menores como laúdes o motoveleros, como la Joven Teresa, construída por el maestro Juanito Guardiola en 1962, siendo considerada la última embarcación importante que se realizó en las atarazanas de Ibiza.

Situación actual

La causa fue, fundamentalmente, que las embarcaciones de madera no pudieron competir con los barcos a vapor y las grandes embarcaciones construídas con acero e impulsadas con motores. Con ello, el oficio de carpintero de ribera se fue reduciendo quedando únicamente para reparaciones, mantenimiento y construcción de pequeñas embarcaciones como botes, chalanes y laúdes, y algunos nuevos modelos como los snipe, destinados a regatas. Además, la situación se agravó a finales del siglo XX y comienzos del XXI cuando la Unión Europea ofreció subvenciones para la recuperación de la flota pesquera, provocando que los armadores pudieran obtener una ayuda para comprar un nuevo barco, hecho con diseños y materiales modernos a cambio de hundir o desguazar los antiguos laúdes y barcas de arrastre de madera tradicional.

Por ello, y a pesar de que el Consell d’Eivissa ha conseguido recuperar como patrimonio tradicional embarcaciones como Planisi, Bartolomé, Luz, Joven María, Santa Margarita de Crestaix o Tatu, actualmente son muy pocos los que se dedican a este oficio que ha tenido que adaptarse a los nuevos tiempos. Hoy en día casi todo pasa por el mantenimiento y restauración de embarcaciones tradicionales y la obra nueva es prácticamente inexistente. Por ello, exposiciones como la que ofrece el Museu Etnogràfic d’Eivissa, en Can Ros, adquiere aún mayor valor.

LA CITA

MUSEU ETNOGRÀFIC D’EIVISSA

Está situado en la casa pagesa Can Ros, situada a los pies del Puig de Missa de Santa Eulària. El horario de visita es de martes a sábado, de 10.00 a 14.00 horas y de 17.30 a 20.00 horas, y los domingos de 11.00 a 13.30 horas.

La mayor embarcación que se iba a hacer en Ibiza acabó en una fábrica de electricidad

Según se recoge en el folleto en 1917 se inició en la atarazana de Sa Riba la construcción del que hubiera sido el barco más grande erigido en Ibiza.

Abel Matutes Torres se lo encargó a los hermanos Manyans, reconocidos carpinteros de ribera y pretendía que una vez terminado alcanzase las 1.100 toneladas. Sin embargo, terminada la primera Guerra Mundial y con la crisis económica que se vivió en Europa el proyecto se vió como poco viable parándose la construcción del navío. Finalmente, después de unos años abandonado, en 1925 lo que ya se había construído se desguazó, utilizándose su madera para avituallar las calderas de la fábrica de electricidad, tambien propiedad de Abel Matutes Torres.