Comienza una temporada de algarroba que se espera fructífera. | Irene Arango

La Cooperativa Agrícola de Sant Antoni ya se encuentra a pleno rendimiento por el inicio de la temporada de recogida de la algarroba, que comienza tradicionalmente en septiembre. Los coches, tractores y furgonetas van pasando por la báscula, para calcular el peso del vehículo junto a los sacos que portan, para volver a ser medidos a la salida, para saber la cuantía exacta depositada por los payeses y recolectores ocasionales de este fruto.

Dentro del recinto, kilos y kilos de algarrobas se amontonan, a la espera de ser procesadas por la maquinaria ubicada a escasos metros de distancia, para extraer de su interior el garroví, que es lo que posteriormente será vendido y utilizado en la industria alimentaria. Atrás quedan aquellos días en los que se produjo la «fiebre de la algarroba», cuando este fruto se pagaba a 1,20 euros el kilogramo, y todo el mundo parecía afanarse en su recogida, incluso se tuvieron que establecer unos protocolos de actuación frente a los robos.

Hoy en día, el precio que se marca en la Cooperativa de Sant Antoni es de 0,37 euros el kilogramo, ligeramente por encima del 0,34 euros del año pasado. Según explica Juan Antonio Prats, gerente de la cooperativa, la inflación en el precio vino porque se encontró harina de garroví proveniente de fuera de la Unión Europea procesada con productos que esta entidad prohíbe. Esto provocó que la demanda interna se dispara y, el precio respondiera subiendo de la misma manera. Ahora se ha estabilizado en los valores «que son los habituales, pero siguen siendo algo bajos», comenta Prats.

Inflación

En esos momentos de estallido de precio, la compra de algarroba por parte de la cooperativa se situó    por encima del millón de kilos. Ahora no se llegarán a estas cifras, pero se quedará cerca. Prats estima que este año la cantidad pueda superar las 900 toneladas. Los pequeños tenedores, que por aquel entonces se esforzaban por cogerla, con unos precios tan bajos seguramente no lo hagan, lo que repercute en la cantidad final recolectada.

Producción

La temporada se espera que sea buena, ya que este año los algarrobos «parece que van bastante cargados. Sin embargo, pese a que probablemente se recojan más frutos este año, la sequía se ha dejado notar también. Por su culpa, el fruto del árbol es menos grueso, con menos pulpa, lo que hace que este pese menos, y tenga menos donde extraer. Con ello, pese a que puede que se coja más algarroba que otros años, también depende de la modalidad del árbol, los resultados serán parecidos.

El valor de la algarroba no es el del fruto en sí, que apenas lo posee comercialmente sino el del garroví, que se extrae de ellas al ser procesada con la correspondiente maquinaria. Este producto se utiliza en diferentes procesos de la industria alimentaria como, por ejemplo, en los helados comerciales que todos conocemos, ya que el garroví evita las formaciones de cristales de hielo. Por ello los productores la venden directamente a la cooperativa.

Recolectores

Vicent Marí es una de esas personas que encontramos descargando en la cooperativa. En su camioneta en cuatro viajes ha trasladado hasta 2.000 kilos de este fruto, que ha recogido de los algarrobos de su terreno, donde tiene cerca de medio centenar. Asegura que su modalidad de árboles no parece tan cargada de fruto como sí parecen estar otros, ya que un año se llena y el otro parece reposar, y éste toca el de reposo. Empezó cogiendo estas algarrobas de niño, en la finca junto a su familia, que por aquel entonces era muy grande. Durante mucho tiempo lo dejó, pero una vez jubilado lo ha vuelto a hacer a modo de entretenimiento: «yo la recojo sin saber el precio», explica Marí.

Toni Prats es un agricultor de la zona de Sant Antoni, su finca se encuentra a menos de un kilómetro de la cooperativa. Está con su tractor, a la espera de descargar los sacos de algarrobas. Porta ahora cerca de 1.500 kilos de este fruto que, junto a los viajes realizados la misma mañana, depositará en total entre siete y ocho toneladas.

Como él mismo cuenta, lleva más de 50 años haciendo esto, «toda la vida», añade. Los árboles que tiene en la finca ya estaban cuando él nació, cuenta. De hecho, tenía más en aquel entonces, pero muchos han ido muriendo. Él sigue recolectando lo que tiene, pese a que considera que «debería estar mejor pagado»