Psicopedagoga, escritora o poeta, Iolanda Bonet repasa en el programa de Toni Ruiz, Bona Nit Pitiüses Entrevistes, en TEF sus distintas facetas, todas relacionadas con la cultura o el arte.

—Podríamos decir que es una artista puesto que ha hecho un poco de todo.
—En determinados momentos de mi vida he hecho macramé o he forrado libretas con tela para venderlas después. He diseñado joyas y he hecho un poco de cerámica con dibujos de payesas. Artista es una palabra demasiado grande, pero podemos decir que soy creativa.

—Y todo compaginado con la escritura.
—Dibujé cuando no encontré ilustradores para hacer unos libros determinados y no tuve más remedio que hacer las ilustraciones yo misma.

—¿Escribe más ahora que hace unos años?
—Publico ahora más que antes. Cuando empecé, era pequeña y encontraba cosas interesantes, escribía en un papel y lo guardaba en los bolsillos o en los cajones y no publicaba. Cuando comencé a hacerlo, ya inicié una carrera y voy por más de 30 libros publicados.

—Empezó a publicar y a ganar premios de manera inmediata.
—Sí, pero aquel primer libro premiado es un libro de todos porque lo hice con alumnos de cinco años y mucha gente de su alrededor. Eran canciones cortas y populares, es decir, de todos. No acababa de ser solamente mío ese libro. Ahora esos niños ya superan los 40 años, pero me dicen que recuerdan aquello porque presumen mucho de haber publicado un libro con esa edad. Yo insistí mucho en poner en el libro la lista de toda la clase para que se supiera quién había traído una canción como mínimo o varias o quién había dibujado en clase sobre esas canciones. Después, hice también proyectos de trabajos cuando se empezaba con ellos, algo que siempre me ha gustado mucho porque a los de mi generación no nos hacían estas cosas. Siempre estábamos encerrados y sólo recuerdo que nos sacaran una vez o dos y nada más. Ya en sexto, el profesor nos llevó de excursión y fue muy enriquecedor y, por ello, lo he hecho siempre que he podido.

—Habla de Joan ‘Botja' a quien siempre se le ha caído el techo encima.
—Es una persona que, cuando me dio clase, era muy joven y nos llevó a sitios como Es Cuieram, que no hubiera descubierto de otra manera. También visitamos Ses Fontanelles, donde incluso vimos unos dibujos que han desaparecido. Se ve que estas cosas se heredan y yo las hacía también. Trabajar la lectura era uno de los objetivos de Cançoniues. Aprender las letras, dibujarlas bien, todo ello era bueno para ellos y para mí.

—Usted ha escrito poesía, novela o libros infantiles, pero no es habitual que un autor toque palos tan diferentes.
—Eso sí es cierto. Me han propuesto continuaciones, pero creo que soy más de comenzar cosas y después pasar a otros temas. Una de las primeras novelas era una novela-guía con información de Ibiza y me propusieron que lo hiciera en relación a otros lugares y tengo alguna empezada, pero siempre después me he pasado a otras cosas.

—Será difícil hacer esas guías de lugares que posiblemente no conoce tanto.
—Pero también me gusta mucho informarme porque se aprenden numerosas cosas. En el libro ‘La espada del corsario' yo hacía un cuento que tenía que ser histórico y todos los datos debían estar confirmados y todo tenía que ser estricto. En un trabajo, para saber el tipo de material que se utilizaba en una escuela de cartógrafos, consulté a todo aquel que pude y expliqué qué materiales se usaban o qué tinta utilizaban. Es muy enriquecedor porque conoces gente nueva que te explica muchas cosas y eso te hace crecer.

—¿En qué está trabajando ahora?
—Estoy como escritora y estoy viajando cuando puedo. Estoy haciendo algo, pero me gusta mantenerlo en secreto hasta que lo termine. Hace poco, he publicado por primera vez en castellano porque es una editorial de Colombia que me lo pidió ya que traduje a una poeta de aquel lugar. También participo en otro libro de esta editorial que es una antología de poesía erótica y es en castellano. En Formentera, además, me invitó la Obra Balear Cultural a participar en unas jornadas poéticas dedicadas a Raimon y recomendaban leer un poema suyo. Yo tomé un escrito sobre un labrador que trabajaba la tierra y lo transformé en un marinero, un pescador, que vive del mar.

—Hace poco también estuvo en Formentera con unas historias para gente que ha perdido ya la inocencia.
—Gente que ha crecido ya. Son una serie de rondaies e hice una charla en general, también abordando las rondaies de Ibiza y Formentera y de Marruecos y otros lugares. Formentera es muy literaria, como un imán, y te inspira pasión y creatividad. La gente de la isla la ha mantenido así para que pueda inspirar a gente que viene de fuera. Para mí, significa que es la tierra y la gente las que deben ser estudiadas y escuchadas.

—¿Se va perdiendo esta pasión por la literatura?
—Hace unos años la gente no leía tanto puesto que no contaban con tanta formación escolar. Ahora han salido las pantallas y la gente tiene más tendencia a entretenerse con otras cosas, aunque así como el teatro no ha sido eliminado por el cine y la televisión no lo ha llegado a matar, yo creo que todo convivirá. Las pantallas tienen algunas ventajas, pero el papel se sigue vendiendo.

—Usted lo verá con cierto romanticismo porque usted se crió en una librería.
—Sí, en casa ya teníamos una estantería y había un libro que me intrigaba mucho, ‘Ana Antonia Humana', que después resultó ‘Anatomía humana' cuando ya supe leer. Cuando tenía cinco años mis padres montaron la librería y era un momento en que yo estaba muy abierta a aprender y tuve mucha suerte porque no me controlaban las lecturas y podía elegir de todo, desde tebeos a enciclopedias. Ello me dio muchas ganas de escribir y también una visión del mundo universal porque estaba en aquel momento casi todo prohibido. Había un lavabo y me encerraba a leer allí. Yo recuerdo que tenía ocho años y mi hermano seis y los domingos, durante dos horas, ayudábamos a vender un día uno y otro día otro.

—Era un negocio fructífero en aquel momento.
—Creo que sí. No llevaba las cuentas, pero los libros del instituto se vendían allí e incluso Portmany nos compraba la tinta china para sus cuadros. Teníamos telas, certificados médicos, muchas cosas. Después, también pusimos las quinielas.

—Hoy en día, sin embargo, cierran las librerías.
—O las hacen crecer con otros espacios, con sofás o lugares para ver una película. Es un concepto que ha cambiado. En Bolonia hay muchas librerías y en una había hasta un restaurante. Es cambiar el concepto y hacernos salir de la zona de confort.

—¿Cómo ha visto desde el mundo literario los cambios que han sufrido Ibiza y Formentera?
—Creo que viene gente de fuera y te dice cómo hacer las cosas desde su punto de vista. Este cambio pudo haber sido mejor en temas de ruidos o de determinado público. En verano estuvimos en las islas griegas y había lugares que permanecían como antes. No tenían edificios con 10 pisos y las poblaciones habían crecido poco. Es un crecimiento muy positivo en cuanto a costumbres. Para mejorar, debemos tomar conciencia de qué Ibiza queremos y mantenerla como han hecho en Formentera, primero en relación a la lengua, las costumbres o el paisaje. Ecología, lengua y alguna cosa de estas que todo el mundo conoce bien.

—Será difícil transmitir a los hijos esta pasión por la lectura.
—Si hablamos de libros infantiles, hay unas colecciones preciosas con grandes dibujos porque los ordenadores han ayudado a pulir las técnicas de todos los artistas gráficos y se hacen maravillas. Si los padres no leen, tampoco lo pueden inculcar a sus hijos y, además, debemos darle tiempo a esto. Ahora tenemos la Inteligencia Artificial que también nos traerá cosas muy buenas. Me ha gustado siempre poner en mis obras máquinas e incluso la madre de uno de mis protagonistas era técnica en Robótica. Hoy en día es además importante mentalizar a la mujer de que puede desempeñar esta labor.