Iván Ros, minutos antes del inicio del programa ‘BNP Entrevistes’ de TEF. | TEF

Iván Ros está vinculado al séptimo arte desde pequeño puesto que su familia era la encargada del bar del cine Cartago. Casualidades de la vida hicieron que comenzara a actuar y, según explica, además de gustarle las películas de acción, su gran sueño es trabajar con Javier Bardem.

—¿Dónde nació Iván Ros?

—En Barcelona porque mi hermano, que es siete años mayor, nació en Ibiza y mi madre tuvo algún problema en el parto, así que conmigo se marchó a Barcelona, aunque toda mi familia es de Ibiza.

—¿Hay algún antecedente en su familia de gente que se haya dedicado a la interpretación?

—-No, aunque durante más de 25 años nosotros habíamos tenido el bar del cine Cartago. Mi familia, desde mis abuelos, ha tenido cine entre cinco y siete días a la semana. Yo y algún amigo entrábamos gratis e incluso podíamos subir al anfiteatro cuando estaba cerrado. El Cartago tenía 1.200 plazas. Era precioso. Yo, comiendo palomitas, podía llegar a ver cinco o seis veces Lo que el viento se llevó o La historia interminable. También iba a la sala de máquinas, donde estaba el padre de Adrián, otro cinéfilo total. Era un placer. Nosotros grabábamos en el radio cassette las bandas sonoras y después las escuchábamos en casa.

—¿Cómo fue su infancia?

—Yo nunca me vi reflejado en la pantalla, pero siempre me gustó mucho verlo todo. Lo vivía de una forma muy intensa, pero nunca se me había ocurrido dedicarme a esto. Un día pasé por la calle Murcia y en un local había un cartel que ponía que se buscaban actores que hablaran ibicenco. Fui a preguntar para saber si me dejaban ver cómo se hacía una película o si podía aguantar un foco. Una chica me dio un papel para leer, entré en una sala donde estaban Javi Riera y Carlos Martínez. Me pidieron que leyera una frase en la cámara y, cuando terminé, le dije a mi mujer que me esperaba fuera que me habían dado un papel. Fui a Las Dalias a rodar y a la hora de comer me escucharon hablar como el actor Xesc Forteza y una persona me oyó y me dijo que imitaba muy bien el acento mallorquín, así que me ofreció un papel asegurando que iba a interpretar lo peor que se puede ser: político y mallorquín. A la semana siguiente, me apunté a teatro en Musicaldanza y me di cuenta que, posiblemente, con actividades que había estado haciendo toda mi vida con los ‘scouts’ me había estado preparando sin saberlo. Durante un tiempo, sufrí el ‘síndrome del impostor’. Durante la pandemia, comencé a buscar representante y me topé con Antonio Cantos y entablamos una relación tanto de amistad como comercial. Él me preguntaba los motivos por los que yo decía que no era actor si ya estaba trabajando de ello. Yo quería ganar tiempo al tiempo para ponerme a la altura, por lo que estuve acudiendo a cursillos en Madrid o en Barcelona.

—¿Ganó dinero para mantenerse o tenía que pagar estos cursos de su bolsillo?

—Al principio, nada. Yo tenía un negocio y, de esta manera, pude comenzar a viajar y a tener disponibilidad. Me he dado cuenta de que en esta profesión, igual no eres el mejor, pero se necesita disponibilidad. Yo, si me llamaban, podía ir y otros más preparados, no.

—Siempre se dice que los actores realmente se forman en el teatro.

—Estoy totalmente de acuerdo. El teatro provoca una gran adrenalina. Cuando se abre el telón, no se puede decir aquello de ‘corten’ y volver a repetir. Comencé con Eva Soriano y ahora estoy preparando una obra de teatro muy divertida, muy Xesc Forteza. Creo que gustará mucho y los ensayos son potentes. Esta semana he comenzado a rodar una serie sueca en Mallorca y me sorprendió que el director dijera que íbamos a ensayar, algo que no es habitual. Hicimos el ensayo y me fue muy bien porque es en inglés.

—Vamos a hablar de ‘Es gegant des Vedrà’. El 8 de noviembre será un día muy especial...

—Se estrenará en Ibiza y en Mallorca el mismo día. La productora tuvo un trabajo complicado. No hice ni casting para el personaje y fue una experiencia extraordinaria. Mi coprotagonista es Francisca, de Ses Pageses Emprenyades, y me encanta. Gracias a Joan Pera, la voz de Woody Allen, nos han hecho la traducción en castellano y a mí me dobla el hermano de Jordi Estarellas.

—¿Uno se queda sorprendido cuando ve actuar a gente del nivel de Joan Pera?

—Tiene muchas tablas y todo lo que dice, lo hace con la perfecta entonación y en el perfecto momento. Es un placer. Mis compañeros tuvieron una gran capacidad para hacerlo bien, incluso sin ser profesionales de todo esto.

—¿Es muy perfeccionista con sus trabajos?

Noticias relacionadas

—Yo creo que todos. Incluso el director Héctor Escandell daba por buenas algunas escenas y me decía que estaban bien y yo pedía hacer una más. El rodaje se prolongó porque hubo un ‘cap de fibló’ que se llevó el material y tuvimos que esperar meses para terminarlo. Fue un golpe importante a nivel económico porque pensábamos que no podríamos acabar la película. Por cierto, nos hicieron un pase técnico y mi madre vino y, cuando me vio, me preguntó si era yo. No me conocía.

—Hablemos de las series para televisión. Creo que hay una muy especial.

—Me hizo mucha ilusión entrar en La que se avecina. Pude entrar por casualidad. Durante la pandemia hicimos todos muchos ‘zooms’ y en uno con una directora de casting yo hice una pregunta porque un amigo me había recomendado que en estas reuniones preguntáramos algo porque así ya te enfocaban. Lo hice y la directora me pidió después que le mandara material. A la semana, estaba en la serie. Fue una gran experiencia y he salido con grandes amigos.

—¿Ha hecho el papel de su vida ya?

—Me dicen que tengo cara de bueno, así que de ‘narco’ no me van a poner. Norman Bates también tenía una cara normal. Yo puedo ser el vecino de arriba que tortura a otros. Hice un corto y daba vida a un sacerdote que torturaba a niños y estuve a punto de decir que no porque no me sentía bien con el papel. Hablé con uno de mis profesores quien me recomendó que sacara a la mala persona que todos llevamos dentro. Me salió muy bien. Mi familia sólo vio los tres primeros minutos y mi madre dijo que ya no podía más. Entonces, significa que el proyecto había salido bien.

—¿Cómo es el mundo de los festivales?

—He estado ahora en el de Cullera y había actrices muy buenas. Que venga una de ellas y te diga si se puede hacer una foto contigo es increíble

—Me gustaría ahora rendir un homenaje a Nito Verdera. Usted tiene una vinculación directa con Cristóbal Colón.

—Ramón Mayol me ofreció hacer unas lecturas dramatizadas que nunca había hecho. Esto de leer, no sabía que era tan complicado. Estuvimos en Es Caló de S´Oli y pude hacer de Colón. Con esta lectura aprendí además un montón de cosas.

—¿Qué personaje histórico le gustaría interpretar?

—Yo una vez pensé que me gustaría interpretar a Franklin o a Rockefeller, personajes complicados.

—¿Es más complicado hacer reír o llorar?

—Más difícil lo primero. La comedia es mucho más complicada. Cualquiera puede ponerse fúnebre, pero hacer reír es muy difícil. En Cullera, en un taller hicimos unas improvisaciones y queríamos que fueran cómicas y no lo conseguimos. En cambio, unos amigos quisieron hacer algo normal y les salió algo muy cómico.

—Debe ser sacrificado trabajar en determinadas series con muchas temporadas.

—Estuve a punto de entrar en una de policías y tenía que estar tres meses en Madrid. Se filma todos los días y se trabaja un montón de horas. Al final, me han dicho que te acostumbras, pero que es muy estresante. Por tanto, para entrar en series como ‘La que se avecina’ debes estar muy preparado y nunca se está.

—La isla de Ibiza está bien promocionada para rodar películas o series.

—-Desde que se creó la Ibiza Film Commission se pudieron impulsar proyectos y notabas que se empezaba a hacer algo y que se ponían las cosas en su sitio. Todavía falta mucho trabajo por hacer. En Ibiza comienza a haber cosas. Además, quien tiene que viajar aquí para rodar debe pagar mucho más y se les encarece mucho el proyecto.