Durante los últimos años, se ha consolidado como una suerte de matriarca del barrio. Ubicado en la calle Felip Curtois i Valls, Abuelita Carmen nació como tienda-bar bajo el nombre de «El Barrio». Con el tiempo, el bar y la tienda tomaron caminos separados, y el bar pasó por diferentes manos —las de Joana y las de Laura— hasta la llegada de la pandemia en 2020.
«Llevaba muchos años dándole vueltas a montar algo por mi cuenta», asegura su actual propietaria, Carmen Díaz, al relatar su desembarco en Cas Serres. «A finales de 2020 empezamos a hacer la reforma para abrir en marzo de 2021», explica Díaz respecto a la reconversión del establecimiento y al «lavado de cara» que le hizo al local.
Origen
La historia de Abuelita Carmen es también la historia de una tradición familiar ligada a la hostelería. Lo que quería era montar un bar como los que tuvo mi padre, Antonio, junto a mi tío Miguel: el bar Peña Bética de Vila o el Tres Delicias, entre otros», explica Carmen. «Allí se hacían las típicas tapas de espinacas, callos, garbanzos, pucheros, estofados de ternera… que preparaba mi abuela Carmen en la Peña Bética hasta que se puso enferma».
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Así, Carmen también cambió el nombre del bar como homenaje a su abuela y a la cocina que esta preparaba en el negocio familiar donde ella pasó su infancia. «Para mí era importante mantener viva esa tradición de sabores caseros, de comida hecha con amor y dedicación», comenta la propietaria.
Barrio
Carmen reconoce que, tras abrir Abuelita Carmen, «tuve que esforzarme por hacerme con la clientela del barrio. Aquí hay más bares, como el de la AA.VV. o el Kenene, un poco más abajo».
Sin embargo, poco a poco fue conquistando a los vecinos con su cocina casera y su trato cercano.
Además del vecindario de Cas Serres, «todo gente trabajadora», Carmen también cuenta con un volumen de clientes, igualmente de clase trabajadora, provenientes de los talleres y concesionarios de coches cercanos. Un perfil de clientela obrera que, como reconoce la propietaria, la obliga a «mantener unos precios más que ajustados y a tener mucho cuidado cada vez que tengo que subirlos, porque no me queda más remedio que hacerlo».
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La clientela de Abuelita Carmen, tal como explica su propietaria, es gente del barrio y, sobre todo, asidua a su establecimiento. «Aquí no tenemos turistas ni clientela ocasional. La mayoría son clientes fijos que han convertido el bar en su segunda casa», afirma.
En el caso de Paqui, tras ser clienta durante mucho tiempo, pasó a formar parte del equipo de Díaz, ocupándose junto a Mari de la cocina del bar cuando Antonio tuvo que dejarla tras haberla puesto en marcha junto a su hija: «Mi padre, además de hacerme la obra, fue el primero en preparar nuestras tapas al estilo de la abuela Carmen, que también las hizo durante mucho tiempo en el bar Xicu».
Clientela
José es un ejemplo del vínculo que mantiene la responsable de Abuelita Carmen con su clientela. «Yo hice las obras de reforma junto al padre de Carmen, Antonio».
A la hora de señalar lo mejor del bar, Pedro no acaba de decidirse por ninguna de las tapas que salen de su cocina: «La de espinacas con garbanzos es buenísima, igual que la ensaladilla o las albóndigas que hace Paqui con sus propias manos... o con el sobaco» (risas). A su lado, Pedro destaca «la tapa de pulpo» como su favorita. Sin embargo, cuando se le pregunta qué es lo que más le gusta de La Abuelita Carmen, no duda en afirmar que «lo mejor de todo son las camareras».
Suri también es habitual del establecimiento. «Aunque vivo en Vila, siempre que puedo vengo a tomarme una cañita y un buen desayuno». Entre sus tapas favoritas están las populares albóndigas, de las que destaca su elaboración casera mientras disfruta de una tapa de ensaladilla rusa: «El otro día me tomé una en otro lugar y me sirvieron una ensaladilla prefabricada, nada que ver con la que preparan aquí, 100 % casera».
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Carlos es un veterano del barrio de Cas Serres. «Llevo aquí más de 20 años», afirma, mientras disfruta de su café en La Abuelita Carmen, acompañado de su mascota, Júnior. «Suelo venir cada día para tomarme un café por la tarde», explica Carlos, quien destaca que el mayor valor de este bar es «la gente, tanto la que te encuentras como la que lo gestiona y te atiende, siempre de primera».
El vínculo con el vecindario de Cas Serres queda reflejado en la figura de otro de los vecinos veteranos del barrio, Jesús. «Toca flamenco y ha hecho algún bolo aquí», explica Carmen, mientras Jesús confirma: «Hemos hecho tres o cuatro fiestas flamencas que han sido todo un éxito. En alguna he tenido que traerme mesas y sillas de casa para que todo el mundo se pudiera sentar».
Jesús pone en valor tanto la profesionalidad del personal de Abuelita Carmen como el carácter casero y andaluz de su cocina. «Cada vez que vienen mis padres a visitarme desde Sevilla, de Jesús del Gran Poder, quieren venir aquí a comer».
Otra muestra de la familiaridad de Carmen con su clientela son las partidas de cartas que, a última hora de la tarde, cuando el volumen de trabajo lo permite, se juegan de manera relajada en la terraza del establecimiento. La Abuelita Carmen es mucho más que un bar; es un reflejo del alma de Cas Serres, un lugar donde se comparten historias, sabores y, sobre todo, amistad.
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