En el barrio de Can Escandell se encuentra la Cafetería Ana. «Un bar normal y corriente, con buen ambiente donde juntarse con los amigos», así define uno de los clientes más veteranos del barrio, Vicent de Can Bellet, la cafetería de la calle Atzaró.
Cafetería Ana nacía con la década de los 90. Tras una breve etapa de la mano de la primera propietaria, que le dio el nombre a la cafetería, el 13 de marzo de 1990 la familia Muñoz Serra se hacía cargo del negocio. «Mi hija, Ana, era demasiado joven y no tenía la experiencia necesaria para llevar una cafetería como esta», reconoce Mari Carmen, madre de la primera propietaria, que sigue frecuentando el negocio a diario como clienta.
José Muñoz, Araceli Serra y su hijo Carlos se pusieron entonces manos a la obra en la Cafetería Ana.
Carlos acababa de cumplir 17 años y recuerda que «el barrio era muy diferente a lo que es ahora» y reconoce que «esto fue lo que hizo que el bar tirara adelante: lo rápido que creció el barrio de repente».
Éxito
Muñoz se refiere a que «a partir de ese momento empezaron a hacer muchas obras alrededor y venían todos los obreros, pintores, fontaneros… a desayunar, a comer y a tomar una cerveza cuando acababan la jornada: El desarrollo del barrio supuso el éxito del negocio».
«Además coincidió con la llegada del Canal + con el fútbol y el ciclismo», añade Carlos, que asegura que «fuimos el primer local de Vila con el Plus porque lo pillábamos vía Palma». Este detalle supuso para la Cafetería Ana «horas y horas de trabajo que, junto al crecimiento del barrio, nos ayudaron a amortizar la inversión en el bar en relativamente poco tiempo».
De abrir con una oferta limitada a «las tapas ibicencas de siempre, frita de polp, de cerdo o de ‘freixures', que hacía mi madre», la Cafetería Ana amplió pronto su oferta gastronómica con la incorporación de un cocinero. «Lázaro entró el año que tuve que hacer la mili, el 91, y estuvo con nosotros más de 25 años», recuerda Carlos respecto al cocinero que «a partir de entonces empezó a hacer menús y poco después ampliamos la cafetería con el local de al lado». «Fueron unos 20 años de muchísimo trabajo», admite Carlos, que reconoce que «cuando tienes 18 o 19 años, tanto trabajo te quita el tiempo de hacer lo que quieres: estar con los amigos», por lo que admite que «rezaba porque no jugaran el Madrid o el Barça el sábado por la tarde».
Época de crisis
Muñoz medía el éxito del negocio durante sus dos primeras décadas porque reconoce que «cuando empezaron a llegar las crisis una detrás de otra se notó muchísimo». «Los pocos trabajadores que todavía tenían trabajo tras la crisis de los bancos, llevaban la comida en tupes y los menús se quedaron en nada» explica Carlos que, añade que «sin embargo, los clientes de siempre siguieron y siguen viniendo: la cervecera de las siete de la tarde y la partida de cartas, después del trabajo y antes de volver a casa, no la perdona nadie y los partidos del Plus siguieron llenando la cafetería».
Dos de estos clientes son Antonio e Hinojo y el primero asegura que «vengo desde el primer día, el trato es familiar y agradable y es el mejor lugar para hacer la tertulia con los amigos». «A mí me trajo Antonio aquí por primera vez el 11 de febrero de 1992, siempre hemos sido compañeros de trabajo y, desde entonces, no hemos dejado de venir a hablar y a hacer bromas», asegura Hinojo.
Etapas
«La verdad es que llevo tantas horas aquí dentro acumuladas que ya me sobran», argumenta Carlos para justificar el cambio de horario que ha aplicado durante los dos últimos años: «Abro a las siete y cierro a las 22'30h, los domingos a las 21,30h, además cierro los sábados». «Es la única manera de pasar un poco de tiempo con mi familia» insiste.
«El bar lo abría siempre Lázaro a las seis de la mañana y lo cerraba mi padre a las tres o las cuatro de la madrugada», recuerda Carlos la primera época de la cafetería. «El único día que se cerraba en todo el año era el 25 de diciembre, que es el día del cumpleaños de mi madre», añade Muñoz.
«Cuando mi padre se jubiló hace 17 años cambié el horario y empezamos a cerrar a las 12 de la noche, aunque a mí me tocó hacer más horas y empecé a cerrar los sábados», explica el responsable de la cafetería, que recuerda que «poco tiempo después, una enfermedad hizo que Lázaro no pudiera trabajar más y me tocó hacer a mi todo el horario completo, de seis de la mañana a 12 de la noche».
Este es el ritmo de trabajo que Carlos estuvo ejerciendo «durante unos ocho años» justifica la decisión de adaptar su horario para poder conciliar con su vida familiar. «Ahora ya no hacemos menús», explica Carlos, «hacemos muchos desayunos y nuestra estrella es el jamón serrano recién cortado, con permiso de la tortilla de patatas». «Mi madre ahora viene un poco por la tarde, a jugar al ‘ramer' o al dominó», añade Carlos.
Clientes
«El 95% de nuestra clientela es muy buena gente, tengo mucha suerte, pero claro: siempre hay un 5% de aquella manera», admite Muñoz, que asegura que «nunca hemos tenido que llamar a la Policía». «Hubo una época en la que muchos de los pisos de delante estaban alquilados a policías nacionales y el cuartel de la Guardia Civil está muy cerca de aquí, por lo que muchas veces la cafetería estaba llena de fuerzas y cuerpos del Estado», recuerda Carlos para explicar que «uno de esos días, lleno de policías y guardia civiles, a alguien se le ocurrió intentar robar el dinero de la caja del teléfono que teníamos». «Sin embargo, no le vio nadie más que mi madre», continua explicando, «que la tuvo que parar uno de los policías cuando la vio que se iba a abalanzar contra el ladrón, con la falda ya arremangada para darle una buena patada».
«Los clientes que tengo, la verdad es que tiene una media de edad bastante avanzada», asegura Carlos para reconocer que «casi todos llevan viniendo más de 30 años y eso debe ser buena señal».
Uno de estos vecinos veteranos es Félix que presume con humor de que viene a esta cafetería «desde antes de que la construyeran». «Es un bar de barrio, un bar normal y corriente», explica Félix mientras Paco añade que «es un bar como todos, pero eso el lo bueno de los bares como este». En la mesa de al lado, Luis añade que «no perdono la tostada con el jamón cada día, por lo menos a la hora del café» mientras Ángeles subraya «lo bien que te tratan».
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