Retomo los paseos por el camino de las aliagas, temprano, casi al alba, cuando la sombra es muy alargada y parece mantener el sueño. Un tímido sol intenta borrar las pesadillas. Casi el alba… La del alba sería, el momento en que Don Quijote salió de la venta, cuando también inició sus andanzas, el viaje que hace ver lo que somos y de lo que somos capaces; el viaje de la vida siempre difícil y tortuoso, la duda, el sueño del amor, también el fracaso. No temas al fracaso, porque éste nos da la medida de la nobleza del ser humano. En el aparente fracaso, el atardecer, la noche, la oscuridad, ... en los momentos de desaliento y desamparo aparece la máxima medida del hombre, su nobleza, su integridad. Y… una cierta esperanza se vislumbra, un renacer. Un viaje, un camino, un encuentro, un reencuentro con el «paraíso perdido» de la juventud». Sería la del alba..., dice Cervantes que era cuando don Quijote salió al camino... Por clara que sea, el alba es siempre imprecisa... ¿Dónde?, ¿qué?, ¿a quién? Ilusión y duda. Viaje a Ibiza, encuentro con los compañeros del Instituto Santa María, tras cincuenta años… En el atardecer, con una misma raíz en la memoria y con la esperanza del alba…

Hoy me siento sumergida en el mar. ¿Está el mar en el cielo?    Las aliagas sin flor son todo espinas, las esparragueras, los olmos, las encinas, las acacias, … Ha florecido la manzanilla amarga. Intento fotografiar con la mirada de A. Tapies y la de Rothko. En los barbechos, los rastrojos, en las viñas y en los primeros girasoles, ... Sólo veo el mar.

El poeta Juan Carlos Mestre, en su Lección de geografía, nos dice:

Quien no haya visto el mar que se levante,
yo os lo voy a contar, cerrad los ojos.
Imaginad que el agua, como un caballo blanco,
se hubiera subido al campanario.
Las hojas de los árboles son peces,
la nieve, espuma de cristal sobre las olas.

Ruby Holt, a sus 100 años, vio por primera vez el mar. El maestro Antoni Benaiges, en 1934, en el pequeño pueblo de Bañuelos de Bureba (Burgos), prometió llevar a sus alumnos a ver el mar. Gracias a D. Julián de La Fuente Angulo, en 1964, un numeroso grupo de alumnos de Puebla del Salvador (Cuenca) vio el mar… El profesor D. Juan Marí Tur cruzó el mar con alumnos hasta Cartago, de donde eran originarios los fundadores de Ibiza… En 1965, en un caluroso día de agosto, con mis padres y hermanos, en el buque Ciudad de Valencia, llegamos al Puerto de Ibiza; conocíamos el mar, pero por primera vez lo atravesamos. Han pasado cincuenta y nueve años… Hace mucho que se desguazó el Ciudad de Valencia. Un ferry cargado de coches y camiones me deja en el puerto actual, casi desconocido para mí. Al antiguo puerto llegó un barco ruso, creo que procedía de Odessa, en plena Guerra Fría, un grupo fuimos a verlo en el recreo, nos dijeron que era de turistas… Venía del Mar Negro… Una tarde de domingo paseaba por el puerto, barcos de pesca, el Ciudad de Barcelona, un yate con el nombre escrito con letras de oro, alguien dijo. ¿Hemos venido a verlo?... No, dijo mi padre, eso es insignificante; mira la tortuga que ha viajado desde las Islas Galápago. Estos días, por las noticias, sabemos que llegan en pateras a Ibiza y Formentera migrantes procedentes de África… Mediterráneo, manso y terrible, entre el lujo y la muerte, … bello, misterioso, nunca inocente. En mi escritorio, una caracola encontrada en Mar de Plata.

Hemos sido convocados a un encuentro de compañeros que cursamos el COU durante 1973-74 en el Instituto Santa María. El lugar: el Hotel Argos, frente al mar…    Argos, no sé si la elección del lugar es casual. Argos, ciudad del Peloponeso, su etimología nos habla de algo brillante; también es el nombre del sirviente de Hera, al que se representa con cien ojos, como ser vigilante. Argos nos lleva al primer barco de leyenda, a la primera expedición naval en Occidente.

Argos nos transporta a una generación anterior a la Guerra de Troya, un mundo remoto sin reglas, a la epopeya, al deseo por adentrarse en horizontes desconocidos, a golpe de remo, de voluntad, de tempestades, de mar oscuro. Cincuenta hombres convocados por Jasón han de realizar una misión imposible impuesta por Pelias: encontrar el Vellocino de Oro, esa mágica piel del carnero, símbolo de autoridad y realeza. Jasón y los argonautas, hombres de leyenda (Hércules, Cástor, Pólux, Orfeo …), unidos en un viaje que representa el esfuerzo de los griegos en el Mar Enemigo (Mar Negro), aventuras, coraje, talento, individualidad, astucia, fuerza, temor, valentía y duda. Un destino común en el mar de las incertidumbres.

Argos, frente al mar y a la ciudad de Ibiza, nos acoge; espacio para el encuentro, el recuerdo, la memoria, el agradecimiento, la añoranza, la melancolía, … y la amistad. Hombres y mujeres, en una madurez en la que afloran niñez y juventud, unidos por la emoción y el abrazo. Por un momento hemos querido detener el tiempo; pero tempus fugit, irreparablemente.    Todos conocen y se reconocen en el mar, todos aman el mar, todos han navegado, todos soñaron con ser héroes, todos añoran lo que compartieron en su juventud, todos poseen los conocimientos y valores que adquirieron en esos años vividos en el Instituto Santa María. Todos, de una manera o de otra, son héroes de su historia, y mantienen encendida la llama de la juventud… Nos dice J. Burckardt en la Historia de la cultura griega: El verdadero deseo del hombre heroico es la juventud eterna y la paridad con los dioses. Tuvimos buenos maestros. Acercarnos a los dioses, escuchar a los dioses, … Difícil tarea… Después de «la muerte de Dios» que anunciara Nieztche, algunos hombres buscan endiosarse y el totalitarismo está servido.

En Argos, nos encontramos 82 compañeros y tres profesores, Juan Marí Tur, Juanita Ferrer y Pep Marí. No estábamos todos, por diferentes circunstancias, ni compañeros ni profesores. Pero sabemos que la verdadera presencia es la ausencia. Hay momentos en que la ausencia se traga todo para instalarse a nuestro lado, se alía con nosotros y solo a ella la tenemos en los párpados. Entonces llega Séneca y nos dice: podrás perderlo todo, bienes materiales, padres, amores, amigos… Dos cosas te acompañarán siempre, la Naturaleza que nos es común a todos y la virtud.    Frente al mar, los compañeros mantienen el fervor a la amistad.    Amistad…, la forma más perfecta de amor, el mayor bien, el mayor placer; un canto a ella es la Leyenda de Gilgamesh, que tras la muerte del amigo se marcha a los confines del mundo; En La Ilíada, al morir Patroclo, Aquiles se lanza fieramente a la batalla; Virgilio era para Horacio «la mitad de mi alma».    Los clásicos inventaron a los dioses, a los mitos, para huir de tanta desolación; y que nuestros profesores, incluso los científicos que eran humanistas, nos transmitieron su legado.