Corría el año 1968 cuando la familia Madrid Aznar, con Vicente a la cabeza, abría el bar que llevaría su nombre en una avenida España muy distinta a la de hoy en día, cuando prácticamente estaba en las afueras de Vila.
Desde esta ubicación, la familia de Vicente vio cómo la ciudad crecía: l’Hospital se convertía en el Consell y la avenida España en un bullicioso conglomerado de vehículos entrando a Vila.
Tras haber trabajado junto a sus padres y hermanos toda la vida, Paco se hizo cargo del bar que fundó su padre junto a su esposa, Lourdes, hasta su jubilación, poco después de la llegada del nuevo siglo.
«Pepe Ruiz fue quien tomó el relevo de los Madrid durante unos ocho años hasta que me lo traspasó a mí en 2010», aseguraba Jaume Marí un par de días antes de finalizar su carrera laboral entre abrazos y buenos deseos de su fiel clientela.
La larga vida laboral de Jaume siempre estuvo ligada a la hostelería y comenzó «oficialmente cuando tenía 14 años, pero ya había estado trabajando en negro desde mucho antes», tal como asegura él mismo. Su amplia experiencia estuvo durante décadas ligada a su socio, cuñado y tocayo en establecimientos tan míticos como La Sirena, frente al antiguo cine Cartago, el Pío Lindo en Figueretes o el bar Industrial en el polígono de Can Bufí durante 27 años antes de ‘emanciparse’ y «buscarme un ‘juguete’ para terminar mi carrera más tranquilo después del volumen de trabajo que mantuve durante años», tal como se refiere él mismo a su última etapa en el bar Madrid, «un bar más pequeño donde, aunque se trabajaba bastante, nada comparado con los demás».
«A partir de ahora, el bar Madrid se convierte en historia», zanja Marí respecto al futuro del establecimiento, del que adelanta que «se ha traspasado a otra gente que le va a cambiar el nombre y no sé qué idea de negocio tiene». La fórmula del bar Madrid siempre ha sido muy parecida desde su apertura hace más de medio siglo, cuando, bajo la gestión de la familia Madrid Aznar, ya era habitual encontrarse a buena parte del vecindario, entonces jugando a cartas muy a menudo.
Vecinos y trabajadores
Aunque los hábitos de juego se han perdido en la mayoría de los bares ibicencos, el perfil de la clientela del bar Madrid se mantuvo intacto hasta el último día (el pasado sábado 7 de diciembre). «El 95% de nuestros clientes son personas conocidas, vecinos y trabajadores de la zona que vienen prácticamente cada día», aseguraba Jaume tras un nuevo abrazo de despedida de una de estas clientas. «Es verdad que en verano la gente habitual trabaja más y no venía tanto, pero se compensaba con los que iban de paso», explicaba Marí para argumentar que «siempre se ha trabajado igual en enero como en agosto».
Con la intención de atravesar su última etapa tras la barra con la mayor comodidad posible tras décadas de trabajo intenso, Jaume pasó de abrir desde las seis de la madrugada hasta las 21 horas a cerrar a las 16 y contar solo con la ayuda de Jesseña en la cocina, «lo justo para mantener el trabajo y el servicio necesarios». Un servicio que, además de desayunos, ha ofrecido hasta prácticamente el último momento «un plato del día, combinando siempre carne y pescado, a un precio más que razonable».
«Acabar la carrera viendo que la gente está contenta con tu trabajo y con la satisfacción de haberlo hecho bien es un motivo de orgullo», comentaba Marí sin poder ocultar cierta emoción tras el enésimo abrazo de despedida, antes de reconocer que «lo que más voy a echar de menos va a ser a la gente».
Qué duda cabe de que la clientela del bar Madrid también echará de menos a Jaume, tal como se desprende de los comentarios que muchos de ellos hicieron al respecto. «Es una pena para mí pero una alegría para él, se la merece», aseguraba Julia, que se acercó para desearle una feliz jubilación a Jaume. «Descubrí el bar por casualidad un día que fui a Vila caminando y me convertí enseguida en habitual. Hace tiempo que, por trabajo, no he podido venir tanto, pero no quería dejar de venir a despedirme», explicaba Julia emocionada.
Trato espectacular
«Es una pena que cierren lugares de siempre como este, pero Jaume se ha ganado la jubilación con creces, aunque a nosotros nos toque echarlo de menos», comentaba Oscar. Junto a él, Tania y Pepe se refieren al bar Madrid como «nuestra segunda oficina, si es que no es la primera», mientras apuraban su último desayuno y descanso de su puesto de trabajo a pocos metros del bar. «Lo mejor de todo, además de las tostadas o las tortillas, siempre ha sido el trato y el servicio de Jaume», añadía Tania.
«El trato siempre ha sido espectacular. Desde que llegué de Valencia no he dejado de venir, es el tipo de bar de barrio con gente trabajadora que me ha gustado siempre», aseguraba Lucho.
A pocos metros de Lucho, Sandra, Daniela y Luismer disfrutaban de su último desayuno en el Madrid, lamentando «no haberlo conocido antes». «Vengo todos los días desde que lo descubrí hace algo más de un año. Desde entonces he ido trayendo a toda mi gente tanto por la calidad humana como la calidad de lo que preparan», aseguraba Sandra, mientras Daniela describía el Madrid como «un lugar increíble y acogedor, desde el primer momento te tratan como si fueras familia». «Cuando cerraban por vacaciones nunca encontrábamos otro lugar igual, sobre todo por el trato», añadía Luismer, que reconocía que «estoy llorando desde que me enteré de que cerraban».
María es otra de las clientas veteranas, aunque con ironía asegura que «llevo viniendo desde hace solo ‘un par’ de meses (en el sentido ibicenco de ‘par’)», antes de despedirse de Jaume con un «ya nos iremos encontrando por la calle». Otro cliente veterano del bar Madrid, José Ramón, explica que «venía cuando era un jovencito con mis padres, Paco de l’Ifach y Teresa. Ahora que falta mi madre, he seguido viniendo a comer con mi padre con frecuencia». «El trato de Jaume siempre ha sido espectacular. Además de la profesionalidad, nunca ha dejado de estar pendiente de la familia. Se le echará mucho de menos», añadía el cliente tras su último desayuno en el bar Madrid.
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