Alba Pau Costa (Banyoles, 1955) ha hecho muy felices a los comensales que desde hace casi cinco décadas ha acogido en su restaurante de Santa Gertrudis, Can Pau. Un negocio que le ha servido para encontrar y sumar más manos y apoyo a sus causas solidarias con los niños, el verdadero motor de su vida. Alba Pau fue ayer la protagonista del Bona Nit Entrevista de la Televisió d’Eivissa i Formentera (TEF) que conduce el periodista Toni Ruiz.

—¿Eres consciente de que eres una persona muy querida?
—No, no, no, no … Yo soy la última de la fila. Me imagino que te refieres a la parte en la que me implico en la ayuda a los demás. Somos muchos, no soy yo sola. Es algo innato en mí. Muchas veces en las que he llegado al límite, sobre todo con los niños maltratados, pienso en apartarme, en darme un tiempo … Pero no puedo. Tengo una plataforma que es muy buena, el restaurante. Pasa mucha gente que me pregunta y yo respondo. Me es más fácil llegar a mucha gente que otras personas, que son más solidarias que yo y a lo mejor trabajan más que yo, no podrían llegar. Hay mucha gente solidaria, Ibiza es muy solidaria. Mi interés es cuidarme de los niños de aquí que tienen problemas, porque sé dónde va todo el dinero. Hay momentos puntuales, como la guerra de Ucrania o el terremoto de Marruecos, que sí enviamos cargamentos, pero yo me quiero dedicar a los niños de aquí. Con la Fundación Pacha hemos enviado a Marruecos dos camiones con material que me han dado los ibicencos, material ortopédico de diferentes asociaciones y familias. En 24 horas tenía el terreno de al lado de casa lleno, fue brutal. La Fundación Pacha ha pagado el transporte. Como la gente continúa preguntándome, hay un grupo de gente que en su momento ya diré quiénes sonm que me han dicho que si recojo más material ellos pagarán el transporte. Si va bien, en enero iré y acabaremos de repartir todo el material que queda.

—Dices que la gente de aquí es muy solidaria, pero no sé si realmente somos conscientes de la situación de la infancia en Ibiza y Formentera, que es mucho más complicada de lo que nos pensamos.
—La mayoría de veces las asociaciones dependen de Palma y esto es otro cantar. Los niños de Mallorca con necesidades especiales están mucho más protegidos que los de aquí. Con los niños maltratados, cuya presidenta es Marisina Marí (Fundación Conciencia), hay muchos problemas que cuando los tratamos con la gente no se lo creen. En los juzgados hay una psicóloga forense, una mujer que trabaja 20 horas, que no da abasto. Tanto Marisina como yo hemos hecho todo lo posible para que venga otra psicóloga forense, incluso pagarle nosotros. Todo han sido promesas y no se ha hecho nada. Pedimos un local amigable, donde un niño maltratado pudiera declarar en un sitio más humano que un juzgado. Calculamos que ahora mismo los niños están desamparados como las mujeres hace 30 años. Es horroroso. Tenemos un psicólogo aquí, pero también viene un psicólogo forense y una doctora del Hospital Sant Joan de Deu, que pagamos nosotros. Se tendría que conseguir un local amable para que los niños pudieran declarar sin tensión, a la semana, y que cuando declaren hubiera una cristal Gesell donde detrás hubiera los psicólogos, la policía, los del juzgado … Ahora hemos llevado el caso de un niño de Ibiza, que la madre es una mujer extraordinaria, va muy bien en el colegio, hace deporte … Y después de dos años, ahora tiene que ir a declarar. Esto no funciona así. Ahora hay un juez decano nuevo y estamos preparados para ir a verlo.

—Detrás de estos maltratos infantiles hay una sociedad enferma. La prevención sería fundamental, porque los datos dicen que cada vez vamos a peor.
—Detrás de un niño maltratado hay normalmente un padre maltratado, un tío, un abuelo, un vecino, un compañero de la madre … Normalmente es gente que está cerca, de mucha confianza, y si rascas un poco suelen ser gente maltratada. Para ellos es una normalidad. Llevo unos cinco años con la Fundación Conciencia, con Marisina, y tan solo hemos encontrado una mujer que haya intentado abusar de un niño. Tristemente todos son hombres y las estadísticas de niñas abusadas es terroríficas.

—¿La Administración es consciente de estas cifras?
—No lo sé, porque si lees los periódicos parece ser que cambiará, que va a ir para adelante. A nivel pueblo estamos muy protegidos. El Ayuntamiento de Santa Eulària lleva muchos años ayudándonos con todo lo que pueden. Ahora parecer ser que el de Ibiza también está respondiendo. A nivel pequeño funciona. Los perjudicados siempre son los mismos: los niños y los pobres.

—Últimamente has focalizado más tus esfuerzos en la Fundación Conciencia, pero esto no quiere decir que hayas dejado Apneef.
—Con Apneef sigo colaborando con el calendario y lo seguiré haciendo. Lo que pasa es que Apneef es una asociación que es de interés público, con lo que los niños están totalmente protegidos y funcionan solos, no me necesitan. Marisina comenzó sin nada, con un papel y un lápiz, y ha llegado muy lejos: está protegiendo a 60 niños. Hemos puesto todo el papeleo al día, ya nos han dado un par de subvenciones los ayuntamientos y empezamos a asomar la cabeza. También estoy en la Plataforma Sociosanitaria, que me han pedido que entre en la junta directiva. Antonia Ramón está cargada de trabajo, es mi amiga, creo mucho en ella. Es la Teresa de Calcuta moderna. La Plataforma tiene unas veinte asociaciones, compartimos alquileres, un chico que coge el teléfono, psicólogo, fisioterapeutas … esto lo abarata todo. Nos prometieron que nos trasladarían al viejo Can Misses, donde estaremos más anchos.

—Tú eres de Banyoles y fuiste una niña muy feliz.
—Yo soy como soy por la infancia que tuve. Continúo relacionándome con las amigas de cuando nací. He sido abuela y todas mis amigas me han llamado. Un amigo, Lluís, que ha estado este verano de vacaciones, me decía que le explicara cómo está Banyoles, porque cada semana llamo por teléfono. Aún no he cortado el cordón umbilical.

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—¿Qué hizo que la familia Pau cambiara el estanque de Banyoles por Ibiza?
—Un hermano mío estaba enrolado en un barco que daba la vuelta al mundo, recaló en Ibiza y se enamoró de la isla. Vino aquí y buscó un sitio para hacer desayunos: pan con tomate y fuet y estas cosas. Enredó a otro hermano, a mi tío y fuimos viniendo. Cuando estaban preparando el merendero, uno de mis hermanos tuvo un accidente y quedó destrozado. Vinieron mis padres y nos dijeron que con pan con tomate no lo amortizaríamos en la vida, que por qué no montábamos un restaurante. Mi madre, mi abuela y mi bisabuela eran cocineras. Por la desgracia de mi hermano mis padres se tuvieron que quedar.

—Y de esto hace casi 50 años.
—Yo llevo 53 años en Ibiza y en Can Pau hará 50 el año que viene. Con Ricardo Urgell de Pacha, que vinimos juntos, hablamos que él abrió en junio de 1973 y nosotros en septiembre del año siguiente. Llegar a esta conclusión nos ha costado noches y noches de peleas.

—Ibiza es otra Ibiza después de 50 años. ¿Cómo llevas estos cambios?
—Yo estoy enamorada de Ibiza y de los ibicencos pero ahora mismo estoy muy triste de cómo está. En una entrevista me preguntaron qué era lo que más me gustaba de Ibiza y yo dije que el respeto de los ibicencos, que me chocó mucho, el cómo aceptaban y respetaban a la gente de fuera. Ahora estoy muy triste, ya estoy mayor y pienso en qué mundo le he dejado a mis hijos y a mis nietos. Cuando llegué a Ibiza era maravillosa. Quizás no ganábamos los céntimos que ganamos ahora, pero siempre he sido tan poco ambiciosa, tengo lo mismo que cuando llegué. Ricardo Urgell, de Pacha, siempre me dice que he sido muy tonta, que no le hice caso y que podría ser millonaria, pero sigo vendiendo butifarras. Esta tensión, este estrés, estos nuevos ricos, todo lo que está pasando ahora … Recuerdo a los clientes de antes, cada mesa era una universidad. Todos los que llegaban de fuera venían buscando la tranquilidad que tenía el ibicenco. Y ahora todo es Sodoma y Gomorra. No sé dónde llegaremos. A veces pienso que los que gobiernan no quieren la isla. No puede ser que dejen hacer estas barbaridades. Quizás es que yo no ambiciono nada más que tener salud.

—Este discurso lo escucho cada semana de los invitados que se sientan en esta misma mesa, de gente que ha vivido.
—Porque aciertas con los invitados, porque traes gente que quiere a la isla. La calidad humana de la gente que venía antes … Ahora voy a alguna mesa y pienso ‘¿qué estoy haciendo aquí?’, y deseo que entre alguien que me interese.

—Volvamos a tu trabajo con la infancia. ¿Cuántas veces has llorado? ¿Te han hecho llorar más de alegría o de pena?
—Vengo de una familia muy religiosa y en mi casa eran muy solidarios cuando esta palabra aún no se utilizaba. Mi abuelo paterno mantenía el asilo de Banyoles, era un hombre con poder adquisitivo y llevaba el aceite, la harina … Todos los santos que hay en la iglesia del asilo de Banyoles son regalos de mis abuelos. Nosotros todos los domingos íbamos a trabajar al asilo, yo y muchas chicas más. No era una obligación, íbamos encantadas. Me gustaba tanto que siempre que podía iba al asilo. Repartía la comida y repartíamos caramelos a las señoras y tabaco a los hombres, pero me pillaron y me enviaron al gallinero. Y siempre explico que, por parte de mi madre, teníamos una ‘tieta’ en casa que cuando se murió fuimos a comunicarlo al ayuntamiento. Y allí nos dijeron que la ‘tieta’ Carmeta no era nuestra tía. Mis hermanas fueron a pedirle explicaciones a nuestra madre y nos dijo que era una mujer ‘recogida’ que iba al colegio con nuestra abuela que estaba de mayoral en una finca, la echaron y la abuela la acogió. ‘¿Y por qué no nos lo dijisteis?’, le preguntamos a mi madre. ‘Porque no la habrías tratado igual, seguramente’. Así que tanto por parte de madre y padre vengo de una familia muy solidaria. Cuando llegué a Ibiza conocí a Carmen Villena, que estaba viviendo en Girona y tenía tres hijos: dos de ellos se murieron y el otro tiene un síndrome y estaba en Apneef. Carmen me pidió ayuda pero le dije que no podía porque tenía que cuidar de tres hijos, un negocio, … pero le prometí que cuando pudiera me implicaría. Un día me tendió una trampa y me llevó a Apneef. Vi la sonrisa de aquellos niños y ya no me moví. Los niños de Apneef, sobre todo los que tienen síndrome de Down, te dan alegría porque tienen una ternura y una paz ... En cambio, los niños maltratados te hacen llorar tanto … Cómo puede ser que un desgraciado haya destrozado estas vidas, porque detrás de un niño maltratado hay una madre que no levanta nunca más la cabeza, una abuela, una tía ... Estos me hacen llorar mucho. Este año he llorado por una niña de 16 años que se ha marchado de casa por problemas familiares, porque pienso que no hay derecho. ¡Cómo se puede hacer sufrir a un niño! A los que hacen sufrir a los niños hay que tenerlos atados, son unos cobardes, uno mierdas … Una persona que daña a un niño no tiene derecho a respirar y un país del primer mundo no puede seguir permitiendo esto. No puede permitir que un grupo de mujeres nos dediquemos a hacer todo lo que hacemos porque el Gobierno no llega. Es vergonzoso.

—El problema es que si no lo hicierais vosotras no lo haría nadie.
—No se haría. Un niño tetraplégico, el otro día, tenía una infección en la boca terrible, había que actuar ya. En Can Misses no lo hacen y llamé a la doctora Canet, que siempre nos ayuda, y enseguida puso a nuestra disposición un montón de dentistas. ¿Qué teníamos que hacer, una instancia a Madrid para que curasen a este niño? Necesitaba atención ya. Carolina Escandell nos está apoyando mucho desde el Consell con la Casa del Menor. Marisina y yo estamos hablando con los de Barnahus, que han abierto una casa en Tarragona, abrirán otra en el País Vasco y la tercera será la de Ibiza. En Mallorca también la querían pero nosotros nos movimos mucho antes.

—En muchas ocasiones no somos conscientes de los problemas que sufren los niños porque vivimos en este paraíso maravilloso en el que mucha gente gana mucho dinero.
—Hay gente de la península que nos pregunta si los niños van al colegio en Ibiza. Aquí sexo, drogas y rock&roll. Las discotecas tienen un papel importantísimo, pero después hay una vida. Yo quise que mis tres hijos nacieran en Ibiza en contra de mucha parte de mi familia. La gente se piensa que Ibiza es la noche, los ricos, los barcos … No puede haber ningún niño que sufra. ¡Denuncien! ¡No tengan miedo!