A sus 82 años, Joan Marí Tur (Sant Josep, 1941) está en plena forma. Dedica cada día dos horas al ejercicio físico y muchas más a la cultura de Ibiza y Formentera, una de sus pasiones. La otra es la familia y, sobre todo, esa nieta de tres años cuyo futuro le preocupa en tanto en cuanto considera que Ibiza necesita poner freno y repensar qué quiere ser. De estas y otras cuestiones ha charlado con Toni Ruiz en el programa Bona Nit Pitiüses Entrevistes de la Televisió d'Eivissa i Formentera (TEF). Botja, que es como le conoce todo el mundo en estas islas, prepara ahora su libro número 16, en el que recopila nada menos que 170 costumbres netamente ibicencas que han desaparecido de nuestro día a día. No pierde de vista su faceta como pagès y mantiene hacia Formentera un cariño especial. Su paso por la docencia y la política le permiten a estas alturas poder presumir de haber puesto en marcha iniciativas sin las que las Pitiusas no serían hoy lo que son.

—¿Se llevan bien los ‘portmanyins' y los ‘josepins'?
—Sí. En sus memorias, mi padre contaba que la infanta Isabel fue a Sant Antoni para ver el primer coche que venía a Ibiza. Él fue allí y también había unos chicos de Sant Antoni. Y mi padre cuenta que, cuando el alcalde de Sant Antoni se subió en el coche de la infanta, dijo que debía ser la primera vez que aquel portmanyí se subía a un coche (risas). Y uno de los chicos le dijo: ‘Eso será el alcalde de tu pueblo. El nuestro ha ido a Mallorca y ha ido en coche'.

—Son rivalidades un poco absurdas pero necesarias. Yo creo que esto pasa en todo el mundo.
—Mi hermano Toni fue alcalde de Sant Antoni 14 años y lo llevamos bien risas].

—Ha sido docente 33 años y ha hecho política durante 16 años. ¿Ha llegado a solapar las dos actividades en algún momento?
—Sí, durante un año, con permiso especial, fui profesor y conseller. Pero era demasiado pesado y no podía hacer las dos cosas, así que pedí la excedencia.

—¿Dónde lo ha pasado mejor, en la docencia o en la política?
—La verdad es que en las dos carreras lo he pasado muy bien. Pero también mal porque he sufrido mucho en algunos casos. Si tuviera que elegir entre las dos, seguramente diría que con la docencia me sentí más realizado. La vida política es muy dura, muy desagradecida, muy difícil, muy complicada e imposible de gustar a todo el mundo.

—La vida política está muy denostada actualmente. Pero es el compromiso con los ciudadanos de servicio público. ¿Ha cambiado mucho la cosa desde que usted entró en política hasta hoy?
—Bastante. Y la docencia también. Basta ver cómo van vestidos los políticos. No quiere decir nada pero la apariencia externa, tanto en un profesor como en un político, dice alguna cosa. Creo que ha cambiado bastante. Los políticos quizá ahora tienen una visión más partidista de la actuación. Hay demasiadas rivalidades, demasiados insultos. Lo vemos en Madrid y en Palma. Yo espero que, cuando pase el terremoto que estamos sufriendo ahora y las aguas vuelvan a su cauce, todos luchemos por el bien de los ciudadanos y no solo por el bien de nuestro partido.

—Usted ha tenido muchas satisfacciones en la política pero también lo ha pasado muy mal. Le han denunciado siete veces y ha tenido que ir siete veces a los juzgados.
—He subido siete veces las escaleras de los juzgados. Una buena amiga me decía que no me preocupara, que era por envidia. Me llevaron y las siete veces gané, las siete veces me declararon inocente. Pero intentaron hacerme mucho daño. Sobre todo a mi familia, especialmente a mi mujer. Ella tuvo una depresión enorme, estuvo enferma, de hecho. Hubo cosas que me supieron muy mal, como las denuncias por mi casa de sa Talaia, que tenía licencia. Yo tengo allí un molino de 1876. Llegaron a decir que yo no tenía ningún molino. Y estas personas que me denunciaron no lo hicieron en el juzgado de Ibiza porque yo era diputado. Fueron a la Audiencia de Palma y tuvieron la satisfacción, dos mujeres socialistas, de ponerse delante de las cámaras y hacerse la gran foto para salir en la prensa de Ibiza. Me denunciaron también los socialistas y el GEN por las carreteras. Me denunciaron por enriquecimiento ilícito. También por no querer contratar a una persona que no tenía derecho a ser contratada. Fueron páginas de mi vida política.

—Hablemos de momentos felices. Finales de los años 70, usted comienza su vida como profesor. Al poco tiempo es ascendido a jefe de estudios. Y le encargan una tarea épica: la implantación de la FP en Ibiza y Formentera. Sin presupuesto ni nada.
—Yo estaba muy feliz como jefe de estudios en el IES Santa Maria. Era profesor de Historia de Ibiza, que es una asignatura que ya no se imparte. Tenía unos alumnos y alumnas que nos queríamos mucho. Llegaron dos señores a hablar conmigo. Me ofrecieron ser director de FP en Ibiza y pedí 24 horas para pensármelo. Lo consulté con mi mujer, que también es profesora de Historia. Y con mi padre, que aún vivía. Mi padre mi dijo que en Santa Maria estaba muy bien pero que esto era un trabajo social que podía traer mucho beneficio para la gente de Ibiza. Me dijo: ‘Tú eres un pagès josepí. Yo te aconsejo que cojas lo que te ofrecen'. Así que dije que sí. Me mandaron al Castell, que no tenía nada, ni muebles, ni luz, ni aire acondicionado… No teníamos ni dinero, ni profesores, ni alumnos. ¡Dios mío! Me tuve que ir a buscar dinero al Ministerio. Íbamos a hacer misiones por los pueblos para buscar alumnos. Uno de los que más me ayudó fue el capellán de sa Cala. Total, que pusimos la FP en marcha y al cabo de dos años teníamos el instituto Isidor Macabich. Comenzamos con 150 alumnos y ahora son 1.200. Fueron unos años muy felices. El ministro de Educación nos dotó de una buena biblioteca, de buenas instalaciones. Hicimos viajes a Túnez, a Cabrera, por medio mundo…

—La FP ha sido durante mucho tiempo una formación menospreciada pero hoy es una muy buena opción educativa.
—Sí, además los chicos y las chicas encuentran trabajo prácticamente antes de acabar. Creo que fue una muy buena cosa su implantación en Ibiza. Fue mi propuesta ponerle a la escuela el nombre de Isidor Macabich, que fue un hombre muy preocupado por Ibiza en su tiempo. Pero, bueno, después de la FP empecé la vida política, en la que también fui muy feliz y trabajé todo lo que pude.

—De los 16 años que dedicó a la política, en el Consell y el Parlament, ¿de qué cosas se siente más orgulloso?
—De muchas. Especialmente de la Enciclopèdia d'Eivissa i Formentera, un trabajo del que se hablaba pero… Es muy fácil hablar. Lo difícil es ponerlo en práctica. Tuve la suerte de encontrar un centenar de colaboradores, unos secretarios buenísimos, Antoni Ferrer Abarzuza y Enric Ribes i Marí, y también un Govern y un Consell que me respaldaron en todo momento. Fue una empresa muy dura, muy difícil, muy cara y muy comprometida. Fui director de los tres primeros volúmenes y luego me sustituyó Felip Cirer. Estoy también muy satisfecho del monumento que le hicimos a Marià Villangómez en Sant Miquel y del de los salineros en Sant Francesc. Muy contento también por la exposición Set segles fa, sobre todo del libro que editamos recogiendo todo el patrimonio histórico de la Iglesia. Además, colaboré en la restauración de la iglesia de Sant Francesc de Formentera. Trabajamos también en Sant Josep, que hicimos la casa parroquial y, entre el pueblo y el Consell, compramos el órgano. En prácticamente todas las iglesias hicimos cosas y me criticaron mucho, por ser muy católico y por ser muy josepí.

—También fue usted el encargado de implantar la sede de la UIB en estas islas.
—Sí, fui yo quien la puso en marcha. Y restauramos la Comandancia, que algunos técnicos querían tumbarla. Es algo que está dando buenos resultados. También estoy muy orgulloso de haber puesto la iluminación de la Catedral y de las murallas y la de la cueva de es Culleram. Además puse en marcha excavaciones como las de cala d'Hort y del yacimiento de es Cap de Barberia. Protegí el dolmen de ca na Costa, restauré y protegí ses Fontanelles… Estoy muy orgulloso de haber hecho todo esto.

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—La lista es muy larga. Usted es ‘josepí' pero también formenterés.
—Cuando estaba preparando el PREU fui con unos compañeros y un catedrático a hacer una semana de estudios a Formentera y estábamos en una pensión en La Mola, que se llamaba Can Xumeu. Desde entonces, he ido cada año a Formentera y, siendo profesor, iba el mes de julio con mi mujer y mi hijo. Allí trabajé todo lo que pude. Con Marià Castelló hicimos unas señales en el territorio, donde estaban las divisiones de Marc Ferrer. Restauramos la capilla de sa Tanca Vella, hicimos la casa parroquial de la Mola, hicimos un pequeño monumento al pare Palau, también una cosa para poner las barcas en es Caló. Además, hicimos excavaciones en la Mola y en la capilla de sa Tanca Vella.

—Luego Formentera se separó de Ibiza. Algunos ibicencos no se lo tomaron bien.
—Yo estaba feliz y contento. Creo recordar que una vez Toni Marí Calbet me regañó porque en una entrevista abogué por la separación de Formentera de Ibiza. Me dijo que eso no tenía que decirlo, que no sucedería nunca. Pero tengo la satisfacción de poder decir que, a propuesta mía, se hizo una ley en la que el Govern se comprometía a hacer el museo de Formentera, que se ha comprado el terreno y hay un proyecto. En mi propuesta había un proyecto de Elías Torres, pero ni uno ni otro se han hecho aún realidad. Yo espero que pronto Formentera pueda tener un museo como Dios manda.

—Hablemos también de su preocupación por la situación actual de Ibiza y de Formentera, por los cambios que sufren las dos islas.
—Efectivamente, creo que todos los que nos sentimos ibicencos estamos muy preocupados por la situación de Ibiza. Reconozco que los políticos que hemos tenido y que tenemos hacen lo que pueden. Pero no sé a dónde vamos a parar con las costumbres, las modas, la música, las drogas, la degradación moral, el peligro, el miedo que tenemos los que vivimos en el campo, el tráfico…Estoy preocupado por nosotros y por las generaciones futuras. Mi nieta tiene tres años y no sé cómo será Ibiza cuando tenga 15 o 16. No sé cuál puede ser la solución. Quizá más vigilancia, más presencia de las fuerzas policiales y de defensa. Pero alguna solución hay que poner porque vamos cuesta abajo hasta estrellarnos.

—¿Hay una oferta turística desmesurada?
—Hay demasiada gente. A mí me gustaría que viniera gente de calidad. Eso no quiere decir que tengan dinero. A veces los que más destrozan son los millonarios. Yo quiero gente de calidad y respetuosa. También que se limite la entrada de vehículos, que es un problema que sufrimos sobre todo en verano. Hay que ver lo que queremos, tener mano firme y dar un grito de esperanza. Los especialistas se tienen que dar prisa porque, si no, Ibiza se irá al fondo.

—En su libro ‘Memoria escrita' usted habla de su vida. Y hay pasajes de todo tipo, de su trayectoria como docente, como político… En la parte política, usted tuvo relación con el presidente Adolfo Suárez. También tuvo usted relación con Pujol y con el rey emérito. ¿Cómo ve ahora la imagen de Pujol y de Juan Carlos I?
—Cuando estaba en la universidad, tenía una asignatura de Ética. El catedrático nos decía que hay gente que siempre está contenta con lo bueno y gente que solo disfruta con la porquería. Yo siempre procuro ser una persona que encuentre la parte positiva. Por muy mal que lo hayan hecho siempre encuentro un perdón, por decirlo de alguna manera. Sobre Suárez, yo lo conocí en La Moncloa. Me hice una foto con él, con una dedicatoria preciosa. Estuve con él en su barco en Ibiza. También con Pujol y el rey Juan Carlos. Admiro a Suárez, igual que a su hijo, con quien también he tenido relación. Sobre Pujol, el día que nos vimos me pidió unas cuantas palabras en ibicenco y le dije got, ca, major. Pidió un diccionario (en catalán). Lo que hizo el presidente Pujol, si lo hizo mal, yo no quiero ser juez, mal hecho está. Pero también hizo cosas bien. Hace poco, con el Cor de Sant Josep, fuimos a Núria y pasamos por Queralb, donde Pujol pasa parte del verano. Y pensé en los malos ratos que debía pasar con lo que le estaban denunciado. Curiosamente, aún no le han juzgado. Se morirá y aún no le habrán juzgado por estas cosas de la política. Ojalá que lo puedan juzgar y que no sea un mal tan grande.

—Se queda usted con la parte positiva.
—Yo me quedo con la parte positiva de los personajes que me denunciaron, de los que me amargaron la vida, de los periodistas que no me podían ver, de la gente que no le caigo bien… No sé si es que ya tengo 82 años [risas] y a estas alturas de mi vida ya no estoy para venganzas. Perdono a todos los que me han hecho mal. Quiero pasar el tiempo feliz y tranquilo escribiendo mi nuevo libro. Ahora se va a publicar el segundo libro de mi mujer. Y, sobre todo, lo que más ilusión me hace es ver crecer a mi nieta.

—¿Un nuevo libro? Será el 16. ¿De qué va?
—Hablo sobre 170 costumbres ibicencas que yo he vivido y que han desaparecido. Estoy trabajando en ellas cada tarde, después de una hora de caminata por sa Talaia y otra hora de gimnasio. Yo vivo momentos de mucha felicidad en mi casa.

—Usted es un ‘pagès josepí'. ¿Cómo ve el campo actual de Ibiza y Formentera? ¿Se está haciendo buen trabajo desde las instituciones?
—Yo con esto vivo enfadado. Tenemos una finca en sa Talaia de 180.000 metros cuadrados y no solo nos pusieron todo tipo de impedimentos para hacer la casa. A mí me gustaría ampliarla un poco y, como es ANEI, no hay forma. Me hace falta una habitación y no la puedo hacer. Encuentro que hay cosas que no las acabo de entender. Los payeses han de continuar pero yo tengo que pagar muchos sueldos para vengan a arar la tierra. El Consell te ayuda un poco pero todo es carísimo. Mi hijo ahora ha sembrado 150 parras. Ya veremos porque tampoco nos dejan hacer una perforada. A la hora de prohibir, todo va bien. A la hora de dar licencias, todo son molestias y obstáculos.

—Usted habla de labrar el campo pero cultiva cosas y recoge.
—[Risas] Tengo naranjas, limones, olivas… Mire, este año, por primera vez, tenemos 550 olivos y haremos aceite. Me tengo que reunir con mis hermanos y amigos y les daré una cesta a cada uno para que recojan. Llevaré las olivas a Can Benet y que al menos salga un litro para cada uno que me venga a ayudar.

—Eso vale hoy en día una fortuna.
—Bueno, bueno, aún haremos dinero [risas].

—¿Cuál es su opinión sobre el conflicto entre Israel y Palestina? Vuelve de nuevo la guerra a ese rincón del planeta.
—La guerra es un desastre que se conoce desde la creación del mundo. Me tiene muy preocupado el tema de Ucrania y ahora esta guerra de Israel. Es un país que yo conozco. Estuve con mi familia 10 días y me da mucha lástima ver lo que está pasando. ¿Cómo puede ser posible que la humanidad y los que nos dirigen sean tan bestias, porque no hay otra palabra, para que siempre en algún punto del mundo haya guerra? Nuestra Guerra Civil fue un desastre. Parece que es algo que no tiene remedio. En algún punto de la Tierra siempre hay hombres dispuestos a matarse. Egoísmo, interpretación incorrecta de lo que debe ser la libertad de cada persona…

—El otro día se sentó en esa misma silla el obispo de Ibiza y Formentera. Hablamos sobre la situación de la Iglesia. Me gustaría conocer su opinión.
—Nuestro bisbe, don Vicent, fue alumno mío. Diré un secreto pequeño: antes de hacerlo obispo le dije que, si lo nombraban, le regalaría una mitra. Y le hice el regalo. No son baratas, aunque no diré el precio. Creo que en la Iglesia ibicenca ahora hay movimiento, con estos cambios que se han hecho. Es cierto que los que vamos a misa cada domingo vemos que, mayoritariamente, hay muchas mujeres y menos hombres y menos jóvenes. ¿Cómo es posible que cada año las iglesias estén llenas para las comuniones? Pasa el domingo de la comunión y al domingo siguiente no ves ningún niño en la iglesia. Lo mismo pasa con las confirmaciones. Yo espero que cambie. Tengo mucha confianza en el papa Francisco, aunque algunos lo critiquen por ser muy moderno y otros lo tachen de comunista. Espero que haya cambios en la Iglesia, que las mujeres puedan tener más protagonismo, que desaparezcan costumbres que no tienen sentido como lo de no poder comer carne los viernes de Cuaresma. Mi hermano dice: «Ya que no podemos comer carne, comeremos langosta». Son cosas que yo cambiaría. Como dicen el papa y el obispo, que los capellanes no estén tanto en las sacristías, que haya más vida, que la Iglesia se vea como lugar de diálogo con Dios.