La familia de Can Vicent d’en Serra junto a algunas de sus ovejas. | Toni Planells

En las últimas dos décadas, la población de ovejas y cabras reproductoras en Ibiza ha experimentado una drástica reducción, poniendo de relieve un problema creciente en la ganadería local. En 2003, la isla contaba con 9.182 cabezas de ovejas, cifra que cayó a 3.963 en 2013, y que en 2023 se sitúa en apenas 2.567. Esto supone un descenso total del 72,04 % en veinte años, y un 35,23 % en la última década. La cabaña caprina ha seguido una trayectoria similar, pasando de 2.414 cabezas en 2003 a 1.178 en 2013, y alcanzando solo 928 en 2023. En este caso, el descenso ha sido del 61,56% en veinte años y del 21,22% en los últimos diez.

Este desplome en el número de cabezas de ganado ovino y caprino está relacionado con diversos factores, entre los que destacan dos de gran relevancia: la falta de relevo generacional en el sector y los ataques de perros a los rebaños.

Los ataques de perros a los rebaños, que han ido en aumento en los últimos años, suponen un grave perjuicio para los ganaderos. Los perros asilvestrados o aquellos que no están bien vigilados por sus dueños causan estragos en los rebaños, especialmente en áreas rurales donde las ovejas y cabras han pastado siempre libremente. Estos ataques no solo ocasionan pérdidas económicas, sino que también representan un verdadero trauma para los pequeños ganaderos, desincentivando la cría de ganado y dificultando aún más la ya complicada situación de la ganadería ovina y caprina en la isla.

Falta de relevo

Por otro lado, la falta de relevo generacional afecta gravemente a la continuidad de la actividad ganadera. Las nuevas generaciones se muestran cada vez menos dispuestas a tomar el relevo de sus antecesores en las explotaciones familiares, atraídas por otros sectores económicos más lucrativos o por la falta de incentivos para seguir en la ganadería. Además, los bajos precios de los productos derivados de estos animales y las intensas burocracias para gestionar los rebaños son factores añadidos que están llevando a la despoblación ovina y caprina en Ibiza.

Vicent d’en ‘Serra’ encarna perfectamente el perfil de ganadero ibicenco que, tal como explica él mismo, «tira la toalla» respecto a la cría de estos animales. A sus 66 años, sus hijos dedican su vida a actividades incompatibles con el trabajo en el campo. A eso se le añade una enfermedad cardíaca que le impide seguir soportando los disgustos que suponen los continuos ataques caninos que ha sufrido en los últimos años en su finca de Sant Joan. Los últimos ocurrieron en las dos últimas semanas, cuando murieron dos corderos y otras dos ovejas quedaron malheridas por las fauces de un perro que se coló en la finca de Can Vicent d’en Serra. Una de ellas, que además estaba preñada, tuvo que ser sacrificada días después. La otra oveja herida mantiene secuelas físicas, pero también psicológicas: «Se espanta al mínimo ruido que oye y apenas come», asegura ‘Serra’.

«Los últimos cuatro o cinco años han sido terribles», explica Lina Torres, esposa de Vicent, en referencia a los continuos ataques caninos que han sufrido en su finca, «desde 2020 habremos perdido, por lo menos, nueve ovejas y cuatro o cinco corderos, sin contar todas las que han quedado heridas».

Estos dos últimos ataques caninos, además de acabar con la vida de ovejas y corderos, también han agotado la paciencia de la familia de Can Vicent Serra, que ha tomado la decisión de deshacerse de su rebaño tras innumerables generaciones. Una decisión que no estaba prevista ya que, tal como explica Vicent, «había sembrado una ‘feixa’ de forraje para que no les faltara comida durante este invierno, además de comprar un buen número de balas de paja que tendré que regalar a alguien».

Así, este mismo lunes Vicent cargaba al carnero del rebaño con destino al matadero y, este jueves, a las tres últimas ovejas sanas de su finca. En el corral solo queda una oveja herida a la espera de que se recupere. «Al final se las queda un buen amigo, Juanito ‘Trull’, por un precio simbólico», explicaba Vicent respecto al destino de lo que queda de su rebaño, que había llegado a alcanzar cerca de 20 cabezas, mientras cargaba a la última junto a su hijo Josep y su esposa la mañana de este jueves.

«Vivimos muy cerca de una ruta por la que pasa mucha gente caminando y paseando a los perros y hay muchos que los llevan sueltos, no entienden que también hay que llevarlos con la correa cuando vas por el campo», explica Lina respecto a la poca conciencia de los dueños de los perros sobre este problema. «No hay nadie que no diga que su perro es muy bueno y que sería incapaz de hacer estas cosas. Incluso hay quien nos ha llegado a insultar cuando le hemos llamado la atención».