Juan Francisco Ballesteros durante el programa ‘Bona Nit Entrevistes’ en la TEF.
Juan Francisco Ballesteros protagoniza ‘Bona Nit Entrevistes’ en la TEF, con Agustín Prades. Nacido en Valencia, aunque de familia castellana, repasa aspectos de su vida y de su carrera.
—¿Cómo empezó todo?
—-Yo nací en Valencia, tierra de músicos, aunque mi familia es de Castilla. Nací en Valencia y esto me aportó un carácter, una forma de ver la vida a través de la música. Valencia es una tierra donde estadísticamente hay un gran número de músicos, de bandas, un tejido muy propicio para todo esto. En mi época, en la escuela no estudiábamos música, más allá de cantar algún villancico, pero no había nada de música en la escuela ni vengo de familia de músicos. Por ello, es un poco inexplicable que yo me dedique a esto.
—Suele haber siempre alguna referencia en casa cuando uno se dedica a la música.
—Mis padres siempre escucharon mucha música en casa y los domingos por la mañana oíamos a Antonio Molina o a Lola Flores con sus grandes éxitos. Sí recuerdo que cuando era pequeño y los domingos pasaba la banda del pueblo, yo me quedaba parado mirando y supongo que mi padre vio en mis ojos un brillo especial, que no era el mismo que cuando me llevaba al fútbol o a otro tipo de actividad. Imagino que por ello me apuntó a la escuela de música del pueblo. También apuntó a mi hermana, que al segundo día ya no fue. Yo todavía estoy aquí aprendiendo.
—Como profesional, ¿recomendaría a los padres que introduzcan a sus hijos en la música?
—Por supuesto pienso que la música debería ser una parte más de la enseñanza, como pasa en muchos países del norte de Europa que, curiosamente, socialmente funcionan mejor. Alguna relación debe haber. En cuanto a la profesión, casi que si mi hijo no es músico, lo agradeceré, pero su desarrollo cognitivo, sensitivo o sentimental, irá muy ligado a la música. No es lo mismo un niño que estudia música que quien no lo hace. Está demostrado también que el rendimiento académico es mejor, aunque que sea músico de profesión en el futuro es lo menos importante. Está más que demostrado científicamente que hay zonas del cerebro que sólo se activan con la actividad musical.
—¿Diría que la música está apartada en la escuela?
—Sí, las artes en general. Particularmente la música está considerada como una materia ornamental. Si uno se fija, la música suena de fondo en una celebración y forma parte de nuestras actividades normales, pero si hablamos de la parte activa, de gente que va a un concierto o que disfruta de un disco en su casa, creo que se ha perdido un poco y falta la voluntad de colocarnos frente a la música, el estilo que sea, y disfrutarla más allá de algo ornamental. Si la sociedad la utiliza como algo ornamental, a quien le corresponde legislar en el ámbito educativo no le dará la importancia que la sociedad tampoco reclama.
—¿Recomendaría poner música clásica o cualquier estilo?
—Yo siempre digo que hay dos tipos de música: la buena y la mala. Aunque yo venga del ámbito clásico, siempre creo que hay música buena o mala, independientemente del estilo. La música debería formar parte de nuestra vida más allá de esa parte ornamental. Es muy importante para la vida doméstica o sentimental y, sobre todo, hay que disfrutar de conciertos, que en las islas cada vez se celebran más.
—¿La música que se hace hoy será música clásica dentro de 200 años?
—Lo sabremos entonces. Al final, es el filtro de la historia. Bach, a quien podemos considerar un dios de la música, hasta el siglo XIX no lo conocía nadie y fue descubierto porque Mendelssohn encontró partituras manuscritas porque su pescadero las utilizaba para envolver el pescado. Conocemos más de 2.000 obras de Bach, pero puede haber muchas más. Hay mucha gente que hoy compone que no tiene una visibilidad y puede ser que la historia la acabe premiando. También hay gente que ahora es muy famosa y veremos qué reconocimiento le depara el futuro.
—Sobre Beethoven, ¿qué puede decir?
—Para mí, es lo máximo en todos los sentidos, no sólo el musical. Es un revolucionario que cambió la historia y que escribió cosas que no han vuelto a hacerse. Era un visionario, aunque su música en aquel momento estaba denostada porque nadie la entendía. Fue un avanzado a su época que hacía cosas como la última sonata de piano que la escuchas y parece que es un ritmo de jazz. Se adelantó un siglo a esta música. Su obra la escuchaban sólo aquellas personas que tenían capacidad de cambiar el mundo para bien o para mal, creando un impacto que determinó los cambios sociales de la época.
—¿Se entiende que pudiera componer estando sordo?
—No, porque se quedó sordo con unos 25 años. Casi toda la obra más conocida la compuso estando sordo. Los estímulos o poder después contrastar si lo que has escrito tiene sentido con una orquesta, no se entiende si no es porque fue un gran hombre.
—Usted compone en una isla que precisamente no es conocida por la música clásica.
—Sin duda. Cuando hemos producido algún espectáculo, como la última Sinfonía de Beethoven, la gente lo ha recibido muy bien, con más de 1.000 personas que nunca se habían reunido para un espectáculo de música clásica. Tenemos un gran abanico de artistas, incluso con proyección fuera de las islas, pero la clásica no est menos. Son escasas las producciones, salvo alguna puntual que viene de fuera, y tampoco tenemos gente. Hay una carencia que nos corresponde a nosotros cambiar. El camino es la calidad y ojalá pudiéramos hacer muchas cosas, pero siempre de calidad.
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—¿Sería necesario un auditorio?
—Es una buena pregunta, pero no lo tengo claro. Con los auditorios que tenemos, ¿los estamos llenando?. Se hacen conciertos y no sé si en los espacios actuales las condiciones acústicas son las óptimas, pero creo que son suficientes. Antes de hablar de un auditorio, de un continente, habría que hablar de un contenido. ¿Estamos hablando de suficientes espectáculos de calidad para llenar?. Son pocos los que llenan. Así, antes de hablar de un auditorio, creo que tenemos una carencia previa.
—Si hablamos de coros, ¿aconsejaría a la gente que se anime?
—Y si no saben cantar, mejor. Puede ser la actividad social más gratificante. Yo que vengo de este mundo y un coro es el elemento social en el que cada persona debería participar al menos una vez en su vida, pero nos encontramos con lo mismo. En Ibiza hay un gran abanico de coros, pero es difícil fidelizar a un público. Hay mucha actividad muy social relacionada con las parroquias, pero no está tan ligada a una calidad musical, a una expectativa grande. Se cubre esa necesidad, pero falta un poco de calidad y de profesionales que puedan elevar el producto.
—¿Tiene algún mago de referencia?
—Sí, pero todo depende de en qué estilo y dónde. Todos hablamos de Copperfield o Houdini, pero realmente mi mago de referencia es Arturo Brachetti. Es el rey del cambio rápido. Está él y 10 escalones por debajo, el resto de la humanidad. Si hablamos de magia más cercana, está Luis Olmedo. Es un gran referente de la magia. Tamarit, que es un clásico.
—¿Cuántos libros tiene en el mercado y qué está preparando?
—En el mercado tendré unos 20 libros, aunque no siempre hablo de ellos. Forman parte de mi vida sentimental privada, con libros de poesía o una novela, además de algunos trabajos relacionados con la música o el ‘coaching’, un libro que habla de cómo aprovechar el tiempo.
—¿Hay que estar en las redes sociales hoy en día?
—Ahí lo relaciono con mi libro a punto de salir, ‘Apaga Facebook y vende más’. Es una guía práctica de marketing real. Debemos estar en las redes porque es el mundo en el que vivimos, aunque pensar que son lo único, es un gran error. El gran objetivo de Zuckerberg es ganar dinero y, por tanto, no hay nada objetivo. Hay que estar, pero no pensar que es lo único y que es lo más importante.
—Si le digo 1 de diciembre.
—Tengo un concierto en Felanitx con el coro de cámara de allí, ya que soy el titular. Hemos invitado a seis coros más y nos juntaremos unas 120 personas junto a la Joven Orquesta de Baleares que dirige Joan Barceló. Estaré al frente de la formación. Lo haremos en la iglesia de Sant Agustí y será un gran acontecimiento.
—¿Qué parámetros deben tenerse en cuenta a la hora de pagar a un músico?
—Antonio Machado decía que quien confunde precio y valor, es un necio. El problema que tenemos a veces es este. La primera cuestión que un músico debe tener en cuenta es si lo que ofrece tiene el valor que está pidiendo. Pensamos que, cuanto más barato, nos van a contratar más y justo es al contrario. Quien paga, lo que quiere es calidad.
—Usted es también consultor financiero.
—Sí, un profesional de la música me podría consultar cuál es su orden económico, qué orden tiene en su vida. Normalmente uno sabe su salario y lo primero es tener una dosis de realidad, sabiendo lo que se gasta y qué se puede hacer. Allí podemos aconsejar sobre alguna herramienta financiera que pueda ayudar. También hay que preguntarse si lo que uno gasta, es necesario.
—¿Se puede vivir de la música?
—Absolutamente. Es cierto que vengo de una generación en la que cualquier persona con una carrera musical vivía de ella, aunque desde hace 15 o 20 años ya no lo tengo tan claro. Ahora, si me preguntan, mi respuesta radical y pesimista es que no pueden vivir de la música. El mundo ha cambiado y muchos músicos actúan igual que hace 20 años. No hay una renovación. No se trata de banalizarla, pero puedes implicar al público de otra forma. Hay que renovarse. Seamos creativos.
—Si hablamos de la producción musical, la informática nos ha brindado unas herramientas que antes no teníamos
—Al final, la inteligencia artificial será sustituida o acompañada por una inteligencia humanizada, más natural. Las máquinas nos pueden copiar a un gran nivel, pero es un reto para los creadores. Si una máquina es capaz de hacer algo mejor que yo, hay que hacérselo mirar. Debemos tener como reto dominar esta IA.
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