Toni Ruiz y Lluís Ferrer, durante su conversación em 'BNP Entrevistes'. | TEF

Lluís Ferrer, último protagonista de Bona Nit Pitiüses Entrevistes con Toni Ruiz, repasa en este espacio de la TEF su prolífica carrera literaria en la que, como él mismo dice, va a libro por año.

Hablando de sus últimos trabajos, creo que está ultimando una obra que todavía no ha visto la luz.
—Tengo varias cosas en marcha. Siempre las tengo. Estoy pendiente de publicar un cómic, una novela gráfica con Joan Escandell que hace tiempo está terminada. Está inspirada en Antares, un personaje que Joan dibujó durante 17 años en Francia. Queríamos intentar retomarlo y lo publicaremos en España en primer lugar y, una vez publicado, intentaremos darle salida en Francia. Está previsto que salga después del verano y yo además estoy trabajando en un segundo volumen de las ‘Rondaies d´Eivissa i Formentera' porque me ha gustado mucho y ha tenido muy buena respuesta. No soy persona de hacer segundas partes, pero vi que tenía mucho material acumulado. Me gustó el formato y estoy muy contento con Rodríguez Cano, el dibujante que las ha ilustrado, e intentaré sacar ya no un segundo volumen, sino incluso puede que más.

Estas nuevas ‘rondaies' demuestran claramente que hay una falta de ficción pitiusa.
—Sí, tanto en relato corto, como es este caso, como en novela. Poesía hay mucha. Hay muchos poetas en Ibiza -incluso puede que demasiados- pero novelistas o gente que exclusivamente se dedique a la ficción, a relatos cortos o novelas, no hay tantos.

Y usted es un hombre de suerte porque los ilustradores con los que ha trabajado son magníficos y eso le da un gran empaque a su obra.
—Exacto. La suerte que tengo, ya no es por los medios con los que pueda contar, sino por lo buenos que son los ilustradores con los que he trabajado. Joan Escandell es una leyenda viva del cómic nacional; ha dibujado durante más de 60 años y acaba de ganar el Premio Ciutat de Palma por una obra autobiográfica. Sobre Cano, él no se considera un profesional, pero lo es mucho más que otros. Escandell también dice que está retirado y tiene una jornada laboral de ocho horas al día, con lo que hace el mismo horario que cuando trabajaba en Bruguera. Cuando le pregunto, me dice que es que si no se aburre. Cano, por su parte, tiene un trabajo de subsistencia porque es administrativo y, cuando acaba, su pasión es dibujar. También ir en bicicleta y no para. Tengo mucha suerte.

Pero es que las editoriales se lo compran todo y eso es tener mucha suerte y talento.
—Ahora estoy publicando con una editorial de Madrid desde hace ocho años y mi editor es José Luis del Río. Una vez lo hablaba con él y me dijo algo que me llegó al corazón: que le gustaba cómo escribo. Que un editor te diga esto. Cuando le consulté sobre el libro de rondaies en ibicenco y sólo le dije el título, a los cinco minutos me contestó con un sí a todo y no había ni empezado a escribir el libro. Es una confianza ciega.

Es decir, usted piensa primero en el título.
—Muchas veces sí. Es inspirador y, además, en las últimas publicaciones que he hecho es algo muy evidente.

Sobre ‘Història d´Eivissa i Formentera' hay que decir que una parte del libro estaba ya hecha.
—Todo el cómic estaba dibujado y, aunque después se tuvo que retocar para añadir cosas, es un trabajo que me sorprendió porque Joan desde hacía diez años le estaba dando vueltas y no conseguía que nadie se lo sacara, ni a nivel institucional. Yo venía de publicar con él la adaptación de mi novela Días Oscuros y le dije que yo me encargaba, así que le hice mi propuesta el editor, a quien le pareció muy bien. Cuando le dije que era sobre la historia de Ibiza y Formentera y en catalán, se quedó sorprendido y nos llamó locos, pero nos dijo que adelante. Tres ediciones después, aquí estamos.

Las librerías están cerrando y el libro electrónico no sé muy bien qué incidencia puede tener. ¿El libro va a la baja?
—Siempre tendrá un formato físico, aunque está bien tener otras opciones. Es como el paso que se dio cuando pasamos de leer prensa en papel a la prensa digital. Al final, uno se hace a todo. Las librerías, algunas cierran, pero otras se diversifican y hacen más cosas. Yo creo que habrá que convivir con las nuevas tecnologías y nuevas formas de ocio. Van a la baja y es una lástima. Como decía Sabina, se cierran librerías y los gimnasios están llenos. Es lo que tenemos.

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Usted dirige dos clubes de lectura, uno en Santa Eulària y otro en Formentera.
—De hecho en Santa Eulària llevamos 19 años y yo soy miembro fundador y desde hace siete años llevo la coordinación. Elijo una serie de lecturas y hago una programación de todo el año, con autores que vienen incluidos. La biblioteca, después, se encarga de conseguir los lotes de libros, más de 30 porque son los socios que leen mensualmente nuestras propuestas. Se lee, el primer martes de cada mes se acude a la reunión y se comenta. Es tan fácil como esto.

¿Recibe muchas quejas?
—Hay de todo porque no todos los libros gustan a todo el mundo. Yo, conociendo a los socios, intento buscar una cosa que guste en general. Para ello vamos, para decir si nos ha gustado o no. Hay quejas porque intento buscar cosas que estén fuera de la zona de confort habitual de los lectores. Siempre tenemos la tendencia de comprar o leer lo mismo y yo intento introducir un poco de todo, teatro, ensayo o cómic. De momento, no me han echado, aunque dales tiempo.

Gente que escribe muy bien, hay mucha. De repente, sin embargo, llega alguien que vende libros como churros.
—Esto está pasando ahora en Ibiza. Es encontrar la llave del éxito. Hay muy buenos autores con mucho éxito que publican a nivel nacional y que tienen mucho éxito, como Helena Tur que acaba de publicar ‘La playa del carbón' o Toni Monserrat y su ‘Isla negra' que va por la cuarta edición y con Plaza y Janés, no con una editorial independiente y pequeña. Sobre Helena, de su primera obra ‘Mala sangre' también quieren hacer una película. Ahora mismo, estamos en un momento dulce en este aspecto. Hay una serie de autores que, a nivel nacional, están funcionando muy bien y que además están siendo traducidos.

También debemos referirnos a Javier Moro.
—Con él me pasó algo muy bueno. Cuando le dieron el Premio Planeta estaba pendiente de que anunciaran quién era el ganador en un informativo de televisión. Abrieron la plica y primero leyeron el seudónimo y el título de la obra. Cuando dijeron Agustín San José, supe que se lo habían dado a Javier Moro. Él tiene la casa en Sant Agustí, en el municipio de Sant Josep.

¿Qué vínculo tienen las Pitiusas con esta prolífica nómina de autores?.
—Creo que, al final, el talento aflora si la gente trabaja bien. Además, cuando uno abre camino suceden estas cosas. Toni Montserrat contactó con Helena Tur porque tenía obras por publicar y no sabía cómo hacerlo. Ella le dio el contacto de su editor y así fue, tan fácil o tan difícil.

Todo empezó para usted con ‘El hondero'.
—Sí porque es la traducción al castellano de la trilogía ebusitana que publiqué entre 2008 y 2010, que son los primeros libros que saqué. Hice yo mismo la traducción porque la gente me lo pedía y quedé muy satisfecho, pero es un trabajo que no haré nunca más. Lo de traducir es picar piedra y creativamente no te aporta nada. Es durísimo y no está bien pagado. Tengo además una novela escrita desde hace años, una primera versión de ‘Asesinato en Tagomago', que ya hablé de ella en la TEF. Está hecho el primer borrador. Sólo tengo que reescribirlo y volver a esta obra. Justo fue cuando empecé con la editorial y me lancé más por la vena del cómic. Así que lo dejé en un cajón para que madurara. Lo que pasa es que, desde entonces, voy a libro por año y no me da para sacarle todo el jugo a la novela. Ya saldrá.

Tagomago está muy presente en su obra.
—Es una broma privada que tengo y sale en todos mis libros de una manera u otra. En Johnny Revenge se habla del Rancho Tagomago, que es la guardia del reverendo Lewis Blacksmith. Si haces la traducción, no es otra cosa que Lluís Ferrer. De una forma u otra siempre sale Tagomago. Lo tengo cerca y, si hablamos de su estado, hay que decir que el islote está achicharrado porque no llueve. La casa o mansión no ha crecido más de lo que era, aunque sí se hicieron unas paredes o aceras, y el chiringuito donde se grabó el vídeo de La Lambada, uno a quien no quiero nombrar lo reconvirtió en un ‘beach club' con Dj y luces, aunque afortunadamente está cerrado desde hace muchos años.

Usted también ha hablado de la censura en un trabajo más periodístico que literario. ¿Cómo está en este momento el mundo de la sátira?
—Está tan mal como siempre. Esta pugna que hay entre poderes políticos, económicos o religiosos para censurar cosas que no gustan pasa sistemáticamente desde siempre. De hecho, este ensayo comenzó con unas charlas que yo daba y que mi editor me publicó y que abarcan desde los años 30 del pasado siglo y porque no quise empezar antes. Los enfrentamientos de censura, en este caso, con el cómic, se han producido siempre. Es una manía que tiene alguna gente de decir qué te debe gustar y qué no y no es necesario que nadie nos lo diga. Uno ya elegirá.

Usted cuando no escribe hace pan.
—Yo hago pan de verdad con mi hermano, que somos los dos socios de nuestra microempresa, que es un horno en Sant Carles. Es mi trabajo de subsistencia desde siempre. Es un negocio familiar que empezó mi abuelo en el 57. El pan, por cierto, también se ha prostituido y es triste. Hay pan como el que se hacía antaño, pero la gente va a lo más económico. En Ibiza y Formentera se hace pan muy bueno, aunque también hay mucho pan medio congelado. Se ha prostituido, pero muy mal en ocasiones.