Tras seis décadas inmortalizando a diferentes generaciones de ibicencos, el estudio fotográfico Foto Raymar cierra sus puertas definitivamente.
El pasado mes de agosto, una baja médica obligó a Rafa Domínguez a cerrar la verja del negocio familiar. Unos meses más tarde, el 23 de diciembre, la salud llevó a Domínguez a tomar la decisión de no volver a abrir las puertas de la tienda tras 27 años tras su mostrador. «Estos días me dedico a liberar el local y a rematar algún trabajo pendiente antes de dar de baja la empresa definitivamente, probablemente el mes de marzo», explica Domínguez en su tienda mientras las llamadas y las visitas de clientes y amigos le interrumpen una y otra vez para mostrarle su cariño.
«Me hubiera gustado poder jubilarme en la tienda si no hubiera sido por la salud», reconoce Rafa. «Mis hijas ya son mayores y la experiencia ya me ha dado la estabilidad para poder trabajar con mucha serenidad», argumenta el fotógrafo mientras recuerda que «ya pasaron los tiempos en los que hacía más bodas que semanas tenía el año».
«¡Tengo tantas cosas que hacer!» Exclama Rafa cuestionado sobre su nueva etapa. En esta nueva etapa de su vida, Rafa Domínguez tiene claro que «no voy a soltar la cámara, pero ahora me dedicaré a hacer cosas más personales». «La cámara siempre me ha acompañado y no creo que deje de hacerlo a partir de ahora. La fotografía siempre ha sido mi lenguaje y mi manera de expresarme, aunque nunca se sabe si ahora me va a dar por hacer otras cosas».
Entre los planes a corto plazo del emblemático fotógrafo está «ponerme a repasar con tranquilidad y serenidad nuestro archivo histórico así como mi propio archivo personal, aparte de ponerme a experimentar y explorar distintas posibilidades en el laboratorio fotográfico».
La mirada de Rafa no es capaz de ocultar la emoción tras una nueva interrupción por parte de una clienta de toda la vida, «no son clientes, son mucho más, hemos compartido los momentos más importantes de su vida», reconoce tras recibir el fuerte abrazo de su «mucho más que clienta». Y es que Foto Raymar, tras 60 años, forma parte de la historia de los ibicencos que reviven sus recuerdos cada vez que repasan las fotografías en sus álbumes familiares. «Mientras repasaba los archivos ví que tenía fotos del bautizo, de la comunión, de la boda y del bautizo de las hijas de la misma persona», explica Rafa mientras asegura que «muy probablemente, las fotos de la boda de sus padres las haría mi padre».
Final de una era
«No es que sea el final de Raymar, es el final de una era de la fotografía», explica Domínguez que reconoce que «ahora se hacen más fotos que nunca, lo que se ha terminado es la manera de trabajar y el concepto de fotografía clásico». «No es lo mismo ser fotógrafo hoy y que serlo en 1963 cuando apenas había posibilidad de conseguir materiales o formación». En este sentido, Rafa pone en valor el legado y la figura de su padre, Antonio Domínguez, que, «con 12 o 13 años comenzó como aprendiz en un estudio con su tío Vicente Domínguez, ‘Foto y Cine' en La Marina». «También hacía fotos en una esquina de Vara de Rey con una cámara ‘minutera' o iba a los cuarteles militares a fotografiar a los soldados, que después revelaba con su tío», reivindica Rafa los inicios en la fotografía de su padre.
Rafa también recuerda que la rama materna de su familia también fue fundamental a la hora de poner en marcha Foto Raymar: «Fue Rafel Mulet el hermano de mi madre, Juana, quien montó Raymar y contrató a mi padre como empleado, de hecho, el nombre es en homenaje a mis abuelos maternos, Rafael y Maria». A mediados de los años 70, tras el fallecimiento de Rafel Mulet, fue Antonio quien se hizo cargo del negocio, «se levantaba a las seis de la mañana para ponerse a revelar y tener las fotos listas a las nueve. Era un trabajador incansable y muy serio», recuerda su hijo. Rafa recuerda también cuando, durante su juventud, «yo y mis hermanos, Toni y Fina, hacíamos el recorrido por las tiendas de fotos para recoger las películas que revelábamos en Raymar y, después, volvíamos a hacer el recorrido para llevarles las fotos y los negativos revelados».
Antes de trabajar codo con codo con su padre en Raymar, Rafa desarrolló su vocación por la fotografía como fotoperiodista hasta 1994, «esa fue mi universidad, en esa época aprendí mucho junto a grandes compañeros».
En cuanto entré a trabajar con mi padre, en 1996, aumentamos significativamente el número de bodas que podíamos cubrir», recuerda Rafa que reconoce que «me siento orgulloso de haber podido dar continuidad al negocio que, sin relevo generacional, dudo que hubiera entrado en el mundo digital» «En esta última época me he adaptado a los tiempos y me he dedicado también a las impresiones, al asesoramiento de fotógrafos, el revelado analógico o la restauración de archivos», explica Domínguez que reconoce que «también he seguido haciendo fotos de carnet, 10 o 15 al día, que es una maravilla: para mí no hay diferencia entre hacer un retrato vara Vogue y una foto de carnet».
Mientras Rafa sigue llenando cajas, colocando cámaras antiguas en una mesa para donar al fondo del Consell d'Eivissa, muestra dos de ellas, «estas son las dos cámaras con las que comencé a hacer fotos», mientras su mirada es incapaz de ocultar la nostalgia y la emoción de cerrar el obturador de Raymar por última vez y recibir un gran abrazo más.
2 comentarios
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Una gran persona, un excelente fotógrafo-artista. Rafa es de lo que ya no hay. Siempre en mis recuerdos.
Muy buena gente. Bonita imagen de tu padre.