Antoni Ferrer Abárzuza, durante la presentación de su nuevo libro, ayer en Es Polvorí. | Toni Escobar

El prestigioso historiador ibicenco Antoni Ferrer Abárzuza ha vuelto a superarse con su último libro, Captius i senyors de captius a Eivissa. Una contribució al debat sobre l’esclavitud medieval (segles XIII-XVI) que se presentó ayer a las 20.00 horas en el espacio cultural Es Polvorí de la Fundación Baleària.

Se trata de un ejemplar de casi 600 páginas donde ha conseguido documentar a lo largo de unos diez años de investigación unos 1.700 cautivos que estuvieron en Eivissa desde el año 1273 hasta el año 1600. Según el autor, lo recogido en este ensayo, muy bien documentado, y que hará las delicias de los amantes de la Edad Media en las Pitiüses, es el resumen de su tesis doctoral con la que consiguió ni más ni menos que un sobresaliente cum laude. «Se trata de una revisión legible para todo tipo de público de mi tesis Captius o esclaus a Eivissa (siglo XIII-XVI) y que a su vez se basa en un trabajo breve que hice hace mucho tiempo para el Institut d’Estudis Eivissencs, y en él intento que el lector tenga una visión lo más clara posible de como era la mecánica de la esclavitud en aquellos años en Eivissa», confirmó momentos antes de la presentación.

En este sentido, Ferrer Abárzuza destacó que tener esclavos era algo «muy habitual entre los señores ricos de Eivissa que vivían en las partes más altas de Dalt Vila». Sin embargo, no solían tener muchos. «Lo normal era tener uno o dos como demuestra que sólo algún potentado llegó a tener cinco o seis al mismo tiempo». Algo que se debía, según el historiador, a que suponía un importante desembolso económico el mantenerlos con vida. «Los tenían para trabajar, fundamentalmente en las viñas de las tierras que tenían en la zona del Pla de Vila, y luego, en temporada, para recolectar la sal, pero también había que darles de comer y un techo, aunque fuera miserable, y eso costaba mucho dinero», explicó.

Incluso, el autor del ensayo también llamó la atención sobre la gran cantidad de cautivos que trabajaron en la construcción de las murallas de Eivissa. «Es algo que casi nunca se cita pero he podido comprobar que en los libros de contabilidad de las murallas renacentistas se recoge que en las cuadrillas, salvo el maestro y el aprendiz, la mayor parte de los trabajadores eran esclavos que provenían de casi todo el mundo entonces conocido».

Concretamente, el historiador asegura que la mayor parte de ellos «eran moros y sarracenos que habían sido capturados en el norte de África por los corsarios de Eivissa, Mallorca o Valencia». Sin embargo, Ferrer Abárzuza también ha documentado «esclavos exóticos, como rusos, tártaros, griegos o albaneses que traían los genoveses que venían a comerciar con la sal a la isla», e incluso, sardos de la isla de Cerdeña, «que tenían la mala costumbre de rebelarse constantemente contra el Reino de Aragón sin mucha fortuna».

Todos estos hombres se podían comprar en un mercado público de esclavos que se instalaba de forma regular en la plaza de la Catedral de Eivissa. «Las condiciones de la venta eran terribles, no se respetaba al cautivo, y se le consideraba como mercancía, teniendo menos valor en ocasiones que los propios animales», explicó el investigador ibicenco mientras confirmó que sería muy difícil trasladar al dinero actual lo que costaría alguno de aquellos hombres.

El estudio de Ferrer Abárzuza en Captius i senyors de captius a Eivissa. Una contribució al debat sobre l’esclavitud medieval (segles XIII - XVI) se detiene en el siglo XVI aunque el historiador ibicenco se encuentra «con ganas» de seguir investigando. «Aún hay muchas cosas interesantes sobre este tema de las que escribir como, por ejemplo, las revueltas que se produjeron contra los cautivos en el siglo XVII, a los que los habitantes de Eivissa les acusaban de robarles el pan». Y no le falta razón escuchando sus palabras. «Desgraciadamente en nuestra isla hubo esclavitud durante varios siglos más y de forma residual concretamente hasta 1833, dos o tres años antes de que se aboliera definitivamente en la Península».