La gente se está volcando en ayudar a sus compatriotas. | Moisés Copa

Ana, una alicantina de 26 años, apunta en su libreta los nombres de varias personas según su núcleo familiar, edad, y necesidades especiales que puedan tener. Está tratando de organizar la acogida de las diferentes personas que no tienen dónde pasar la noche al haber sido desalojados del asentamiento de Can Rova, donde estuvieron viviendo hasta este miércoles. Ella fue una de las desalojadas pero, según cuenta, «tiene la suerte de poder quedarse en casa de una amiga». Sin embargo, los hay que no tienen esa fortuna.

Como si de unos servicios sociales improvisados se tratara, se atienden los criterios de vulnerabilidad de las personas que se sitúan junto al antiguo asentamiento, a la sombra de una de las naves de la zona. A quienes se les destina las primeras opciones de alojamiento son a los niños más pequeños o a quienes tienen alguna condición médica especial. Entre ellos tratan de organizarse y buscar un sitio donde pasar la noche. «Todos vinimos ayer a coordinaros. Yo vine hace tan solo un mes al asentamiento; no conozco prácticamente a esta gente. Me habían estafado en otros dos alojamientos y llegué hasta aquí. Los conocí el miércoles durante el desalojo. Tenemos la suerte de que nos esté asesorando un abogado que se ha enterado del desalojo y nos está asesorando. Estamos intentando mantener la calma y seguir los cauces legales», explica precisamente Ana.

Las opciones de alojamiento que se ofrecen desde las instituciones son insuficientes para las cantidad de personas que fueron desalojadas este miércoles. Las plazas habilitadas a duras penas llegan al medio centenar, sumando las del Ayuntamiento de Santa Eulària, Consell d’Eivissa y Cáritas. Por ello, esta organización propia colectiva es tan importante para el grupo.

Noticias relacionadas

La organización surge desde diferentes puntos. Ana es una de esas espontáneas dirigentes, pero no la única. Christian está coordinado la solidaridad entre los paraguayos, una de las nacionalidades más frecuentes en el viejo asentamiento. El grupo de WhatsApp por el cual se comunican ya existía desde antes, pero ahora está «en plena efervescencia». «Nosotros pedimos ayuda y nos traen agua, nos traen hielo, nos traen comida», explica Christian. Es una asociación asentada ya que «tenemos presidente, tenemos tesorera, de todo». En dicho grupo hay cerca de 400 personas -384 concretamente-, y cada uno colabora como buenamente puede. Lo más frecuente es aportar los refrigerios básicos y, también, lo imprescindible para los más pequeños, que son los pañales.

Muy cerca de ellos, justo a la vuelta de la esquina, se encuentra un grupo de colombianos. Según cuentan, son menos y no tienen tanta capacidad de organización. Una mujer con tres hijos está teniendo que dormir en su vehículo junto a su pareja, mientras sus tres hijos duermen con unos familiares. Junto a ellos, dos mujeres que se están quedando en el gimnasio del colegio de S’ Olivera. Cuando los permisos para estar ahí terminen, no saben dónde van a ir.

La ayuda también viene por canales externos. Durante la jornada del viernes, desde una iglesia de Sant Antoni acuden los pastores con comida y refrescos para todos los allí presentes. David, el pastor, cuenta que «se les rompió el corazón al ver lo que estaban viviendo, incluidos los niños». Por ello, reunieron a su comunidad y, durante la noche anterior y esa misma mañana, recogieron comida y ropa. Su intención es que «eso solo sea el comienzo de la ayuda». A raíz de unos miembros de su comunidad que estaban viviendo en el asentamiento se enlazaron con ellos. Su intención es ir mucho más allá y ofrecerles «tanto ayuda psicológica como asesoramiento legal». Junto los pastores ha acudido Diana, la psicóloga de la iglesia, que ha explicado que «hay gente con ansiedad, gente que necesita ser escuchada». La pastora, Brigitte ha explicado que hay dos grandes frentes, la labor social, ya activada junto a la comunidad, y otra de comunicación, en la que se busca llegar mucho más allá de los propios miembros de la iglesia y servir como canal de comunicación a todos quienes quieran ayudar a los desalojados.