Presencia policial en la calle Burgos, ubicada en Cala de Bou. | Irene Arango

Vecinos de la calle Burgos, ubicada en Cala de Bou, denuncian la gran cantidad de botellas del gas de la risa por la zona y los innumerables destrozos que sufren los comercios de la zona por parte de algunos jóvenes. Una problemática que se ha visto agravada desde la apertura de un conocido local de ocio nocturno y que está perjudicando a vecinos y locales.

«Hay muchísimas por todos lados. Da muy mala imagen venir aquí con los clientes y que estén todas ahí», señaló una trabajadora de un rent a car de la calle. Por parte del Ayuntamiento de Sant Josep confirman la «alta presencia» de bombonas de la risa, recogidas a diario por parte del servicio de limpieza del municipio y que, actualmente, se está investigando el origen de éstas. Cabe recordar que esta droga es especialmente popular entre los jóvenes de 16 a 24 años al ser muy económica.

Negocios

Asimismo, algunos negocios de la calle están teniendo problemas con cierta clientela que frecuenta un popular local de ocio de la zona. «Estamos desesperados. He decidido no abrir nunca más los domingos. Es una barbaridad cómo dejan la calle la madrugada del viernes al sábado y del sábado al domingo. Venta de drogas, peleas, vómitos, destrozos en las terrazas…», denunció Toñi, encargada del bar Astrid. La vecina asegura que este grupo problemático no son extranjeros sino jóvenes del barrio y de Sant Antoni y que hace unas semanas les destrozaron la jardineras y la valla del local. «A las 06.00 horas o 07.00 horas la calle es una batalla campal. No puedes pasar y algunos se te encaran. Hay turismo y siempre hay gente de todo, pero como esto nunca habíamos visto nada igual. Los de seguridad del local no actúan; les dejan salir con botellas y es un peligro», añadió.

Al igual que el bar Astrid más negocios se han visto afectados por el incivismo de algunos jóvenes que frecuentan la zona. «Se ponen locos. No sé si venden el gas de la risa dentro o cómo pero es brutal lo que veo desde mi terraza», explicó Carol, trabajadora de una peluquería de la zona y vecina de la calle. «La barandilla ya me la han roto. Es llegar por la mañana y comprobar qué ha pasado. Les veo por las cámaras que se sientan aquí», señaló Anka, encargada de un local de estética.