Trabajadores y turistas destacan que el flujo de vendedores ambulantes de todo tipo es constante en Cala Tarida, desde ropa, a gafas de sol, bebida y fruta. | Moisés Copa

Llegan pronto, entre las 09.00 horas y las 10.00 horas, para estar en primera línea cuando los primeros bañistas empiezan a colmar la arena de Cala Tarida. Venden productos de todo tipo: desde pareos, toallas, sombrillas, cremas de sol, pasando por refrescos, cervezas o mojitos, hasta servicios de masajes. Pese a que su organización y su número no llega a los niveles que puede llegar en playas todavía más regentadas, como puede ser ses Salines, sí es suficiente para que los empresarios de Cala Tarida muestren su descontento la venta ambulante.

«Ya no es por el daño que te puedan hacer o no; el problema es por el turista. Es una cuestión de imagen» argumenta Sergio, de un restaurante de la playa, quien califica como «vergonzosa» esta proliferación. Asegura recibir feedbacks negativos por parte de los clientes de la cantidad de vendedores que hay en la playa: «entre el que vende mojitos, vende pareos, hace masajes... Pero es un problema que tenemos en toda la isla y no es de ahora». Se acerca a la terraza del restaurante y cuenta por más de 10 y añade que todavía quedan por llegar varios. El problema, considera Sergio, tiene que ver con la falta de acción policial debido a «la falta de efectivos policiales».

«La venta ambulante no para; desde las 09.30 horas cuando vienen los primeros turistas empieza a ofrecerse de todo. Da muy mala imagen», comenta de manera muy similar José, otro trabajador de hostelería de la zona.    Concuerda con su compañero en que no se destinan efectivos policiales para tratar de paliar la situación.

Aún más molesta con la situación parece su compañera de la tienda de souvenirs justo debajo del restaurante. Montse califica como «espantoso no, lo siguiente» lo relacionado con dicha venta ambulante. «Todo el mundo viene y vende lo que le da la gana», desde ropa, pareos, cremas... A principios de verano se quedaban con cierta parcela de la playa, instalándose para vender, explica. También se queja sobre la falta de efectivos policiales, ante lo cual, cuando termine la temporada quiere protestar ante el Consistorio.

Justo a su lado, en el chiringuito, se encuentra Marco, quien asegura haber tenido severas disputas con estos vendedores ambulantes por «su creencia de pensar que la playa es suya». Para él, todo empezó el año pasado, cuando estos vendedores, que siempre han existido, proliferan sobremanera. Afectaba sobre todo al negocio de las hamacas en la playa y Marco explicaba a los clientes que era mejor no comprarles ni consumir nada. Esto le granjeó «insultos y amenazas» por parte de los vendedores, según explica, pero ahora «parece que con el tiempo han aprendido a respetar a los negocios del lugar».

Una visión bastante diferente da Jairo, desde otro establecimiento de restauración de la playa. Explica estos vendedores llegan a primera hora, que cuando ellos abren el bar a las 09.30 horas ellos ya están presentes y que están «en cada rincón de la playa». Añade además que se observa que no es algo de manera individual, sino que actúan «de manera perfectamente organizada. Pese a ello, quiere recalcar que «nunca ha pasado nada ni han dado ningún problema. Siempre han sido muy educados y no hay nada negativo».

La valoración

Desde los colectivos de empresarios de Ibiza sí que coinciden a la hora de denunciar estas practicas, que consideran «una actividad ilegal, que no está regulada y que genera problemas y competencia desleal». En estos términos se ha referido Alfonso Rojo, presidente de Pimeef, quien respecto a la venta ambulante afirma que «ocurre prácticamente en todas las playas de la isla». Respecto a la propia actividad de la venta ambulante, Rojo considera que «incumple todo tipo de normas sanitarias», además de ir contra «el destino de calidad» que debería representar Ibiza. El presidente de Pimeef también ha incidido en que son «grupos» que trabajan en la ilegalidad, no personas individuales desorganizadas. Por último, ha querido incidir en que cree que estas actividades «no se acotan con la dureza que se debería», y ha considerado insuficientes los efectivos que los ayuntamientos ponen a disposición para estas actividades.