Can Moreta, «un bar para toda la vida» | Toni Planells

Teodoro Moreta llegó a Ibiza a mediados de los años 40 desde su Ávila natal como regular del ejército. No tardó en conocer a Catalina ‘Coques', una ‘josepina' con la que acabaría casándose y haciendo su vida en Ibiza.

Tal como explica Silvia, su nieta, «mi abuelo siempre tuvo una gran visión comercial», así que Teodoro no tardó en hacerse con un terreno en Vila donde acabó construyendo un edificio de tres plantas. «En la planta baja montaron una tienda y un bar mientras que en las demás plantas montaron un hostal», recuerda Silvia respecto al negocio familiar que su abuelo inauguró en 1958. «Mi abuela siempre se ocupó del hostal mientras mi abuelo, con ayuda de mi padre, se hacía cargo del bar y de la tienda.

Centro social
«Siempre fue el bar del barrio», recuerda Silvia, que explica que «mi abuelo tuvo uno de los primeros televisores del barrio y todas las noches lo sacaba a la calle para que los vecinos pudieran verlo». «Cada vecino se traía su propia silla y la plantaba en la calle, que ni siquiera estaba asfaltada. Además de un bar, era un centro social», apunta la nieta de Teodoro.

«Otro de los servicios que ofrecía mi abuelo era el de las taquillas para los militares», añade Silvia, mientras especula que «seguramente, como él fue militar, tenía cierta empatía por los otros militares, que dejaban el petate con el uniforme en las taquillas y se ponían guapos para dar un paseo por Vila».

Pepe, hijo de Teodoro y padre de Silvia, no tomó el relevo del negocio familiar.

«En su lugar, se hicieron cargo del bar Jesús y César a partir de los años 80», explica Silvia, que subraya que ambos inquilinos se hicieron cargo de Can Moreta «durante más de 30 años, hasta que se jubilaron en 2011.

Tercera etapa
En cuanto Jesús y César se jubilaron «me entró la locura y decidí hacerme cargo», explica Silvia con humor mientras reconoce que «yo tenía una peluquería con mi madre y no tenía ni idea de hostelería».

«Decidimos hacer una reforma integral al local», explica Silvia, que recuerda con humor que «como mi padre tenía una idea y yo tenía otra, casi rozamos una crisis familiar».

«Los inicios fueron muy duros y salí adelante porque soy una cabezona», reconoce Silvia, que agradece «la ayuda de toda la familia y del personal, sobre todo de Neus, que estuvo desde el principio, así como de Sole, Mara, Ayelén o Dora, que ya se jubiló».

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Entre la oferta de Can Moreta, Silvia destaca «la paella de los miércoles, sin olvidarnos de los huevos fritos con bogavantes de los sábados o del cous-cous de los domingos, además de nuestras tapas».

Clientela
«Si tengo que presumir de algo, presumiría del equipo, que es una familia, de la clientela y de conservar el espíritu de siempre», admite Silvia, que resume el perfil de su clientela como «gente que viene cada día, gente que repite cada año que viene de vacaciones o los que vienen a trabajar la temporada y que se sienten como en casa».

Entre la clientela de Can Moreta se encuentran Javier y Ruth, que califican Can Moreta como «un bar para toda la vida». Esta pareja se refiere a que «hace unos diez años desayunábamos a la misma hora cada día en mesas cercanas» y a día de hoy son pareja y ya están esperando a «un nuevo cliente de Can Moreta».

Juanma se define con humor como «asistente de la pareja» mientras pone en valor el carácter de «punto de encuentro de la gente trabajadora de la zona que tiene Can Moreta».

Ángel y Mari también son pareja y, en el caso de él asegura que va a Can Moreta «desde que llegué a Ibiza con 19 años. Me acuerdo hasta de cuando tenían las taquillas para los militares». Por su parte, Mari, reconoce que «vengo más desde que lo han cambiado, antes era un lugar más de hombres».

«Desde que hicieron la reforma, vengo un día sí y otro no», admite Néstor mientras apura su café y lee el Periódico. Y subraya que «aquí se mantiene el espíritu tradicional y clásico, hay gente del lugar y todo el personal te hace sentir bien».

Nico también es asiduo de Can Moreta desde su vuelta a Ibiza, en su caso hace seis años. «Con el tiempo fui conociendo a Silvia y a todo el personal y a sentirme cada vez más a gusto».

Nico considera Can Moreta como «uno de mis lugares favoritos de la ciudad» y reconoce que en más de una ocasión «me siento con el ordenador a trabajar con tranquilidad».

Aunque lleva años jubilado, Tucho también considera, entre risas, que «Can Moreta es mi oficina». «Forma parte de mi rutina diaria venir a mediodía a tomarme una caña, leer el periódico y charlar con el personal», explica el veterano periodista y cliente de Silvia, que asegura con su habitual humor que «tengo una mesa con mi nombre, cuando me muera tendrán que retirarla».