Elba Montes, experta en ofidios, muestra uno.

Si alguien conoce muy bien a las serpientes esa es Elba Montes (Santiago de Compostela, 1983). Doctora cum laude en Biodiversidad, fue de las primeras expertas en trabajar contra la invasión de estos animales en Ibiza desde el Consell. Lo hizo junto a Jaume Estarellas durante 2019 y 2020, cuando el Govern aún no había activado nada contra unos depredadores que han puesto en juego la pervivencia de las sargantanes. Montes, muy preocupada por el «negro» futuro de las lagartijas ibicencas, trabaja ahora en la Asociación Herpetológica Española, de cuya junta directiva es miembro y en la que se encarga de las invasiones biológicas.

— ¿Qué son las invasiones biológicas?
—Es algo que ocurre por culpa del ser humano. Voluntaria o involuntariamente movemos organismos por territorios que no son necesariamente los de su ámbito natural de distribución. Esto causa unos problemas. Para que un animal o planta se considere invasor no solo tiene que haber llegado a ese punto, tiene que haberse establecido, reproducido y provocar unos perjuicios para la biodiversidad o para la economía.

—A nivel nacional, ¿hay situaciones graves por estas invasiones biológicas?
—Sí, tenemos, por ejemplo, el mejillón cebra en el delta del Ebro, el jacinto de agua en los ríos, las cañas… Provocan muchísimos problemas en la biodiversidad, en la agricultura, en la economía…

—Pero hay casos en los que sí que les saca partido como los cangrejos de río o el cangrejo azul.
—Sí, a veces sí se logra esta rentabilidad económica. Pero, aunque algunos casos sean económicamente rentables, no podemos olvidar que nos estamos cargando el ecosistema. Y eso, al final, hace que perdamos un tesoro que puede que solo exista en ese lugar. Es lo que estamos viendo con las sargantanes. Han desaparecido ya de un islote y ahí no van a volver.

—En el caso de Ibiza, ahora se suma la serpiente bastarda a los otros dos tipos de serpientes que había detectadas. Esto ha hecho que salten aún más las alarmas.
—Hay que recordar que esta culebra ya estuvo en Ibiza entre 2003 y 2010. Después se dejó de ver y parece que no había ejemplares suficientes como para que se estableciera una población. Ahora ha aparecido un nuevo ejemplar, que no sabemos si es una cosa puntual o si hay una población y se van a empezar a ver más. Es una culebra, no es una víbora. Es una opistoglifa, es decir, en la zona de la garganta tiene unos colmillos que ayuda a acabar de matar a las presas que ingiere. Esos colmillos sí son capaces de inyectar veneno. Si tú cogieras una culebra de estas y le metieras el dedo hasta el fondo de la boca, te podría inyectar ese veneno.

—Hay que ser poco listo para hacer algo así…
—Sí [risas], pero si alguien lo llegara a hacer, el picotazo sería similar al de una avispa. No hablamos del veneno de una víbora, que te puede provocar problemas serios. La bastarda, además, es una serpiente muy grande pues los machos pueden llegar a medir tres metros. Pero es inofensiva siempre que no te encares con ella y te pongas a hacer el bárbaro.

—¿Por qué no suele haber serpientes en los territorios insulares?
—Depende de los territorios. En el caso de las islas mediterráneas, cuando se formaron no había una conexión con el continente y no llegaron a pasar serpientes. Ha habido introducciones históricas. Se sabe que, en época de los romanos, se movían serpientes entre los territorios y se introdujeron en algunas islas del Mediterráneo. En el caso de Ibiza y Formentera no fue así y no se conoce muy bien por qué. La leyenda cuenta que Plinio el Viejo dijo que la tierra de Ibiza era sagrada y que ahuyentaba las alimañas. Tal vez por eso no se introdujeron. Sin embargo, en Ibiza sí que parece que hubo una víbora enana que llegó a la isla a través de los sedimentos que llegaban desde la Península. Pero no está muy definido en qué momento pudo suceder eso. Hay indicios de que estas víboras desaparecieron con la llegada del ser humano y la introducción del lirón careto, que es un animal que se las puede comer porque tiene resistencia al veneno de las víboras.

—¿Y en qué momento llegan ahora y se convierten en un problema?
—La primera vez fue en 2003. Es la primera serpiente que está registrada en un informe de los agentes de Medio Ambiente del Govern. Pero en 2000 ya se había visto alguna. Esto coincide con el auge del movimiento de olivos desde el sur de la Península. En ese momento no se sabía si ya se había convertido en una especie invasora, si había una población establecida o si provocaban algún perjuicio. Es en 2010 cuando ya se produce el boom. Se empiezan a ver por todos los lados y los payeses avisan de que se ven menos sargantanes. Ahí ya tenemos el impacto tangible de esa invasión. En mi tesis yo pude estudiar que donde hay muchas serpientes, deja de haber lagartijas. No solo porque se las comen sino porque, además, la población de sargantanes se reduce porque no se reproduce a la misma velocidad.

—¿Se comen los huevos?
—No, se comen las sargantanes a una velocidad muy rápida. Hay muchas serpientes, comen rápido y acaban con la población.

—Sin ‘sargantanes’, ¿qué gravedad tendría la aparición de las serpientes en Ibiza y Formentera?
—Es difícil decirlo. Las serpientes están subsistiendo aquí porque se alimentan de algo. Si no hubiera sargantanes, se alimentarían de ratones, de ratas, de aves… ¿Qué especie saldría peor parada? No se puede saber. Podrían ir a por el virot, a por la curruca balear…

—Usted es experta en serpientes y yo entiendo que le gustan. Debe verle algo positivo a un bicho al que la mayoría no le vemos ningún encanto.
—Es una pregunta muy buena. La culebra tiene la mala suerte de que tiene muy mala fama. Es un animal que no le gusta al ser humano. Si habláramos de un mamífero bonito y adorable, todo el mundo pondría el grito en el cielo si dijéramos que hay que matarlo. En Australia, por ejemplo, se introdujo el conejo, que es un animalito que le gusta a todo el mundo pero que allí está provocando problemas impresionantes. En el caso de las serpientes, no le gustan a la gente y resulta más fácil luchar contra la invasión porque tenemos la ayuda de todo el mundo. Sin embargo, la serpiente no tiene la culpa de nada. Es una animal que tiene una función en su ecosistema nativo y se come, por ejemplo, los ratones. Con respecto al ser humano, esa es su función más importante. Pero en su lugar de origen come otro tipo de animales y cumple un papel en la cadena alimenticia de ese ecosistema. Obviamente, a mí me gustan las serpientes, son unos animales preciosos y no tienen la culpa de nada. Para mí ha sido muy difícil llevar a cabo mi tesis doctoral, que bebía de matar animales y eso no es nada agradable.

—Se entiende que a usted le gustan tanto como para dedicar años de su vida, esfuerzo y trabajo a su estudio y parece contradictorio que ahora la busquemos como experta en cómo acabar con ellas.
—Sí, es contradictorio y es triste que tengamos que estar ahora con esto. Insisto, como son animales que no gustan mucho a la gente, los ciudadanos se implican. Con otros animales no pasaría eso. Por ejemplo, los gatos provocan una cantidad brutal de estragos en la biodiversidad de las islas. Habría que tomar medidas pero a ver quién se atreve.

—Otro animal que genera mucho asco son las cucarachas y ahí no se hace nada.
—[Risas] Tiene razón. Es un animal que no me gusta ni a mí.

—Hay lugares en los que se invierten grandes cantidades de dinero y recursos para luchar contra la invasión de serpientes. ¿Deberíamos hacer lo mismo en Ibiza?
—Yo tuve la suerte de poder ir a Guam, que es una isla del Pacífico que pertenece a EEUU y que tiene el mismo problema que Ibiza. Allí las serpientes entraron durante la II Guerra Mundial y no se dieron cuenta hasta los años 90. Ha sido un desastre porque se han cargado un montón de especies endémicas. Allí tú vas por el bosque y no oyes aves. Es increíble. EEUU dedica mucho dinero a luchar contra esta invasión. Además, son serpientes arbóreas que trepan por las torres de tensión y provocan muchos cortes de luz. El perjuicio económico es importante y por eso gastan más dinero. Incluso, ha habido casos de mordeduras a bebés. Pero la cuestión es que allí se lo toman más en serio que en España y en Baleares. Es una cuestión de prioridades políticas. El papel de los medios y de los científicos es avisar de lo que está pasando y de la gravedad del asunto y el papel de la sociedad y los políticos es decir que esto se pone como prioridad. No podemos hacer más.

—Como experta, ¿cuáles cree que serían las soluciones más efectivas para acabar con las serpientes en Ibiza?
—El esfuerzo en el trampeo tiene que incrementarse y no puede parar. Aunque las culebras ya no se puedan erradicar de la isla, hay que mantener este esfuerzo e incrementarlo porque es lo único que puede hacer que serpientes y lagartijas convivan. Tiene que haber pocas serpientes para que las poblaciones de sargantanes puedan sobrevivir. Por otro lado, en el pasado hubiera sido necesario proteger las áreas en las que no había serpientes, estableciendo protocolos de actuación que se activaran rápidamente al menor avistamiento. Esto hoy no tendría mucho sentido porque ya están por todos los lados. En los islotes la cosa se está yendo de madre porque están llegando muchas serpientes.

—¿Cómo llegan?
—Nadando. La serpiente es un animal que está perfectamente diseñado para nadar. Su movimiento natural en la tierra es perfecto para nadar. La culebra de herradura, en concreto, nada muy bien. En el islote de s’Ora ya se había extinguido una subespecie de sargantanes. Y parece que en otros islotes también está pasando lo mismo.

—¿Y qué se puede hacer?
—Viendo todo esto, la única cosa que nos queda ahora mismo es la conservación ex situ, es decir, coger sargantanes y ponerlas en otro sitio fuera de la isla o en algunas instalaciones que estén preparadas para preservar su biodiversidad genética. Si no, irán desapareciendo a una velocidad desconocida. Nos vamos a quedar sin ellas. Ahora hay que hacer un seguimiento de todas las poblaciones de sargantanes y ver qué está pasando a tiempo real.

—También se están haciendo refugios para las ‘sargantanes’ por toda la isla.
—Sí, y eso me parece genial. Pero hay que pensar en que ahí pueden llegar también las serpientes. No estamos realmente protegiendo a la sargantana con este refugio si una culebra puede llegar. La protegemos un poco, sí, pero no estamos haciendo gran cosa.

—En Guam precisamente se levantan muros que dificultan el acceso de las serpientes. ¿Se debería hacer algo así aquí en torno a los refugios?
—Efectivamente. Y sí, se debería hacer. Si haces un refugio para sargantanes, debe estar a prueba de culebras. En Guam hacen unas paredes con rejas metálicas y en puertos y aeropuertos se hacen zonas de cuarentena que están rodeadas de unos muros que acaban en unos salientes que hacen muy difícil el acceso a la culebra. Hay que pensar que serpientes como las de herradura son muy buenas trepadoras. Y hay que hacer recintos protegidos y que, en su interior, tengan trampas. Además, en Ibiza debería controlarse la entrada de olivos, es básico. Hace años que se tenía que haber cortado, al menos en las épocas del año en las que sabemos que las serpientes pueden entrar hibernando o que puede haber huevos en esos olivos. Yo lo propuse hace años, que solo pudieran entrar olivos en primavera y pasando una cuarentena en una zona protegida contra las serpientes y llena de trampas. Deberían estar ahí el tiempo que haga falta.

—Pero es algo que depende del Estado porque el puerto y el aeropuerto son su competencia.
—Hay una normativa del Govern que fija que solo pueden llegar olivos en primavera pero no sé si se está controlando. Sin hacer esto, pasará lo que estamos viendo con la culebra bastarda. Y puede pasar con otras especies como víboras o alacranes.

— ¿En otras zonas de España sí se implantan estas medidas?
—En Canarias tienen un problema parecido con una culebra de California. Las tenía una persona en un terrario y no se sabe si las soltó o se escaparon. Tienen un problema grave en Gran Canaria y han pedido fondos para un Proyecto Life y hacen capturas mucho más exhaustivas que las que se hacen en Ibiza. A mí me da la sensación de que allí se lo toman un poco más en serio.

—Aquí al final todo depende de los voluntarios.
—A ver, el servicio de protección de especies puede que tenga unos recursos limitados. La Administración hace lo que puede. Y no hay que menospreciar el papel del voluntariado. La implicación social es muy buena y muy importante para que haya cohesión en un proyecto de erradicación de un animal invasor. Pero eso no quita que la Administración se tome las cosas más en serio.

—El COFIB ha denunciado estos días la vandalización de las trampas para las serpientes: sacan a los ratones, cambian de lugar las cajas e, incluso, liberan a las culebras. ¿Qué hacer?
—Esto lo hacen los animalistas. A mí me da pena lo que está sucediendo. Esos ratones viven muy bien. Están separados del compartimento en el que entra la serpiente, tienen agua y comida, los cuidan… Se me ocurren pocas circunstancias en las que un ratón de laboratorio viva tan bien, de verdad. Me apena porque el COFIB y los voluntarios están haciendo una labor importantísima para intentar salvar la biodiversidad que tenemos en Ibiza, que es única en el mundo, y no sé qué se imaginan que sufre el ratón. Yo soy muy sensible y veo que el ratón está muy bien.

—¿Qué futuro le espera a las ‘sargantanes’ tal y como están ahora mismo las cosas?
—Muy negro. Solo le puedo decir eso. Además, se está comprobando que allí donde llegan las culebras, acaban cada vez más rápido con las lagartijas. Conforme va avanzado el frente de invasión, más rápido se las comen. Entonces, estamos en un punto que hay que actuar con medidas mucho más contundentes porque, si no, nos quedamos sin sargantanes. Y yo no dejaría de hacer lo de la conservación ex situ, sea en Ibiza o sea fuera de la isla, en algún sitio en el que tengan experiencia en este tipo de medidas. Se trata de tener un reservorio de lagartijas en un sitio en el que no puedan entrar serpientes.

—Para acabar, en el mundo animal hay una evolución constante. ¿Puede que las ‘sargantanes’ estén destinadas a desaparecer ante la llegada de una especie más fuerte y por su incapacidad de adaptarse?
—Es una pregunta que me gusta. Hay un movimiento animalista que piensa así, que cree que el ser humano forma parte de la naturaleza y que, si hace movimientos de animales, es un proceso natural. La pregunta entonces que debemos hacernos es si un genocidio es también parte de la naturaleza y, por lo tanto, hay que dejar que suceda. Este ejemplo a mí me abrió los ojos hace tiempo. Yo también pensaba que todo formaba parte de la naturaleza. Pero el ser humano tiene conciencia y responsabilidad. Si, por culpa nuestra, está desapareciendo una especie que, de otra manera, no estaría desapareciendo, entiendo que tenemos la responsabilidad de reparar ese daño o, al menos, de intentarlo. Es una cuestión de responsabilidad. Si pensamos que todo son procesos naturales, pues no hacemos nada ni nos preocupamos nada.

—Entiendo lo que dice pero tal vez estemos luchando contra un imposible a la vista de que la ‘sargantana’ no es capaz de evolucionar frente a esta amenaza.
—Pero tenemos el ejemplo del lince ibérico. Estaba a punto de desaparecer y ya tenemos unas poblaciones establecidas. Esto no hubiera sucedido si el ser humano no hubiera intervenido. Es decir, estamos haciendo actuaciones que perjudican a muchas especies y lo menos que podemos hacer es intentar compensar un poco.