Jaume Coll es un pescador de Ibiza que el pasado miércoles pescó un ejemplar de atún rojo de casi 300 kilos (en concreto, 285 kilos) en las aguas cercanas a Tagomago. El veterano pescador achaca a la suerte todo el mérito de haber capturado semejante pieza. Sin embargo, parece innegable que los más de 30 años de experiencia de Coll en el sector de la pesca no resultaran un factor determinante para estimular esa suerte. «Necesitas la suerte de que los atunes pasen por allí.
La suerte de que te pique alguno y la suerte de que no te rompa los aparejos o de que no se te escape», insiste el pescador, quien aseguró este lunes por la mañana a Periódico de Ibiza y Formentera que «cada pescado es un mundo» a la hora de sacarlo de la mar. Coll reconocía que «prefiero capturar un atún más pequeño que uno tan grande. Da mucha menos ‘guerra' un ejemplar de 100 kilos».
En el caso del último gran atún que ha pescado Coll, explicó que «tuve que esperar hasta cerca de las 10.00 horas para que picara», antes de dedicar más de tres horas, «hasta más tarde de la una», a sacar al animal del mar.
Jornada
La jornada de un pescador como Jaume Coll comienza a las cinco de la madrugada cuando, tal como explica él mismo, «lo primero que hago es salir a por cebo con pescado vivo y después voy a buscar un lugar adecuado y a cruzar los dedos para que haya suerte».
Para capturar los atunes, Coll, que suele pescar solo en su barco, el Alatxa, usa una caña y un anzuelo, del que explica que «está diseñado para que no se lo pueda tragar y que se enganche en el labio del atún». Para sacarlo del agua, «se usa una serie de aparejos; en cuanto lo tienes atado por la cola, el atún ya es tuyo».
Cuestionado por los mejores caladeros de atún rojo en las Pitiusas, Coll se lo piensa un instante antes de reconocer que «en la zona de es Vedrà, cerca de Tagomago y por las aguas de Formentera suele haber, pero cuando hay puedes encontrarlos en toda la isla», sin dejar de admitir que «a veces crees que va a haber en un lugar y no encuentras ninguno».
Respecto a lo habitual a la hora de capturar ejemplares de atún rojo de semejante tamaño, Coll asegura que «en las costas pitiusas hay ejemplares de 200 o 300 kilos y nuestros mayores capturaban piezas de hasta 500 kilos». Respecto a los ejemplares de 500 kilos de los que habla el pescador, explica que «solían capturarlos muy cerca de la costa con una técnica que se llama tunaina».
El atún rojo es un producto muy demandado en el mundo de la restauración. No obstante, Coll asegura que «no es tan fácil vender un ejemplar de estas características; es más fácil pescarlo que venderlo».
El pescador explica que «hay que saber despiezar un animal tan grande y no es una tarea fácil. En Ibiza hay poca gente que sepa despiezarlo bien. Vicente (de Pescados Vicente en el Mercat Nou) es uno de los pocos que lo hace bien». «Hay grandes empresas que venden las piezas del atún ya preparadas», explica Coll mientras reivindica que «no encontrarás atún más fresco que el nuestro, que a las pocas horas de sacarlo del agua ya está disponible en el mercado».
Vocación
«La vida del pescador es difícil; la pesca es algo que te tiene que gustar mucho para poder dedicarte a ello», explica Coll, quien teme que el oficio de la pesca artesanal esté abocado a la desaparición. «He tenido mucho alumnos de Can Marines haciendo prácticas y ninguno ha decidido ganarse la vida pescando», afirma. «Quien es pescador, lo es por vocación», precisa Coll, quien asegura que «los pocos que quedamos aguantamos porque nos queda poco para la jubilación». Otra de las razones por las que el pescador prevé la desaparición de la pesca artesanal es «por el exceso de burocracia, que lo hace todo mucho más complicado». No obstante, Coll reconoce que «la paz y la tranquilidad, ver el amanecer o navegar con los delfines» son sensaciones que hacen que «el oficio de pescador valga la pena», según concluye.
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