El temporal de lluvias y viento provocado por la llegada de la DANA a las Islas hizo estragos en las Baleares. Especialmente impactantes fueron las imágenes de los torrentes desbordados en Menorca o el pescador extraviado en los mares de Formentera. Sin embargo, la situación fue también muy difícil para aquellos que han de sobrellevar la situación sin un techo donde refugiarse. Es el caso de los vecinos que vivían en el asentamiento de Can Rova que, casi tres semanas después del desalojo, la mayoría siguen sin tener una vivienda.

Durante varios días han estado alojándose justo delante de uno de los accesos al antiguo asentamiento, junto a una de las naves del lugar. Ahí se han instalado un par de carpas para hacer comidas comunitarias y, junto a ellas, la gente vive en sus vehículos en la vía pública.
Sin embargo, tras la DANA, la afluencia de gente es mucho menor en comparación a lo que venía siendo habitual. El motivo es que una gran parte de los desalojados se ha desplazado muy cerca de su antigua residencia, a un terreno privado que se ubica a escasos metros del antiguo asentamiento de Can Rova.

Nuevo solar
Poco a poco, tal como pudo comprobar ayer Periódico de Ibiza y Formentera, estas personas están habilitando sus nuevos espacios, creando los cobertizos que les han de refugiar de las incidencias climáticas que se han dado estos días.

Una de las primeras viviendas improvisadas en este asentamiento es de Orlai, un hombre colombiano de mediana edad, muy decepcionado por cómo se han sucedido las cosas: «No esperaba verme en esta situación porque en Can Rova estábamos bien; ahora ha ido todo a peor». Lamenta que, igual que él, hay mucha gente en esta situación, «incluidos menores y niños pequeños». Respecto al temporal, señala que a la mayoría de los que están ahí «les pilló de imprevisto». Indica que no esperaban que la DANA fuera de semejante fuerza, ni tampoco lluvias tan intensas porque los efectos de dicha lluvia fueron notables para ellos.

Subraya que a mucha gente se le mojaron los colchones, y tuvieron que improvisar maneras de secado para poder dormir de manera mínimamente cómoda. Además, los pequeños electrodomésticos se resguardaron como se pudo, pero se perdieron algunos de los alimentos que muchas veces escasean, según dichas fuentes.

Orlai, quien valora incluso emprender el viaje de vuelta a su país por las dificultades en las que se encuentra ahora mismo en la isla, explica que han instalado toldos para sobrellevar mejor tanto las futuras lluvias como los días de calor intenso. «Cuando empezó a llover con fuerza muchos fuimos corriendo a Decathlon para comprar plásticos que instalamos para cubrirnos», afirma. Sobre el nuevo asentamiento comenta que «no tienen donde ir, parece que nadie se preocupe por nosotros». Por último, reflexiona que «parece que esperen a que nos vayamos de aquí por el frío». Durante los días de lluvia se sucedieron momentos de incertidumbre.

Medidas
El Ayuntamiento de Santa Eulària habilitó nuevamente las plazas del CEIP S'Olivera para quienes lo solicitaran. Sin embargo, bien fuera por desconocimiento o por falta de información, no acudió nadie a solicitar esas plazas. Por otro lado, y según cuentan los propios desalojados y la persona en cuestión, una de las representantes del colectivo, Ana Loaiza solicitó un préstamo bancario de hasta 1.500 euros para financiar un techo para los desalojados de Can Rova. Con ese dinero se les ubicó entre hoteles y alojamientos turísticos.

Muy cerca de Orlay se ubica Julián, otro hombre de nacionalidad colombiana y antiguo residente de Can Rova. «Nos estábamos cubriendo para el calor y, cuando llegaron las lluvias, terminamos de cerrar la carpa», comenta, para añadir que no se fueron a otro sitio puesto que ya estaban instalados ahí. Trataron de que todo quedara a resguardo, pero no era tarea fácil: «Organizamos para que se quedara todo refugiado por la noche, cuando pasó la tormenta dura, pero terminaron mojándose cosas». El terreno del nuevo asentamiento es rocoso, sin mucha tierra, lo cual ayudó a que, durante las fuertes lluvias, no quedara enfangado, lo cual habría dificultado todavía más las condiciones de vida. «Se veía el agua bajando por aquí, pero no se hace barro, no se inunda, el agua escurre», explica Julián.

Algo más de fortuna tuvieron Fidel y Jorge. Estos dos amigos, también antiguos residentes de Can Rova, pudieron entrar a recoger sus cosas. Gracias a eso tuvieron un techo donde refugiarse de las lluvias y ninguno de sus bienes más preciados se mojó, ni ellos tampoco durante el temporal. Sin embargo, el plástico que usan como toldo para la terraza si cedió, echando a perder algunos de sus enseres.