Hace poco más de un siglo Toni Marí de Can Cosmi y su familia regentaban un pequeño hotel en el centro de Santa Eulària, el Hotel Cosmi. Un negocio familiar al que la escasez de esos tiempos y su requisamiento por parte de la Guardia Civil para convertirlo en un hotel militar obligó a abandonarlo para ir a buscar una vida mejor en Argelia. Allí Toni estuvo trabajando en un buque mercante entre Argelia y Francia durante años. Entre estos dos países nacieron los hijos de Toni; Vicent nació en Argelia en 1933.

Con el fin de La Guerra, a finales de los años 30, la familia Cosmi volvió a Ibiza y trasladaron el hotel familiar a otro edificio justo delante del entonces Hotel Royalty y se hicieron cargo de un local en el que ya existía un bar. «Se llamaba Fisherman's Antonia's Bar», asegura el actual responsable del negocio mientras muestra una ilustración del pueblo de Santa Eulària antes de los años 30.

Vivienda
Tras una primera reforma, la familia de Vicent Cosmi se instaló en el mismo edificio del bar. Juan Antonio, Juanito, José Vicente, Tito, y Maria Antonia crecieron entre las paredes del bar de su padre. Tito y Maria Antonia nacieron allí literalmente.
«En el piso de arriba estaban las habitaciones donde dormíamos todos: mis padres, mis hermanos, mi tío Chicha, mi padrino y hasta mi abuela que, como era muy menuda, dormía en una especie de cuna», asegura Juanito que recuerda que «vivimos así hasta 1974, cuando nos mudamos a un piso». «Mi hermano se quedó viviendo aquí», apunta. Hoy en día son Juanito y Tito quienes se encargan del negocio familiar, que ya pasa por la tercera generación de Cosmis tras su barra. «Siempre estuvimos de alquiler, eso sí, uno de esos de renta antigua por el que creo recordar que pagábamos 200 pesetas», apunta Juanito, que recuerda que «no pudimos comprar el local hasta mediados de los 90». Toni murió pocos años después de hacerse con la propiedad del edificio en el que fundó su familia junto a Maria, «el alma verdadera de Can Cosmi», tal como la describe su hijo.
«Se levantaba a las cuatro de la mañana para que el bar estuviera limpio a la hora de abrir», recuerda Marí que añade que «siempre le tocaba despertar a mi hermano para que abriera puntualmente a las siete de la mañana».

«Eran tiempos en los que no había tanto trabajo y sólo con el bar no se podía subsistir. Por las mañanas mi padre se iba a trabajar como maestro de obras», añade Juanito. Respecto a la oferta que ofrecía Can Cosmi en su primera época, recuerda que «apenas se cocinaba más que algún bocadillo o algún sandwich para los turistas en verano, ya que en invierno sólo se servían bebidas a los vecinos y taxistas que se pasaban horas en el bar charlando o jugando a las cartas». «Las tapas las introdujimos mi hermano y yo poco antes de que nuestro padre muriera», explica Marí, que pone en valor el trabajo de «Alberto Marrota, que fue el primer cocinero de tapas que tuvimos».

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Trabajo duro
«A partir de entonces, desde que nos hicimos cargo mi hermano y yo, hemos trabajado duro para llevar esto adelante», reivindica Juanito, quien describe una serie de cambios respecto a la oferta de Can Cosmi. «Le dimos caña a las tapas y a la cocina y nos fue bien, también es verdad que tuvimos la suerte de vivir la explosión del turismo y supimos aprovecharla».
Hoy en día, sin perder la esencia de los bares de siempre, Can Cosmi ofrece todo un abanico de platos entre los que Juanito destaca «la paella que hacemos cada día o el bullit de peix que hacemos por encargo, sin olvidar todos los premios que nos han dado en la Feria d'es Gerret». «Mi padre fue fundador de la Peña Deportiva y siempre hemos sido muy futboleros y muy del Barça», reconoce Juanito para explicar la cantidad de fotografías de las distintas generaciones del equipo de Santa Eulària que decoran las paredes de Can Cosmi.

A día de hoy, ya se está preparando la cuarta generación de Cosmis con los hijos de Tito, Vicent, Joan y Aida. En cuanto a la clientela de Can Cosmi, su propietario no tiene ninguna duda a la hora de describirla, enseñando el lema que lleva inscrito en la espalda del uniforme de trabajo: «Soy Cosmipolita». Marí se refiere a que el perfil de la clientela de su casa es de lo más variado. «Tenemos clientes mayores que llevan viniendo toda la vida y que se siguen juntando cada mañana para jugar a las cartas; yo les llamo los carteros, pero también tenemos un buen volumen de turistas extranjeros».
Turistas extranjeros que, en muchos casos, también son veteranos, tal como recuerda Susana, la camarera más veterana de la plantilla de Can Cosmi. «Muchos turistas vienen repitiendo cada año desde antes de que comenzara yo a trabajar, y de eso hace más de 30 años».

Uno de ellos es Manfred, un ciudadano alemán que asegura que «hace 27 años que Can Cosmi es mi oficina».

De toda la vida
Aurora también es clienta de Can Cosmi desde que llegó a Ibiza en 1966 y disfruta de la terraza de este establecimiento «desde el primer día». Desayuna habitualmente con sus hijos, Carlos y Alicia. «Venimos desde que tenemos recuerdo», reconocen los hermanos que ponen en valor «el trato y el servicio». «Siempre ha sido el punto de encuentro, todo el mundo sabe dónde está el Cosmi», asegura Carlos.


«Sigue manteniendo el encanto de toda la vida», asegura Aurora. Mismo argumento que usa Guillermo, quien asegura que lleva viniendo a Can Cosmi «toda la vida». Entre los carteros a los que se refiere Juanito, en referencia a los clientes veteranos que cada mañana se reúnen para jugar a las cartas, se encuentran Vicent de Can Coix, Miquel de na Lina y Busquets.
Los tres veteranos, sin levantar los ojos de las cartas, aseguran que «más que un bar, es un centro social» que convierten en una suerte de competición por la veteranía. «Yo sólo llevo viniendo 80 años; toda la vida» asegura el de Can Coix mientras Miquel recuerda que «a mí me traía mi padre desde que no era más que un niño». «Yo no he dejado de venir en toda mi vida, y ya tengo muchos años», señala.