Tras tres décadas al cargo del bar familiar, Pedro ha cedido la responsabilidad a Leticia, sin dejar de trabajar como camarero en el Baena. | Toni Planells

E ra el año 1985 cuando la familia Baena abrió su propio bar en el solar de sa Carroca que Purificación y Matías adquirieron para construir su casa y su negocio tras años de trabajo como camarera de pisos y fontanero, respectivamente, en el Hotel Victoria. La zona, entonces mucho menos urbanizada que en la actualidad, contaba con escasas viviendas y servicios, lo que hizo que el Bar Baena se convirtiera pronto en un punto de encuentro clave para los vecinos del incipiente barrio.

Familia

Allí crecieron sus hijos, Matías, Pedro y José, mientras Purificación dedicaba todo su tiempo al bar y a la familia y Matías padre alternaba su trabajo en el hotel con el del bar familiar. «En el 85 apenas había 20 casas en todo el barrio, ahora hay más de 200», recuerda Pedro respecto al desarrollo de sa Carroca desde su llegada, cuando «solo había el Bar Sa Carroca aquí al lado, que abrió el año anterior a nosotros, después estaba Can Bellotera más abajo y Can Moreras, que era más tienda que bar».

Respecto a la oferta del Bar Baena en sus inicios, Pedro explica que «para los cuatro gatos que había, lo que ofrecíamos no iba más allá de cervezas, cafés y copas». «Nunca quisimos llegar más allá de lo que pudiéramos hacer en una plancha: unos cuatro bocadillos y algún plato combinado como máximo cuando me puse a trabajar en el bar con mis padres. Hacer más era complicarse la vida», recuerda Pedro respecto a la oferta de la cocina del bar familiar al que se incorporó en 1995, «cuando terminé la mili».
En 1994, el Bar Baena vivió un acontecimiento histórico al repartir 250 millones de pesetas entre su clientela con un cupón de la ONCE agraciado, lo que dejó una huella imborrable en el barrio y en la memoria de sus clientes.

Durante una década Pedro trabajó junto a sus padres hasta que estos decidieron jubilarse. Sin dejar de conservar el espíritu familiar, Pedro contó con la ayuda de María, su esposa y madre de sus dos hijos, Daniel y Raúl. «Mi madre siempre ha seguido ayudándonos y apoyándonos, igual que mi padre que, aunque estaba enfermo, también ayudaba en lo que podía», reconoce mientras admite que, sin embargo, «contraté ayuda de camareras como Tatiana, Yolanda o Isa, que estuvieron años con nosotros». La implicación familiar ha sido siempre el sello distintivo del Baena, donde la confianza y el trato cercano con los clientes ha perdurado a lo largo de los años.

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Nueva etapa

Otro punto de inflexión en la historia del bar Baena, tal vez el más significativo, tuvo lugar hace cerca de un año cuando, en febrero de 2024, Pedro decidió alquilar el negocio, «ya que mis hijos habían terminado sus estudios, se apañaban solos y ya no necesitaba trabajar 20 horas». «Con trabajar ocho horas al día, cinco días a la semana, me conformo: ¡esto es el sueño español!», insiste Pedro entre risas y con alivio para argumentar su cambio de rol en el Baena de propietario a empleado. «Ahora vivo más tranquilo que nunca».

Quien carga con la responsabilidad del Baena desde hace casi un año es Leticia Brian, quien se enteró desde su establecimiento en sa Blanca Dona, Es Barri, «a través de un amigo de que Pedro estaba interesado en alquilar su bar y me lancé de cabeza». «Decidí conservar el nombre de toda la vida, Baena, sin dejar de usar el nombre de mi bar, Es Barri, por eso le hemos puesto Es Barri de can Baena», asegura la nueva propietaria, que también ha querido darle su toque personal, tanto en la decoración del local, «hemos puesto fuentes que inspiran tranquilidad», como en la oferta del establecimiento: «Hemos incorporado tapas elaboradas, menú y una carta que varía según la temporada, con platos como albóndigas caseras, calamares a la andaluza y paella los fines de semana». La nueva gestora asegura que habrá novedades en un futuro no muy lejano, reconociendo que «esto da para más y estamos pensando en más cosas» mientras subraya que «todo lo que hacemos es casero, con producto local y nunca recalentamos la frita de pulpo o de cerdo en el microondas».

Cambios

Esta serie de cambios y novedades ha sido bien recibida por la clientela habitual del Baena. «Ahora viene mucha gente nueva, antes nos conocíamos todos y cuando molestaba un coche sabías perfectamente de quién era. Ahora hay que preguntar», argumenta Jesús, uno de los clientes diarios del Baena en la mesa donde suele debatir con sus compañeros «sobre política, fútbol y mujeres», tal como asegura Mariano desde el otro lado de la mesa. Paco y Domingo completan la mesa de veteranos del Baena. Paco explica que conoció el Baena «cuando las paredes todavía olían a cemento, un día que vine a ver un solar donde hacerme la casa y entré a tomarme un café con leche. He vivido aquí al lado desde entonces y este es el mejor lugar: si acabo con una copa de más, te pueden arrastrar hasta la puerta de mi casa» (risas). Domingo es vecino del barrio desde mediados de los años 70, aunque reconoce que es habitual del Baena «desde hace alrededor de un año, cuando me retiré. Ahora me gusta venir a discutir sobre cualquier cosa con los amigos». «Lo peor de que venga es que nos riñe todo el tiempo porque fumamos», admiten entre risas los comensales sobre la compañía de Domingo.
El vecindario es uno de los puntos comunes entre la clientela del Baena. Adrián lleva ocho años en el barrio y asegura que «llevo viniendo prácticamente a diario desde entonces». «Yo llevo viviendo aquí toda la vida y vengo al Baena desde hace 40 años», explica Toni mientras coincide con Adrián en cuanto a que «aquí te encuentras amistades, estás tranquilo y ahora, además, se puede comer un buen bocadillo, una buena tapa o un buen plato».

Si hay un cliente icónico en este establecimiento es Juanjo, quien se ha ganado el apodo de ‘alcalde del Baena’ y cuyo rincón favorito de la barra es conocido como ‘su oficina’. «Aquí me dieron mi primer biberón», asegura entre risas el ‘alcalde del Baena’ desde ‘su oficina’, mientras Pedro asegura que «hay gente que se cree que Juanjo es el dueño del bar». «Yo era el entrenador del equipo de fútbol sala del bar y siempre organizaba paellas y torradas los domingos. Como solía ser ‘la voz cantante’, se creían que yo era el dueño y Pedro mi empleado», argumenta Juanjo entre carcajadas.
Las cuatro décadas de historia del Baena dan para que, tal como explica Pedro, «los clientes antes eran los padres, y ahora son los hijos». Este relevo generacional en la barra del Baena viene fielmente representado por Juanjito que, de la misma manera que su padre, asegura que «aquí me he tomado mi primer biberón, y el segundo, y el tercero, y el cuarto…».