Piluca Bayarri es una de las diseñadoras de Ibiza más conocidas de Adlib Moda Ibiza. En el programa de la TEF, Bona Nit Pitiüses Entrevistes con Toni Ruiz, la creadora repasa cómo fueron sus inicios en el mundo de la moda.
—Sus creaciones se conocen y se venden por todo el mundo. Si hablamos de sus principios, casi podemos hablar de un flechazo con Ibiza.
—Sí, fue mutuo. Yo me enamoré de Ibiza e Ibiza de mí. Hay un dicho que se dice siempre: si Ibiza no te quiere, te echa. Yo sé que es realidad y que me ha querido. No me imagino vivir en otro sitio del mundo.
—Llegó en 1982 para pasar unos días de vacaciones.
—Soy valenciana y decidimos cuatro amigas venir a Ibiza a pasar unos días, pero no había muchas opciones entonces e ir a Ibiza era ir a Sant Antoni y muy bien. Tengo fotos; fueron cuatro días e inmediatamente volvimos a Valencia. Allí pensaba lo bonito que era Ibiza, la libertad, bailar.
—El ‘bichito' de Ibiza ya le había picado y tardó poco en volver.
—Pasaron meses hasta que llegó el 2 de febrero del año siguiente cuando volví a Ibiza con mi coche y creo que fue la mejor decisión que pude tomar. Tenía claro que, estando aquí, había que vivir y trabajar porque venía con lo básico. Nada más bajar del barco, ya fui a hacer una entrevista a la cafetería Marisol y me dieron trabajo pero para comenzar a las 7 de la mañana. Yo pensé que no, que no iba a llegar a Ibiza para empezar a trabajar a esas horas. De ahí, ya me fui a Sant Antoni.
—-Era febrero del año 1983 y hablamos de una Ibiza de invierno.
—Pero en febrero acudía la gente que en realidad quería hacer negocio, comprar, vender o montar algo en la isla. Era gente que venía a trabajar y ya había ambiente.
—Todo esto la cogió en un momento complicado puesto que debía decidir qué hacer con su vida
—No tenía nada claro. Yo venía de ser una buena deportista porque hacía atletismo de élite y me recorrí toda España con ello. Siempre pensaba que tenía que llegar a alguna meta y pensé en comprobar qué era el mundo del deporte en la isla en aquella época y me fui al equipo de atletismo. Mi idea era montar algo como una tienda de deportes porque yo estaba patrocinada por Adidas. De la noche a la mañana, todo aquello se fue. Después, tiré hacia el mundo de la noche y conocí a una persona que me dijo que, si me presentaba en Amnesia, estaban buscando gente. Yo no hablaba inglés y conocí a otra persona que sí lo hablaba perfectamente, pero nos cogieron a las dos. En aquella época, la discoteca pertenecía al Ku. Terminábamos en Amnesia y llegábamos al Ku con toda la recaudación. Éramos muy bienvenidas porque mi amiga llevaba todo el dinero. Era una época tan libre que no sé cómo explicarlo.
—Tuvo incluso la ocasión de conocer a Freddy Mercury.
—Más que conocerlo, de verlo. Estar allí fue maravilloso. Lo que pasa es que la noche es muy traicionera porque después no existes durante la mañana y me salió la oportunidad de vender zumos en la playa. Pensé que me gustaba más y que, por lo menos, me pondría morena. Trabajé en un local al final de Playa d´en Bossa y muy bien. Servía los zumos con un tanga. No me gustaba esa prenda y pensé en hacerme uno con puntillitas y tuve la suerte de conocer a una maravillosa costurera de Sant Rafael. Lo hice en cinco colores para llevar cada día un color y comencé a ver cómo me preguntaban por esos tangas. Entonces, no había teléfono y tenía que ir a Sant Rafel en coche para hacer los pedidos porque me los encargaban para el día siguiente. Empezó todo así y nunca más trabajé por la noche. Las boutiques de Ibiza me empezaron a localizar, porque no había teléfono. En la bolsa yo llevaba 300 tangas. Comenzaba por Vara de Rey y seguía y me iba parando por las boutiques. Cuando bajaba de la calle de la Virgen, en las de Vara de Rey ya no les quedaba nada. En una tarde había vendido 200 y no te lo podías creer. En parte, era normal porque sólo estábamos nosotros. No había las firmas de ahora.
—Usted cree que si aquella misma Piluca que llegó en los años 80 lo hiciera ahora, ¿se enamoraría de Ibiza?
—Yo creo que no. No es que no me guste cómo está ahora, pero es que las vibraciones de antes eran tan limpias. Ibas al banco y te daban hasta una copa. Era divertidísimo. No sé si me hubiera quedado en esta época. Supongo que los diseñadores y la gente joven que llega con ganas de hacer cosas sí verán algo en Ibiza que no lo encuentran en otros lugares.
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—Usted comenta que ahora es cuando más feliz se siente con su trabajo.
—El año pasado hice mis 40 en la moda y no he trabajado en otra cosa. Ahora es cuando estoy disfrutando un poco. Soy así. Digo que esto es lo que puedo ofrecer y me dicen que es justo lo que quieren. Estoy más tranquila, aunque nos ha fastidiado la pandemia por temas de números, pero ahora tengo tres hijos maravillosos; he sido abuela por segunda vez y tengo gente a mi lado, proveedores, que no sabes lo que llevan a cabo para que pueda hacer mi desfile Adlib. Todo esto hasta me da miedo a veces, pero creo que es el resultado de muchas cosas.
—El movimiento Adlib habrá ayudado a las personas de Ibiza dedicadas a la moda.
—Sí. Los comienzos fueron duros, bastante duros. Este año creo que ha sido mi desfile número 34 o 35. Hubo un año que sólo éramos cuatro y otro que querían quitar el dinero de la moda para destinarlo a la música. Hoy en día, la moda Adlib está bien encauzada, encaminada, y creo que tenemos moda para 50 años más, aunque no esté yo. Han sabido guiarla, manejarla y cuidarla bien, porque ha habido momentos en los se ha abierto demasiado. Para mí, Adlib es ‘tú me das, yo te doy'.
—Sus diseños se ven más en zonas cálidas.
—Piluca Bayarri va donde va el sol y donde va la gente de vacaciones o se disfruta del mar. Ahí están mis diseños. Alguna clienta ha habido en Madrid, pero es que en lugares como Marbella se vende más rápido.
—Una de las diferencias de sus diseños es la calidad del producto ‘made in Ibiza'.
—Nosotros somos muy artesanales y ello significa mucho hecho a mano, tintado a mano, y el color incluso depende del sol o de la lluvia. Voy a buscar los tejidos por toda Europa y trabajo mucho con Italia, Francia o Reino Unido. Hago un mes de concentración buscando tendencias, pero no quito calidad para nada. Prefiero, si sale a un precio demasiado elevado, no hacer la prenda. Creo que este mes ya habré usado 2.000.000 de cristales Swarovski en mis diseños. Me encanta. Me han ofrecido cristales de todas las gamas y más baratos y no. Prefiero dar calidad porque, a la larga, resulta mejor.
—¿Cómo surgió esa fusión con Swarovski?
—Buscando. Recuerdo que ellos participaban en ferias por primera vez y a su lado estaban todas las imitaciones. Yo les pedí lo que quería para mis creaciones y les dije cómo estaba buscando que algo brillara en un momento determinado y me decían a todo que sí. Les expliqué que tenía poca producción, pero con calidad.
—Usted procedía de una familia peculiar, ¿cómo encajó su decisión de vivir en Ibiza?
—Somos diez chicas y un chico. Yo soy la número diez, la penúltima, y soy la única que salió de Valencia y se plantó en Ibiza. Pienso que mi familia ha sido siempre una familia de artistas con poetas, escultores, y tengo esa libertad en la sangre. Mi padre nos apuntó a todas a un conservatorio y me tocó el violín. Tuve que demostrar que estaba bien en Ibiza. Al final, tuve que traerlos. También me enamoré de un mallorquín muy guapo; nos casamos en Jesús y tengo tres hijos. La familia ya estaba más tranquila. Fueron unos años maravillosos, aunque después de 20 nos divorciamos. Mis hermanas están alucinadas y les gusta mucho lo que he conseguido. Cuando he ido a ver a mi familia, nunca me he llevado una mochila con problemas y siempre he ido con una actitud buena, de solucionarme yo los problemas.
—¿Vuelve mucho a Valencia?
—No y ese es el problema, que no voy tanto como me gustaría. Para ver a todas mis hermanas, tendría que estar en Valencia 20 días. La tecnología, ya sabemos, lo hace todo.
—Si hablamos de la potencia de la marca Ibiza, ¿qué nos puede decir?
—Sólo hay que irse a Madrid y decir que vives en Ibiza. Eso vende y rápidamente saben el estilo y el espíritu que tienes y reflejas. Sí hay que incidir en que somos calidad, artesanía, y que no somos baratos porque le ponemos mucho esfuerzo y diseño a las prendas, pero sí vende la marca Ibiza.
—¿Qué diría a los jóvenes que quieran seguir sus pasos?
—Constancia, que sigan. Hay dos ramas fundamentales: o quieres ser diseñadora de una empresa y ésta se encarga de todo el papeleo o quieres crear tu marca. Las dos opciones hay que tenerlas bien claras. El fracaso es éxito y cada cosa mala que pase, será beneficiosa de otra forma. Me pone más nerviosa que todo me vaya bien. De los errores se aprende y les diría que tengan mucho ánimo. La moda Adlib, además, está ayudando muy bien y hay que insistir, aunque al principio haya que hacer otros trabajos. Yo he vendido zumos.
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